*Capítulo 4*

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Grisha y Carla nunca estuvieron de acuerdo, siempre discutían por la más mínima cosa, inclusive el "Acepto" de su boda obligada a gritos de sus fans y padres, y un pequeño accidente que llamaron Eren. Ella era una actriz y modelo, él era un simple joven que iniciaba apenas su carrera dentro del mundo de la música y espectáculo. Ambos tuvieron ligeros roces en un bar que llevaron a un intento de aborto y seguido de eso a una resignación ante el parto y una boda más falsa que la feliz vida de Eren Jaeger a sus 17 años. Siempre le aclararon a su hijo del por qué vivía en Forks, con los abuelos de Grisha aún de niño. Ellos nunca quisieron un niño ni estar obligados a un matrimonio, por eso mintiendo de su existencia a los medios pudieron cumplir más libremente su divorcio; todo el mundo exceptuando, familiares creían que era un compromiso lleno de ese amor acaramelado y asquerosamente cursi que pudo durar más que los cinco años que mintieron a la frase "felizmente casados".

Eren sabía sobre todo esto, sobre la falsedad de sus padres ante los medios y sobre su pobre existencia dentro de esa lujosa y gran casa que siempre se encontraba tan vacía, siempre oía los gritos de sus padres culpándose o insultándose por no haber usado el tan preciado condón o el útil uso de las pastillas anticonceptivas, incluso gritaban el no amar a su hijo como verdaderos padres. Carla siempre se lamentaba de no haber dado apenas un esfuerzo mínimo para intentar amar al hijo que dio a luz, es por eso que llena de seguridad dijo las palabras más verdaderas que salieron de su boca envuelta de mentiras:

-Grisha, quiero el divorcio.- su voz no detonaba ningún rastro de titubeo o temor, era eso, quería, no, exigía el divorcio, no podía estar al lado de personas a las cuales no soportaba. Eren tras la puerta del estudio escuchaba todo, sus padres se separarían y no sabía por qué, calló su boca con ambas manos mientras lloraba.

-Me parece bien, en primer lugar nunca te amé.- confesó a gritos Grisha, sacando de su escritorio los papeles que hubiese querido firmar a los treinta minutos de la boda. Nunca quiso estar comprometido y aunque tuviera siempre ese tono indiferente se sentía feliz, liberado. Algo que no había sentido desde ese maldito compromiso.

-Ni yo, estoy contigo por ese niño, no lo quiero, nunca lo quise, si hubiéramos pagado el aborto no tendríamos que haber pagado la boda- su tono sonaba asqueado y chistaba cada dos palabras, es verdad que si hubiera abortado no tendrían que esconder al niño dentro de casa, pero su madre le obligó a hacerse cargo de sus actos.

-¿Qué haremos con Eren?- preguntó Grisha aunque ni estuviere preocupado en la salud mental y física de su hijo, nunca le importó siquiera su educación sino fuera por sus padres que lo reprendían cada que el niño preguntaba el significado de palabras fáciles o balbuceaba a sus cuatro años de edad.

El pequeño Eren de siete años lloraba en silencio tras las puertas, nunca había recibido la atención de padres que él quería, que necesitaba, siempre estaba solo con tantos lujos innecesarios y ropa extravagante, desde un principio había intuido el poco cariño que le tenían sus padres pero ahora estaba más que claro; alejándose del estudio de sus padres escuchando sus gritos más lejanos que retumbaban por el eco de la casa comenzó su carrera escaleras abajo, iría a la cocina en busca de salvación, y no hablo de comida. Con el odio del mundo decayendo sobre sus hombros rebuscó entre los muebles y cajones de la cocina desparramando todo hasta que encontró lo que buscaba.

-¿Joven Eren?- preguntó algo desenfocada una sirvienta de la mansión al ver el desorden, y pensar que hace poco la había limpiado perfectamente.

Eren la ignoró contemplando el filo del cuchillo con una sonrisa algo perturban te y remangó su remera, lo haría, estaba decidido, acabaría con toda esa farsa que había conllevado a siete años de dolor, de noches de tormentas buscando un calor de familia bajo sus sábanas frías. Pasó con un grito agónico la primera cortada por su antebrazo izquierdo sintiendo su sangre emanar lentamente, no era suficiente, con más fuerza comenzó a trazar líneas que se tiñeron de un fuerte escarlata acompasando sus gritos con los de la sirvienta quien trataba a toda costa de arrebatarle el cuchillo, pero se ganó una fuerte cachetada propinada por un niño y un grito con todas las blasfemias que sabía.

-¡Cállate, bruja mal nacida!- le insultó pasando el cuchillo a su otra mano riendo a carcajadas, tenía un ataque de ansiedad posiblemente, quien sabe, la sangre comenzó a hacerle falta cuando su vista se hacía borrosa, tratando de ver a la sirvienta que buscaba desesperada a los señores de casa o a alguna ayuda que le fuese de utilidad. Su cuerpo cayó sobre el pequeño mar de sangre que había causado en la cocina escuchando las palabras desaprobatorias de sus padres, al fin le dirigían palabras, y se desmayó con una sonrisa satisfactoria.

Al ser venas superficiales y no una arteria pudo salir del hospital pero con la baja mirada de sus padres que no dudaron en enviarlo lejos de sus vidas, directo a Forks, donde sus abuelos lo esperaban y sabían sobre su última reacción en familia.

Desde que tuvieron la molestia de llevarlo hasta aquel pequeño pueblo nunca lo volvieron a ver, Eren apenas recordaba las voces de ambos individuos que lo dejaron en la desgracia misma, pero eso es mucho decir ya que desgracia material no tenía, sus abuelos lo consentían con el dinero que los adultos mandaban para cubrir gastos sobre el niño, ropa, alimento, gastos médicos.

Eren nunca se quitó sus vendajes hasta que se lo permitieron, notando que el dolor en su propia carne de falta de amor iba desapareciendo, no le gustaba, no quería eso, quería siempre recordar el momento en que lograron preocuparse por él, las vendas ya no le gustaban y remarcarse sus cortes se había vuelto una rutina hasta el día de hoy en donde pudo presenciar su piel trizada y el resquebrajado hielo frente a sus ojos.

Mi Príncipe De HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora