*Capítulo 9*

246 25 9
                                    

Casi un mes sin actualizar, perdonen.

-+-+-+-+-+-+-+-+-+-

-¡No sientas!- le gritó Mikasa antes de darle una cachetada, su hermano le había contado las vergüenzas que había pasado para tener a disposición suya a Eren sólo por el capricho de su corazón.

-¡¿Por qué no puedo?!- le preguntó de la misma forma aguantándose las lágrimas y tragando el dolor creciente sobre su pecho.

-¡No quiero recordarte la última vez que expresaste un sentimiento!- sentenció su hermana caminando de allá para acá con los nervios a tope. Sus pasos resonaban por la casa algo vacía y triste y su cuerpo reaccionaba conforme la furia se acrecentaba en su corazón y su memoria.

-¡Pero eso fue hace mucho! Estoy seguro de que puedo crear algo con él.- sus palabras eran tímidas, queriendo esconderlas en lo profundo de su ser, sus ojos se aguaron casi al borde de las lágrimas.

-¿Quieres algo con él?- ironizó la pregunta antes de soltar una pequeña risa casi de burla, estaba despechada y no quería que su hermano sufriese lo mismo, porque los rumores llegan a los oídos y salen por las bocas más rápido de lo que uno cree.

-Si.- afirmó alzando la vista para verla mejor, pero otra cachetada le interrumpió.

-No seas idiota.- le recriminó tomándolo del mentón para que la viese directo a los ojos- No tienes por qué enamorarte, no debes.- le aclaró con la voz más calmada al igual que su mirada, siendo comprensiva o eso quería suponer.

-Pero...- titubeó largando una lágrima causando un enorme recorrido por su piel quemándole con desespero, la piel pálida tenía inmensos caminos de color rosado débil-. Lo amo.- volvió a aclarar.

-¡Que no debes amarlo!- gritó soltándolo de un amague alzando la mano lista para darle otro golpe, cegada por el dolor de su corazón y un nombre que cruzaba su nombre dolorosamente.

-¡Cállate!- soltó provocando ardor sobre su garganta, acumulando su odio en todas las lágrimas y dispersándolas con velocidad, como si fuesen flechas; llegó a romper ventanas, destruir cuadros e inclusive logró que el hielo fino atravesara las paredes, sin saber que una le había dado al pecho de su hermana.

Mikasa ahogó un jadeo de dolor al sentir la estaca de cristal enterrarse en su corazón, su mano se aferró a un objeto inexistente antes de caer contra el suelo. Llevó ambas manos a su pecho tratando de retener el sangrado, pero le fue imposible, su cabello comenzaba a teñirse de blanco y sus pies helarse vehemente.

Levi se asustó y trató de tocarla pero avanzaba unos pasos y congelaba el piso, el terror en sí mismo se hacía realidad. Se hizo un monstruo. Su hermana le miraba adolorida, tratando de hablar y alzando su mano para tocarle la mejilla, pero no pudo.

-Levi...- gimoteó sintiendo la escarcha subir por su torso, la sangre ya no circulaba con normalidad, su vida se estaba acabando.

-Mikasa.- lloró con ella, tomando su mano con miedo y tratando de detener lo que había hecho, aun a sabiendas de que era imposible. Sus manos fueron manchadas con la sangre de Mikasa y su alma con las lágrimas propias, los gritos ensordecían su cuerpo. Y sus ojos se cegaron al momento en que vio los suyos cerrarse

En sus brazos se encontraba un frío cuerpo, atrapado entre el odio, el rencor y recuerdos que terminaron por congelarse; los ojos oscuros de Mikasa estaban cerrados, sus párpados soltaron la última lágrima de su corazón lleno de frustración. Se había ido llevándose consigo memorias felices de momentos que creyó haber perdido. Como la primera palabra que ella había dicho, o el primer beso de su madre.

Los pobres doctores del pueblo examinaron el cuerpo y sentenciaron hipotermia profunda, y mucho no se equivocaban. Mikasa había presentado la mayoría de los síntomas durante su leve estadía, los escalofríos continuos y su piel tornada más pálida que de costumbre. El dolor de cabeza, sus músculos tensos sin responder a las órdenes dadas. Tarde o temprano moriría.

Tres días tomó para poder enterrarla debidamente.

Fue sepultada vestida de blanco, rodeada por flores artificiales que se pudrirían en lo profundo de la tierra y con miles de lágrimas de parte de una persona. Levi la enterró solo cuando el cura de la única iglesia le había dado su pésame más sincero, las manos le dolían de cargar y lanzar tanta tierra, llorando con fuerza al ver el ataúd de su hermana cerrado, quitando la libertad a su cuerpo pero no a su alma.

Extrañamente nevó ése día, y la lápida de Mikasa fue cubierta con su nombre bien tallado en cursiva que fue trazado por el dedo índice de su hermano, se movía lento para guardar en su memoria el nombre de su hermana, de su familia. El hielo hizo su magia engrapando aquel nombre con su trasparencia, como si fuesen diamantes.

Se recostó contra el mármol sin dejar de llorar, mirando de costado las tumbas que le seguían. Su familia. Besó los escritos de su madre y colocó una flor mal trecha sobre el de su padre, extrañamente había un espacio vacío al lado y por un impulso de idiotez se recostó ahí, siendo cubierto su débil cuerpo por los miles de copos de nieve.

-Así que tú sigues -. Se burló Eren. Se paseaba con total libertad y aire de superioridad por un lugar tan silencioso y respetado, su sonrisa llena de sorna nunca estaba demás; se sentía feliz al ver a Levi tan miserable y vulnerable.

Levi no prestaba atención a nada, su cuerpo se había ido al igual que su alma por milésimas de segundos mientras apreciaba el cielo nublado de pompones blancos que se dejaban caer lentamente, quemando sus mejillas, ansiando atravesarlo y llegar con su familia. Pero su mano no alcanzaba a tocar el cielo que tanto ansiaba, y se sintió solo, perdido en éste mundo tan cruel y frío que no hace más que perforarle en su corazón una soledad que no será remediada en mucho tiempo. Sus sollozos se hacen escuchar por todo el cementerio, rebotando en la nada y en los oídos de Eren quien no sabe qué hacer, queda perplejo al ver a Levi derrumbarse tan pronto, como su mano se aferra a la tierra y entierra sus uñas con desesperación.

Decide dejarlo en soledad, decide que es mejor dejarlo con su familia, con sus pesares y lágrimas. Fue muy torpe de su parte. Antes de irse le dedica una última mirada de lástima a Levi, sus labios tiemblan pero no sueltan palabras.

...

Levi volvió a su casa con las ropas sucias y el cuerpo temblándole a cada paso que daba, había estado cerca de media hora siendo enterrado por la nieve, sus labios estaban morados y sus ojos se apagaban por las ojeras grises tan opacas sobre su fino rostro.

Llenó su tina de agua caliente y se desnudó, apreciando frente al espejo sucio su figura, remarcando sus clavículas y su estómago plano. Antes de hundirse en la bañera comió como nunca, consumió todo lo que había en la heladera, variados entre el queso y carne de la noche anterior, bebió leche caducada y un agua gasificada. Al rato vomitó un poco, casi se cae por el agua que inundaba el baño.

Su cuerpo se dejó adormecer por el placer de una buena ducha.

(...)

Mikasa descansaba en paz con flores de plástico adornando su cuerpo.
Ése mismo día paró de nevar.

Un sollozo lleno de palabras arrepentidas era el silencio del cementerio, los árboles no eran sacudidos por el viento como se acostumbraban, pareciese que a las aves les habían cortado el canto y las personas se organizaron para no salir de sus casas. Lagrimas regaban la tierra húmeda, flores coloridas y vivaces fueron puestas sobre el mármol, un beso se posó sobre su nombre.

Y el último "lo siento" resonó en un vacío. El arrepentimiento de Historia era real.

Mi Príncipe De HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora