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Niall POV

Aún me acuerdo del momento exacto en el que me enamoré de Valerie Dare. Sólo hacía una semana que la conocía, y sus ojos seguían en el mismo azul  fuese noche o día, cómo si no quisiesen perderse nunca nada, cómo si todo fuese a esfumarse en segundos. Me enamoré de ella bajo las tenues luces de lo desconocido e intrigante. Confianza prematura. Cariño. No se molestó en lavarse el maquillaje corrido de la cara y me enseñó su sitio favorito del mundo. Así lo llamaba ella. Pero fue cuando sonrío. Entonces sí que estaba perdido. Fracasado. Hundido. Esa sonrisa era como un beso tímido, como un amor secreto. Le salió de improvisto, acompañada del brazo de un sentimiento descomunal. Llegó sin aviso. Sincera, pura, auténtica. Valiosa. Dulce como la vainilla. Estaba preciosa, y entonces supe que el mundo guardaba secretos como ella que nunca descubriría ni entendería por mucho que buscara, que había llegado demasiado tarde a vivir de esa forma y que no quería irme a ningún sitio. Y que estaba enamorado.

Cualquier persona a la que le explicara los acontecimientos sucedidos durante los dos últimos días me diría que estoy loco. Pero soy optimista, así que ha ido básicamente así: fiesta de Anissa (cuestionable selección de chicas que atendieron), supuesto Whisky Mist (el video fue lo mejor), espacio en blanco, Los Ángeles (con la memorable poca longitud del vestido de Valerie que hizo del despertar algo más placentero), desayuno, hotel, dejar a Valerie en su habitación, hablar con un representante de Modest! en la piscina, Valerie bajando a la piscina como el ser humano perfecto que es y los ojos relucientes.

Le he dicho a Valerie que no ha cambiado en nada, pero está irreconocible. Antes, cuando mirabas Valerie Dare veías a una chica que tenía un mundo completamente suyo en su mente, y era un ser humano perfecto. Ahora, cuando miras a Valerie Dare ves que el mundo de su mente ha barrido sus fronteras y se ha formado exclusivamente en la vida real, y sólo es Valie quién se somete a él. Es difícil de explicar, pero se resume en que la Valerie inocente (aunque no por eso no inteligente) de antes ha dejado paso a otra no-muy-fácil-de-darse-cuenta infeliz, pero más fuerte, y madura, y creo que eso la hace un ser aún más perfecto.

Porque yo, que “he cambiado tanto” sigo igual. Bueno, igual por ella, no igual por… los belgas, por ejemplo. Ahora los belgas me caen bien. Pero por ella sigo igual. De enamorado y eso. De en el loco proceso de entender su cabeza, entender cómo ha podido meterse en la mía, y de quererla, sin importar cómo, ni porqué, sin importar que no quiera quererla, porque yo nunca pedí quererla. Quererla me vino a mí cómo un terremoto, cómo un día de lluvia en julio. Me vino a mí cómo la marea que acecha las playas de Los Ángeles, arrasando y llevándoselo todo, con sonrisas y calma, dejándolas nuevas, frescas y completamente irreconocibles.

-¿ESTO es lo que tú llamas pasar desapercibidos? –exclama, una vez salimos de recepción (no sin que mirara antes que no hubiesen paparazzis ni cámaras cerca) y  ve el coche aparcado en primera línea. Algunos turistas le toman fotos, pero no me preocupa demasiado. A ella sí. Es descapotable, de esos caros, y de edición limitada. Le dije a Richard, uno de los mánagers, que nos alquilara un coche especial, uno que me gustara. No esperaba esto. Valerie tampoco. Oh, felicidad Valeriana, cuánto te he echado de menos.

Nos metemos dentro. Del coche, eh. Y lo primero que Valie hace, antes que ponerse el cinturón, que colocar en el suelo el bolso que lleva, o ponerse bien el pelo o cualquiera de esas estupideces que se hacen, antes que todo eso, Valerie pone la radio. Porque sí; y yo, tu, y el mundo tiene que lidiar con eso. Giro en silencio por Carrier’s Avenue mientras una balada de The Owl City suena en monótono. Se pone mis gafas de sol y entrecierra la cara en el respaldo de su sillón delantero.

-Me duele la cabeza –gime.

Silencio. The Owl City deja paso a un éxito de hace mucho tiempo, no me acuerdo de quién. La melodía es pegadiza.

-Me duele mucho.

-Lo sé –respondo -. Ayer no es que la cuidaras mucho.

-Ni sé qué hice ayer –se endereza y me mira. Lleva el pelo enredado. Su pelo negro oscuro, muy oscuro, muy enredado. Me pregunto si se habrá peinado. Me pregunto por qué no habrá hecho efecto. Me pregunto por qué no estará fea, como la gente normal con el pelo enredado.

Me gustaría besarla, pienso.

Me gustaría tenerla, pienso.

Me gustaría que todo volviese a ser como antes, pienso.

Amigos. Jodidos amigos es lo que somos. Soy un desgraciado. Debo dar pena. No quiero ni pensar qué estarán diciendo todos en Londres. Todo el mundo, de paso. Valerie y Niall juntos otra vez. PUES NO, SEÑORES Y SEÑORAS. SÓLO SOMOS AMIGOS. QUÉ TAL ESO, EH, ¿A QUE JODE? IMAGINATE A MÍ. Solo. Jodidos. Amigos. Me va a dar algo.

-Creo que ayer nos drogaron –afirma.

-Yo también –no lo hacía, pero ahora que ella lo ha dicho veo que es una posibilidad apreciable -, si no, nos acordaríamos de todo lo que pasó. El alcohol sin más no te puede dar amnesia.

-Ahora ya me da igual lo que nos pusieron. Sólo quiero encontrarme bien.

Insulta un poco más al mundo y yo le dejo hacerlo, pero luego me doy cuenta que me mira mientras conduzco. Me gusta que lo haga, y me mata no saber qué está pensando.

-¿Qué estás pensando? –digo sin mirarla.

-Que la última vez que condujiste conmigo a tu lado te grité que no te quería. Y que te odiaba. Me acuerdo que no dijiste nada en todo el viaje, y me dejaste en casa. Me acuerdo que te dije que no quería volver a verte nunca más.

Valerie hace este tipo de cosas. Su cabeza va a tres mil por hora y piensa muchas cosas a la vez. Te dice lo que quiere, y no importa que yo esté enamorado de ella, porque lo dirá igual. Y yo tendré que lidiar con ello. Hube un tiempo en el que estuve a su lado, luchando contra las batallas de su cabeza. Hubo un tiempo en el que conseguimos ganar algunas. Ahora parece estancada entre su mundo y el real.

-Tu yo de antes deberá estar odiándote.

-En verdad sabía que algo así pasaría –admite -. No dijiste nada en todo el trayecto.

Silencio.

-¿Por qué dejaste que te gritara todo eso? –parece que ha estado queriendo formular esa pregunta desde hace mucho tiempo. Seguramente así es.

Entonces sí la miro. Por suerte, estamos en un semáforo. Si no estaríamos los dos muertos.

-No estabas pensando en serio… -empiezo.

-¡Te creías lo que decía! ¡Me dejaste gritarte porqué de verdad creías que no te quería!

-Valerie.

-Mírame a la cara y dime que no. Niégame que no dijiste nada porque te lo creías. Venga.

-Valerie para.

-Sí que te quería –sus ojos me analizan, intentando encontrar cualquier rastro emoción. Me obligo a mantenerme neutro, porque puedo cargar con el peso de ser amigos, pero no creo aguantar con que sepa que no lo he superado. Porque no puedo ser más miserable.

-¿Por qué haces esto? –es lo único que puedo decir, para que la herida deje de sangrar -. ¿No eras tú la que quería esta mierda de sólo amigos, de no recordar nada de lo que pasó? Que así sería mucho mejor.

Silencio.

Antes nunca había silencios.

Tendré que ir acostumbrándome, porque no parecen ir a menos.

-Lo siento –dice. Silencio-. Estás siendo tan amable… y entiendo tan pocas cosas… –silencio-. Es sólo que… me duele mucho la cabeza. Lo siento mucho.

-Duérmete –susurro, porque dudo que pueda hablar más alto-. Llegaremos al restaurante en veinte minutos.

EnchantedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora