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Niall es el primero en ir en mi busca. Parece no importarle que el baño sea de chicas.

Cuando llega a mi lado me aguanta el pelo de cualquier manera. No hace falta que me mire al espejo para saber que estoy horripilante. En silencio, agradezco le agradezco la ayuda, pero no tengo mucho tiempo para pensar en él, ya que lo único que mantiene mi cabeza a flote es la preocupación de los vómitos y las constantes arcadas. Parecen no acabar nunca.

Poco a poco voy sacándolo todo. Y, a la vez, consigo liberarme de la sensación de ahogo y taponamiento. Hago esfuerzos por recomponerme, y Jake, a quién no he visto llegar, echa a las dos únicas chicas que se encontraban en el baño y nos deja a los tres solos.

Me siento más mareada que nunca y me irrita no ser capaz de entender todo lo que está pasando; únicamente logro captar fragmentos y frases entrecortadas de la conversación de Niall y Jake, algunos ceños fruncidos y hasta noto algunas caricias  en mi frente y mano. Mantengo los ojos cerrados en todo momento, es la única forma que amortigüe todas las voces.

Me estoy ahogando, pienso al principio. Pero no, luego he caído en la cuenta; esto no es ahogarse, esto es querer ir hasta la superficie, con todas tus fuerzas, y nunca llegar a ella.

No tengo ni idea de dónde puede provenir el dolor; el mareo y los vómitos. No he bebido lo suficiente para vomitar y nada de lo que he comido estaba en mal estado. De lo contrario, Nick, Kathy y los demás estarían como yo. Sigo pensando en eso cuando me doy cuenta que llevamos prácticamente media hora en este baño, y en un momento alguien nos trae mi cazadora y mi bolso. Dos manos me ayudan a levantarme del suelo. Me pregunto si, al llevar falda, se me hayan visto las bragas alguna vez. Luego me doy cuenta de que, ahora mismo, eso no me importa en absoluto.

-Nos vamos ya al hotel –oigo decirle Niall a Jake-mañana os llamo y os digo qué tal está.

Al abrir los ojos, me asombra saber que he aparecido en el coche. Es como si el plazo de tiempo entre el baño del Raspy Poop y el camino hacia el coche no estuviera, se hubiese roto en pequeñas partículas y hubiesen sido perdidas entre las indiferentes caras de la gente de Los Ángeles.

-Estamos llegando al hotel –murmura Niall entre semáforos -. Se te ve mejor.

Noto como me sube la fiebre y cómo, a pesar del viento que se cuela por la falta de techo del coche, no paro de sudar. Apoyo la cabeza en el respaldo, y me permito mirarle como solía hacerlo. Con toda la calma y el tiempo del mundo, fijándome en su marcada mandíbula, en la forma en que se amplía en los pómulos, éstos con su ligero rubor usual. Su boca es una fina línea recta, y su ceño se intercala entre preocupación y nerviosismo. Pero su expresión, en general, aparenta tranquilidad. Quizá lo simula, para darme apoyo.

Me acaricia suavemente la mano, me la coge y la coloca en la pequeña palanca entre los dos asientos. Cada vez que necesita cambiar de marchas coloca la suya encima de la mía, y mueve las dos con rígido, pero cálido, movimiento. Su tacto me reconforta.

 “Los Ángeles es más bonita por la noche. Con la oscuridad invadida por las luces del consumismo y la mano de Niall junto a la mía”. Eso es lo único que puedo pensar; pero, mientras el coche sube la entrada del hotel y lo veo, veo lo que hay esperándonos, me doy cuenta de lo estúpido que es ese pensamiento.

Pero, en verdad, la estúpida he sido yo.

Paparazzis. Uno tras otro, con sus grandes cámaras negras, sujetadas como si fuesen su mayor y único tesoro, y sus flashes que parecen cegarnos con cada “clic”.

-Mierda, mierda, mierda… -va murmurando Niall cuando los ve. Mueve el volante bruscamente, intentando encontrar una salida para llegar al aparcamiento.

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⏰ Última actualización: Feb 21, 2014 ⏰

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