Rompiendo el azul con los dientes.

Y te cuelas...

Y TE CUELAS...

Pasas de puntillas por mi cotidianeidad, caminando despacito y silencioso.

Sin saberlo te cuelas en ese momento en el que dejo la mente en blanco y la mirada perdida en alguno de los azulejos de la ducha, el agua se pierde dibujando mis redondeces y yo me evado del mundo antes de que mi mundo huela a tiza y a napolitanas de chocolate.

Repites la jugada mientras que conduzco y en la emisora del coche suenan los primeros acordes de "Si te vas...". Y entonces recuerdo otros trayectos con el sol haciendo brillar las lunas del coche, canciones que en tu voz parecían tener más categoría de canciones. Recuerdo la ilusión que destilaban tus ojos sabiendo cual sería el próximo destino de nuestros pies ansiosos de vida y el gesto de agradecimiento que nunca perdiste ni cuando cansado te quedaste alguna vez dormido a mi lado.

Repites visita una vez más a mitad de la mañana cuando camino por el pasillo y pienso en la algarabía de chiquillos que con una diferencia de diez minutos tú también escucharás... lugares diferentes pero el mismo ritmo que nos hace felices.

Y cuando llega la noche y pienso en emprender un corto viaje hacia el país de los sueños vuelves a visitarme para hacer que recuerde que mis brazos siguen vacíos ansiosos de tus brazos. Dementes de un cariño que lo único que ha hecho con los años (y a pesar de todo) es echar raíces y volverse fuerte en mi corazón.