Manos

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7 de Diciembre de 2003

Kanto se había vuelto un caos desde el enfrentamiento público de L y Kira.

Las personas, incluso sin sus mantos de anonimato que el internet les otorgaba, proclamaban su apoyo al llamado Dios de la Justicia. Los foros web se alimentaban de ese misterioso justiciero cuyos poderes podían crear el orden en el mundo.

Cass había encontrado muy pocos que apoyaran a L.

No le molestaba. Incluso sabiendo que lo que Kira hacía estaba mal, no podía evitar sentir una leve admiración por ese desconocido y tenía la impresión de que su hermano también.

La cabeza de la joven había sido bombardeada durante toda la noche, en sus exploraciones, con la información que ocultaban las redes sobre el mítico personaje y si bien la mayoría de las cosas que veía eran basura algo le llamó la atención.

Muchos seguidores de Kira son gente poderosa, muy poderosa.

Obviamente no lo hubiera sabido si no se hubiera tomado varias horas de la noche en rastrear las cuentas de aquellos anónimos que les llamaba la atención y Voila! mucha gente rica había metido sus narices en el culto informático del asesino de asesinos.

Y esto a Cass no le sorprendía, le preocupaba.

Gente de prestigio, influenciada por una sola mente. Dueños de bancos, empresarios, jueces o fiscales de renombre, todos a los pies de Kira.

El sólo hecho de pensarlo le daba escalofríos.

-Su café, señorita.

La voz de la cajera la quitó de sus cavilaciones por un momento, aunque raras veces paraba de pensar. Con una sonrisa, ella tomó el vaso descartable y agradeció antes de retirarse del local.

Eran casi las ocho en punto de la noche. Kanto resplandecía con todo su esplendor cuando el sol abandonaba a los habitantes, lo suficiente como para llamar la atención de Cass, quien respiraba el suave aroma primaveral que le traía la brisa y contemplaba las pantallas de los edificios o las luces en las calles. La clase de mundo que ella disfrutaba, la clase de mundo en el que ella navegaba.

Caminó por las calles con sus manos alrededor de su taza de café en dirección al Hotel, cuya dirección había marcado con letras apuradas mientras le quedara tiempo en la red.

Por alguna extraña razón, estaba en calma. De hecho, le sorprendía no estar temblando como una niña pequeña en una noche de tormenta. Sus ojos, fríos como siempre mostraban una serenidad que hace unas horas no tenía. Aunque estaba segura de que eso se debía a su capacidad de adaptación, una que tuvo que aprender a dominar en el momento en que decidió trabajar como detective. Y si bien no tenía la inteligencia excepcional de su hermano, Cass tenía la increíble capacidad de adaptarse a cualquier situación, sin importar lo difícil que fuera.

Incluso volver a ver a L luego de tantos años de separación ¿Habían sido tres años? No estaba segura, aunque ella siempre recordaba su cumpleaños y se aseguraba de que de alguna manera, él supiera que lo hacía.

Lo único que esperaba era que él no la odiara por lo que había hecho ni que pensara que ella no sentía nada por él. Nada podría estar más lejos de la verdad.

Cass lo amaba, que Dios la perdonara, lo amaba tanto que le dolía.

Pero había pagado caro sus sentimientos, L no tenía reparos en lo que hacía o decía. Estuvo claro desde el principio que él nunca la había visto como una hermana pero el fantasma de sus padres le recordaban lo sucia que había estado por el pecado que había cometido.

Herejes - (Saga Los nombres de Kira) Parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora