Huellas

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"Cass era pequeña cuando sus padres comenzaron a recibir las amenazas.

No contaría con más de 14 años en ese momento y si bien sus días de niñez se veían opacadas con diversas actividades educacionales y culturales, ella sabía que no era normal ver a su madre llorar de esa manera.

Había roto algunas cosas de la casa cuando era traviesa y su madre la había regañado muchas veces, pero nunca la había visto de esa manera. Era como si alguien hubiera reemplazado a la mujer amorosa y solemne que ella era por una que siempre temblaba de miedo y sus ojos desorbitados analizaban cada rincón de la casa.

Su padre no era la excepción pero Cass había aprendido a no interferir en sus asuntos con preguntas. Una vez lo había intentado y él le gritó tan fuerte que no se atrevió a hacerlo de nuevo.

Algo estaba pasando con su familia y ella no sabía el motivo, pero tenía el presentimiento que ella era el objetivo.

No podía asegurarlo, pero en ese tiempo, Cass se había vuelto muy buena leyendo a las personas y era bastante consciente de las constantes miradas hacia ella y lo que hacía.

Había soportado esa situación por varios meses y fue en ese tiempo que sus miedos comenzaron a aparecer. Habían comenzado con ataques de ansiedad, en los que Cass se esforzaba por contener sus llantos en un vano intento por no preocupar más a sus padres, refugiándose entre las sábanas de su cama y dejando que las almohadas ahogaran el sonido de su respiración entrecortada y sus llantos de desesperación.

Y un día, L llegó.

Sus padres la habían sentado en la sala y frente a ella, sentado en cuclillas y observándola con intensos ojos oscuros, se encontraba un adolescente que no aparentaba tener más de veinte años. Por un momento pensó en simular sorpresa por su presencia y así no revelar que había escuchado a sus padres hablar la noche anterior sobre el detective que iba a infiltrarse en la familia para encontrar al causante de tanto daño en esos meses. Pero no le costó demasiado simular, porque ese joven no era en lo absoluto la clase de detective que había imaginado que vendría.

Y sus ojos se abrieron como platos cuando su padre le dijo que ahora debería llamarlo hermano.

El joven sonrió y las grandes ojeras se acrecentaron un poco más."


9 de Diciembre de 2003

Kira tenía absolutamente todo lo que un gran asesino en serie debía poseer.

Era inteligente, sutil y minimalista. Le gustaba que lo vieran en cada muerte y que las personas notaran que él había sido el causante de todo ese caos. Era narcisista y egocéntrico. El cóctel perfecto para un buen asesino. Aunque la diferencia entre un matón normal y alguien como él era muy clara.

Kira tenía una moral.

Una muy radical, a opinión de muchos. Pero aún así no dejaba de ser lógica. Cass había evaluado cada posibilidad desde que había puesto sus ojos en el caso y en cada una se encontraba a si misma coincidiendo en varios aspectos del asesino.

No era la primera vez que le sucedía, claro. Cass había pasado por casos muy complicados en sus jóvenes años como detective y justamente el lograr identificarse con la moral del asesino le había salvado tantas veces la vida que ya no lo recordaba. Si L supiera la cantidad de ocasiones en las que estuvo a punto de morir dudaba que la hubiera dejado continuar con sus investigaciones. Aún así, Cass siempre se las arreglaba para que él sólo supiera la mitad de los sucesos.

Herejes - (Saga Los nombres de Kira) Parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora