Prólogo

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La lluvia era tan intensa que apenas se podía apreciar el paisaje desde la ventana de su cuarto.

Cass se acurrucó entre las sábanas de su cama, decidida a no mirar la tormenta que se desataba en el mundo más allá de su habitación.

No podía explicar su miedo a las tormentas y dió por sensata su explicación de que una fobia carece justamente de toda lógica. Aún así, le avergonzaba. Su hermano no le temía a nada o al menos eso era lo que siempre le decía.

Ella se mordió el labio cuando la luz de un relámpago iluminó toda su habitación, esperando el infame trueno que siempre le hacía sentir aterrada. Cerró los ojos con fuerza.

Había veces que deseaba ser como él.

-¿Cass?

Abrió los ojos como platos ante la voz, al principio fue oscuridad hasta que otro rayo brilló desde su ventana, mostrando las sombras retorcidas de los muebles de su cuarto por unos segundos y también a quien le hablaba, parado en la puerta.

Esta vez ella no se estremeció. Siempre perdía el miedo cuando él llegaba a su habitación, quizás porque sus ojos siempre le transmitían tranquilidad o porque sabía que cuando estaba a su lado ni siquiera un huracán podría separarlos.

Estaban hechos el uno para el otro a pesar de ser tan increíblemente diferentes, unidos por un enlace que nadie entendía, ni siquiera ellos, ni siquiera él.

Cass se sentó en su cama, la lluvia azotando los vidrios como buscando entrar para aterrorizarla una vez más. Pero ella ni siquiera prestó atención a eso, sólo en él, que aún se mantenía en su lugar.

-¿Estás asustada?- le preguntó.

Ella negó con la cabeza. Estaba segura de que la había visto retorcerse en su cama con cada trueno pero no iba a decírselo de todas maneras. Él la entendía sin siquiera escucharla hablar.

L se acercó a ella lentamente, sus pasos silenciados por su falta de zapatos y el material suave de la alfombra en el suelo. No importaba cuánto lo intentaran, ni sus padres ni Watari eran capaces de lograr que se pusiera zapatos. Decía que no podía pensar con ellos puestos y Cass le creyó, porque sólo ella sabía cuánto pensaba.

Se detuvo frente a la cama y en un nuevo relámpago que iluminó su rostro pudo ver que sus grandes y oscuros ojos estaban fijos en ella, sus ojeras oscuras bajo el ónice de sus pupilas, su tez pálida y suave. Ella ni siquiera le preguntó si no podía dormir, estaba segura de que la cama de él estaba intacta.

L dejó escapar un suspiro y se sentó en el suelo frente a ella, sus rodillas tocando su mentón y abrazándose con un brazo mientras que su otra mano se deslizó sobre el colchón, a centímetros de los pies femeninos.

-Pues yo creo que si lo estás- le dijo con voz calma.

Cass dejó escapar una risita tímida en medio de la oscuridad cuando la mano invisible de él tocó suavemente los dedos de su pie.

-L- musitó ella- dime lo que es una fobia.

Hubo silencio, la lluvia seguía azotando el mundo que ahora estaba más allá de ambos. Los dedos de él eran fríos y delgados pero Cass no encontraba nada más reconfortante que esa sensación.

-Temor intenso e irracional, de carácter enfermizo, hacia una persona, una cosa o una situación.Es una tensa manera de experimentar algo, a mi parecer.

Ella sintió la mano de L tomar su tobillo y tironear suavemente hacia él. Cass obedeció su silenciosa petición y se volvió a acostar sobre la cama, cubriéndose con las mantas que se habían esparcido en su lucha contra la tormenta.

-Dime lo que es una tormenta- volvió a pedir mientras hundía su cabeza en la almohada y miraba hacia la oscuridad, segura de también encontrar allí la sombra de sus ojos.

Muchas veces, él solía decirle que una de las mejores maneras de combatir el miedo era aprendiendo sobre ellos. A veces se requería más valentía y a veces un poco de locura, pero el miedo siempre perdía su sentido cuando la mente ya estaba preparada para aceptarla.

Cass siempre recordaba haber sentido temor por algo pero cuando trataba de discernir si él alguna vez había temido, no llegaba a ninguna respuesta.

-Fenómeno meteorológico producido por vientos fuertes. Son de corta duración y...-

-¿La gente muere en las tormentas?

-La gente muere todos los días, Cass. No sólo en las tormentas.

Ella dobló su pierna para tomar la mano de él, quien soltó su tobillo y entrelazó dócilmente sus dedos con los de ella. Otro haz de luz apareció y descubrió que él había apoyado su mentón en el colchón, aún mirándola.

Con suavidad, el dedo índice de ella comenzó a trazar círculos en el dorso de su mano.

Siempre solía preguntarle qué significaban las palabras porque le gustaba escuchar la tranquilidad de su voz. Porque a pesar de lo que mostrara la pacífica niña acostada en la cama en penumbras, Cass tenía una tormenta intensa de emociones en su interior. La voz calma de él lograba tranquilizar un poco esa tempestad que la asustaba todos los días y en una de esas luchas ella había preguntado lo que significaba esa palabra. Morir.

Era lo que le había pasado a su madre, lo que le había sucedido a los de L, lo que le sucedería a Watari algún día, a ella y a él.

Y era por esa palabra que la gente decidía vivir todos los días, para evitarla, correr de ella sabiendo que de todas maneras les tocaría. L le había dicho que morir era la palabra que servía de motor a todo el mundo.

Cass se acurrucó más en sus sábanas, acercándose a el rostro de él que observaba con paciencia como los temblores de su ansiedad se calmaban a medida que sus respiraciones se sincronizaban.

-L- un suave murmullo fue toda la respuesta que obtuvo, indicando que la escuchaba- dime que son los hermanos.

Tenía una idea de cómo definir eso: era algo impertérrito, algo sagrado y tradicional. Su prematura experiencia con la vida le había enseñado un poco sobre eso aunque no tuviera muy en claros los conceptos de padres o amor familiar, cosas que L no había experimentado tampoco, pero que sabía definir muy bien.

Sintió el cabello de él hacerle cosquillas en la nariz cuando se acercó más a la cama y apoyó su cabeza cerca de ella.

Quizás, pensó ella en la comodidad de su incipiente sueño, los hermanos eran quienes a pesar de la palabra morir, no morirían jamás.

L suspiró y el aliento cálido y dulzón de él, rozó el rostro de Cass.

-Hermanos, es lo que tú y yo somos.

Pero esa palabra, en el corazón de Cass, le dió más pesar que la tormenta que se desataba en el mundo, más allá de sus miradas.

Herejes - (Saga Los nombres de Kira) Parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora