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Pasaron dos semanas desde la ultima vez que hablé con la representante, solo llevamos dos días de hablar, y la verdad lo mejor es que se mantenga alejada de mi, no por el hecho de mi ataque, si no por el hecho de que soy un desastre.
¿Que debería hacer un adolescente aburrido en un fin de semana?, bueno, es una buena pregunta, pero ni siquiera yo lo sé.

— Vernos arriba, ¡hora de limpieza!— entró la mujer al cuarto, ya que no me he acostumbrado a ella, caí al suelo nuevamente como la primera vez. — lo siento muchacho.— dejó unas bolsas negras en el suelo y comenzó a amarrarse el cabello.

— déjame por lo menos salir de la habitación.— me levante y me disponía a salir por el baño, pero me detuvo colocando la escoba en frente mío.

— ¿me podrías ayudar? Me he sentido un poco mareada estos días y la verdad te lo agradecería mucho.— la mire atento por unos segundos, las ojeras se le notaban más, estaba pálida y por alguna razón se miraba más gorda.

— por qué no dejas de trabajar si estás embarazada.— abrió los ojos como platos y alejo la escoba de mi. — te hará daño.— río y se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja.

— por eso me gustaría que...— la interrumpí arrebatándole la escoba.

— bien lo haré, pero espero que se lo digas al viejo para que me de alguna recompensa.— tome una camisa y me la coloque, ya que había dormido en bermudas, uno ya no puede dormir tranquilo en ropa interior.

Deje la escoba a un lado y tome una bolsa de basura, comencé a meter en esta todo lo que no servía en mi habitación, como cajas de pizza, envolturas, cáscaras, refrescos, etc.

— en esta bolsa colocaras ropa que ya no uses o no te quede, me gustaría que me acompañaras a donarla.— dejó la bolsa colgada en la perilla de la puerta, sonrío y se fue hacia la habitación del viejo.

Torcí los ojos y seguí recogiendo, en total de basura fueron dos bolsas llenas y una pequeña de las del supermercado, tendí la cama y cayeron varias migajas de pan, papas fritas, tierra y algunos pedacitos de huesos de pollo. Me acerqué al escritorio y acomode los papeles que tenía en este todos esparcidos, igual que los libros. Abrí las ventanas y deje que la luz natural entrara por primera vez al cuarto, sacudí el polvo de la computadora, televisión y demás aparatos electrónicos, saque mi ropa de los cajones y la volví a acomodar por categorías, deportivos, uniforme, diario, pijamas, suéteres y chaquetas.
Al final me paré en la puerta y mire detalladamente la habitación, era increíble lo que podía lograr yo solo, me recargue en la perilla de la puerta y sentí la bolsa que había colocado la mujer, recordé lo de la ropa.

— agh...— me queje y volví a vaciar los cajones.

En realidad no había mucha ropa que no usará o que no me quedara, en total fueron diez prendas de las que me deshice.

— wow Vernos, creo que hasta limpias mejor que yo, ¿ya tienes la ropa?— se puso a un lado mío tratando de mirar la bolsa pero por instinto me aleje de ella y se la lance a los pies.

— te pediré un taxi.— tome el teléfono y comencé a marcar al servicio.

Ella asintió y jaló la bolsa de ropa a fuera de mi habitación, después entró a la del viejo y sacó dos bolsas negras repletas de ropa. — ¿eso es todo?—.

— si, no te preocupes, lo más seguro es que el taxi me ayude.— tomo todas las bolsas y comenzó a jalarlas con ella escaleras abajo.

Sentí el mismo sentimiento que con Jenna el día que la vi cargando la caja llena de papeles, la culpa me invadiría si no hacia algo.

    — yo...yo te acompañaré, dame eso.— las tome y ella comenzó a bajar paso a paso, lento, con cuidado de no caer.

Baje igual detrás de ella, abrió la puerta y cuando salí ella cerró con llave. — espera, he olvidado mi móvil.— trate de entrar de nuevo pero ella no quiso abrir.

    — Vamos Vernos, no tardaremos mucho, estaremos en casa antes de las tres de la tarde, además, ¿no crees que es bueno que compartamos tiempo juntos?— sonrío y trato de tocar mi hombro, pero me aparté.

    —¿tiempo jun...—

    — mira, ya ha llegado el taxi.— exclamó interrumpiéndome y caminando hacia este.
Subimos y me dejo estar en el asiento del copiloto.

Al llegar a la asociación, baje las bolsas y caminamos hacia adentro del gran edificio colorido, personas en sillas de ruedas por los pasillos, personas con discapacidades diferentes eran lo que llenaba el edificio.

— ¿a quién le llevamos esta ropa?— pregunte mientras caminaba detrás de ella.

— la llevaremos a la recepción y ellos la repartirán dependiendo de quien las necesite, además, pasaremos a ver a unos niños que les tengo un regalo.—

Llegamos con la recepcionista y dejamos las bolsas, además, la mujer dio una lata en donde al parecer había dinero, después comenzamos a caminar por un largo y colorido pasillo hasta una puerta grande y amarilla, al abrirla se dejó ver una gran habitación con fácil unas veinte camillas y unos catorce niños jugando en el suelo con juguetes.
— ¡hola mis niños!— grito abriendo sus brazos.

— ¡señorita Maggie!— todos los niños se levantaron y corrieron hasta los brazos de ella — la extrañamos mucho—.

— y yo a ustedes pequeños.— se levanto frotando las cabezas de dos pequeños y se acercó a mí — miren, él es Vernos viene a ayudarme este día.—

Los niños corrieron hacia mí y me abrazaron, sofocándome y además por algún motivo tenía un sentimiento de nervio y ansiedad, así que sin parecer grosero y con la delicadeza del mundo, comencé a apartarlos de mi.

— mientras que Vernos juega con ustedes, yo iré por un regalo que les tengo preparado.— sonrío y salió del gran cuarto dejándome solo con los niños y niñas.

— bueno...— me talle la nuca — ¿a qué quieren jugar?—. dos niños me tomaron de las manos mientras que los demás me empujaban de la espalda. Me sentaron en medio de la habitación y sacaron una caja que vaciaron en frente mía, llena de bloques de construcción y juguetes pequeños.

— hacer ciudad.— dijo uno de ellos.

Todos se sentaron alrededor y comenzaron a ensamblar los bloques entre sí, después de mirarlos por un rato yo igual comencé a armar.

— niños, ¡traje una merienda!— mire hacia atrás mío y me levante de golpe.
—¿Vernos?—

—¿Representante?—.

CAJA PERFECTA SIN OXÍGENO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora