James suspiró. Otra vez al trabajo. Lo aborrecía demasiado. Ya no podía ni recordar cuándo comenzó a trabajar para pagar sus estudios en la universidad.
Sus días eran monótonos. Por la mañana, a clase. Por la tarde, trabajar en la cafetería hasta las ocho y media. Después a estudiar. Apenas tenía tiempo de salir con sus amigos a divertirse como hacía antes.
Fingía que no le importaba, para convencerse a sí mismo de que era lo correcto para un chico de veinte años que edtudiaba una carrera como la suya.
Cerró la puerta de su casa y se dirigió hacia "Brioche", la cafetería/pastelería donde trabajaba.
Derecho. ¿Cómo se le ocurrió escoger Derecho? Ah, sí, fue por su padre, que siempre tomaba decisiones por él y no le dejaba llevar las riendas de su vida. Él no quería ser juez, ni abogado, ni fiscal. Lo único que quería era hacer fotos.
Le encantaba la fotografía, pero su padre opinaba que era una tontería. Al final acabó obligándole a estudiar una carrera que no deseaba. Y no se la pagaba él, debía trabajar para "valerse por sí mismo".
Entró en la cafetería y observó a la gente. En realidad, no estaba nada mal. Estaba próxima al centro, y entraban muchas personas, desde jóvenes hasta familias con sus hijos o ancianas, que normalmente se sentaban en la mesa de la esquina a hablar de sus cosas.
Le gustaba el lugar, pero estaba aburrido de pasar horas y horas preparando cafés y sirviendo tostadas francesas.
-Hola- saludó a una de sus compañeras, Gracia.
-¡Buenas tardes!- Ella era muy alegre. Demasiado, pensaba James.
-¿Cómo vamos hoy?
-Pues mal, porque entra mucha gente y no damos abasto, pero no pasa nada, todo se soluciona con entusiasmo- dijo sonriendo y quitándose unas migas de su vestido de flores.
-Claro, con entusiasmo...
-Eres un aburrido, James, tienes que darle más color a la vida.
-Sí, lo que tú digas- y se fue a las mesas mientras se ponía el delantal que constituía el uniforme.- Anda, ponte el tuyo o te mancharás.
No vio nada diferente. Todo igual a todos los días. Unos pocos tés, más cafés, algún que otro pastel o magdalena.
Al acabar el turno, puso el cartel de "Cerrado" y colgó su uniforme de una de las perchas. Sus compañeros estaban acabando de limpiar la cocina, donde Zeke, el pastelero, hacía sus deliciosos pasteles.
-Adiós chicos, hasta mañana- se despidió.
-Adiós James- respondieron algunos.
Todos se daban cuenta debque algo le pasaba. Cada día estaba más callado, más desganado. Pero nadie le conocía lo suficiente como para ayudarle. Nadie sabía lo que le ocurría realmente.
James caminó hacia su casa, tenía que estudiar. Luego, a dormir. "Mañana será otro día" se dijo.
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Ella©
RomanceÉl. Estudiando una carrera que no desea, trabajando siempre en el mismo lugar. Cansado, deprimido. Ella. Ciega por un accidente. Feliz pese a las circunstancias. Dispuesta a ayudar a quien lo necesita. Quizá solo necesitan juntarse. Quizá ella pued...