18. Daniel Te Extrañé

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Fui hasta la puerta logrando encontrarme con Daniel, lo abracé hasta asfixiarlo, sin él todo era diferente. Daniel era: de ojos marrones, apuesto, su pelo marrón, corto, su sonrisa era muy contagiosa, su actitud siempre correcta y divertido. Siempre podía encontrar seguridad cuando estaba junto aquel chico, no podía creerlo estaba frente a mí. Daniel era el hermano de Diana, por lo general siempre me llevé mejor con él. Daniel nos mostraba fotos de sus vacaciones por toda la Argentina. Diana parecía estar celosa, con ganas de matar a Daniel, siempre se llevaban así y me daba mucha risa por momentos. Comenzamos a hacerle cosquillas hasta que Diana en un momento lloraba de la risa tirada en el piso.

Contamos todo lo que habíamos hecho, le hicimos una broma donde le dijimos sobre una fiesta con gente desconocida en la que habíamos perdido el control. Se volvió loco cuando se lo dijimos, nosotras nos reíamos de sus caras de enojado hasta aceptar la mentira, se puso como loco pero después de un rato se tranquilizó. Tuvimos que contarle lo de Diana, estaba de novia con Alex, por suerte le caía bien, eran amigos, eso nos daba más miedo. Se lo tomó algo agresivo, al principio, pero después se calmó un rato, lo procesó y aceptó el noviazgo de Diana con su mejor amigo.

Para mi buena suerte Daniel nos había traído un regalo a cada una y eran iguales, para no ponernos celosas un ¡Iphone! Las dos nos encontrábamos muy contentas.

—Esperen había arreglado con Zac, iba a pasar a buscarme.

—Andan de novios —dijo Diana, afirmando.

—No... no, yo soy amiga nada más de él —dije con seguridad.

—Si claro, todo bien si son novios.

—¿Qué te pasa?, ¿a ella le dejas tener novio? pero ¡a mí no! —reclamo Diana.

Ni bien terminé de hablar con ellos, me encontré con Zac, justo frente al departamento, nos tomamos de la mano camino para hablar con María, le indiqué abrir los ojos. Quería encontrar respuestas sobre lo ocurrido con papá.

Ella contó una historia en la que eran muy felices con papá. Se habían casado a escondidas, pero mis abuelos de ambas partes se interpusieron, los trataron de separar pero. Ellos hacían todo lo posible para estar juntos, de un día para el otro mi mamá se dio cuenta que estaba embarazada, tenía mucho miedo de la reacción de sus padres. Le comentó a mi papá sobre el embarazo, él se lo tomó muy bien, nunca pensó que se fuera a poner tan contento; decidieron ir a vivir juntos, escaparse de sus padres, de toda la locura sucedida. Según ella, mi papá me amaba, siempre me cuidó pero a partir de ese día, comenzaron a pelear; lo mejor era hacer sus vidas por separado, volviendo a casas con los papás.

Cuando mamá llegó en brazos con una bebé se sorprendieron pero me cuidaron y mimaron siempre. Papá vino al palacio y quiso arreglar las cosas pero mi abuelo no quiso saber nada declarando "La Guerra de Ángeles", todos estaban muy nerviosos al igual que papá. Mamá no lo veía pero sabía lo que sentía, esto no era lo que querían, los abuelos se enfrentaron el día de la guerra, terminaron muertos. Papá y mamá quedaron con mucho dolor al perderlos, prometiéndose no volver a verse, la verdad cada vez que estaban juntos siempre pasaban cosas malas, era imposible su amor. Ese mismo día volvió al castillo con la esperanza de tenerme en sus brazos, sacar fuerzas de donde no las tenía pero cuando llegó a la habitación vio a un ángel oscuro, el rostro estaba tapado y no lo pudo ver.

—No quería que las cosas fueran de esta manera, pero la idea de ver a tu padre no va a poder ser, con él en nuestras vidas es complicado —dijo el ángel maría.

—No me importa lo que haya pasado yo lo voy a ver.

—No podes, si te llega a ver tu media hermana te mata —advirtió mi mamá—. Estuvo vigilándote y está esperando el momento exacto para atacar.

No podía impedir la guerra, esa guerra venía con todo. Tenía que estar preparada para ese momento.

—¿Usted me mando a llamar? —dijo Zac rápidamente.

—Decime María y sí te llamé... de ahora en más quiero que seas el guía de Teressa. Tu deber es ayudarla a practicar todos sus poderes.

—Si María, la voy a entrenar, confíe en mí, la voy a cuidar y proteger mucho.

Mamá me había explicado todo mi pasado, ahora sabía mucho más mi historia. Estaba dispuesta a entrenarme para esa guerra, las esperanzas no me faltaban. Nada ni nadie iba a poder detenerme, ahora sabía lo que Henry no se acordaba, iba a ser más fácil; todavía no podía quitármelo de la cabeza, esa tal Pamela no la conocía pero había declarado la guerra.

Fuimos hacia la casa de Zac a practicar, descubrí que uno de sus poderes era aparecer objetos, el otro saber los sentimientos, por eso siempre entendía tan bien lo que sentía y sabía dar tan buenos consejos, el poder de hacerse invisible no lo controlaba mucho.

Cuando terminó de mostrarme sus poderes comenzamos con algo fácil, muy similar a esgrima. Teníamos los trajes puestos por seguridad, aunque en la guerra no iba a tener mucha protección, me incliné hacia él, poniendo firme el brazo, haciendo un movimiento con la espalda que lo dejó boquiabierto.

—¡Si! me gusta —dijo sonriendo.

—No lo tomes como un juego, sabes que no te voy a lastimar pero en la Guerra no hay piedad.

Zac parecía muy serio, no lo había visto así jamás, su seriedad me daba entender que debía estar muy bien preparada para lo que fuera.

—¿No hay una manera de que se pueda evitar la guerra?

—Las cosas ya están hechas —expresó Zac.

—¡Ey! mírame, no te pongas mal. Mírame —acercándose más, provocando que nos quedáramos sin espacio.

La Guerra de Ángeles ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora