20. ¿Estás Borracho?

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Un aliento a alcohol logré sentir cuando Henry me habló; como tonta le pregunté si estaba borracho, obviamente como todos los borrachos negó todo. Cuando al fin dijo que había tomado tres copitas, parecía como si se hubiera tomado toda la botella, en ese estado, con él no se podía hablar. Pedía a gritos que contestara la pregunta, pero no sabía qué contestarle y menos en su estado, era capaz de cualquier cosa.

Tenía su cara de <<atrévete a hacerme lo que quieras>>, esa cara de invitación tan sonriente y juguetón. Me ponía tan cachonda... no era lo correcto. Él puso una música clásica de Mozart y comenzamos a bailar parecía divertido pero no podía estar divirtiéndome, aún seguía enojada y él estaba a punto de casarse con Pamela ¿debía confiar en él? Por otra parte estaba borracho, no sabía lo que hacía.

Tomé a Henry de las manos, camino hacia el baño, por suerte Diana y Daniel no estaban, lo desvestí, dejándole su boxer negro ¡era un desastre! Me encontraba toda mojada. Henry con su cara de sonriente mirándome. Ayudé a Henry a sentarse y mojarlo con agua fría, caminé hacia la habitación de Daniel para tomar un boxer de él, hasta escuchar pasos detrás de mí, era Henry totalmente desnudo, podía jurar que era más grande de lo que recordaba. Henry me miraba con cara de juguetón, me hacía sonrojar, él se dio cuenta perfectamente a donde apuntaban mis ojos, con una voz grave que me podía, dijo cerca de mí, si no quería tocarlo con un tono desafiante, podía sentirlo duro contra mí, rosando mi pelvis, me estaba excitando demasiado, no aguantaba más, en un susurro Henry comentó de estar muriendo de ganas por tocarme y ver lo mojada que estaba. No quería escuchar más, tomé el boxer de Daniel, reboleándoselo a Henry, al rato hice lo mismo con la ropa. En unos minutos llegamos directamente a su cuarto, la puerta estaba cerrada, abrí la cama tendida de Henry, recostándolo. Me sonrió y guiño un ojo para luego quedarse planchado en la cama, lo contemplé un rato, hasta quedarme segura de que iba a estar bien, después de todo me seguía preocupando por su salud, eran las 2 de la mañana, llegué a casa, entré con las llaves por las dudas de si Daniel o Diana estaban en la casa, nunca se sabía con ellos, para mi suerte no estaban, tenía varios mensajes de ellos pero no quería saber nada, solo quería dormir. No pude evitar pensar de nuevo en Henry, el celular comenzó a sonar.

—Hola Henry —dije suavemente.

—Tess te necesito, ya estoy mejor, estoy sobrio, necesito hablar con vos. Para eso fui hoy a hablarte —dijo sin borrachera.

—En unos segundos estoy ahí.

Me cambié, directo a la habitación de Henry, él se encontraba sentado en la cama, escribiendo en su diario íntimo, comenzó a decirme lo que quería.

—Perdóname por todo lo que te hice, yo sé que fui un imbécil, nunca se me ocurrió lastimarte. Sé que no merezco tu perdón pero solo...

Ni bien terminé de escuchar esas palabras, algo dentro de mí quería abrazarlo y darle una oportunidad más. Nos acostamos en su cama abrazados completamente. Hablamos sobre lo ocurrido, según él había comprendido, ya me había perdido. Fue a un bar cerca de donde vivía, cuando tomó el tercer vaso se sentía sobrio todavía, no era muy fuerte lo que había tomado.

Por su mente nunca había desaparecido tener esa esperanza de que por lo menos lo perdonara, según él sabía que era una mala idea visitarme pero no podía evitarlo, entró sin hacer ningún ruido por la ventana del comedor. Él estaba seguro, no iba a perdonarlo pero por lo menos quería dar sus disculpas, jamás había estado tan nervioso, lo ponía tan loco y al mismo tiempo podía tener paz, era algo inexplicable, me abrazó, nos quedamos un buen rato así. No quería soltarlo, estaba un poco confundida por su reacción. Esta era la despedida, estaba segura. Ambos sabíamos que luego de eso me iba a ir por la puerta y no iba a querer verlo más.

Tenía mucho frío, el chico lindo de ojos verdes esmeraldas fue a buscar un termómetro. Cuando vio la temperatura alta que tenía, estaba hirviendo, en tono sarcástico le dije que fuera mi enfermero, parecía estar contento por ello. Me acercó un vaso con sangre, Henry a mi lado ¿cuándo había llegado a mi cama? Seguro había sido Henry con su magia, de la nada me salió un te amo, parecía más contento de lo inusual con su ego muy alto.

Desperté en mi cama y el celular sonó, luego leí el mensaje de texto, me acordé de la noche anterior. <<¿Qué hice?>>, hacía mal en perdonarlo pero la verdad no podía olvidarme de él, solo quería estar con él, despertarme con él, reirme, besarlo. Vi la hora, eran las 11.00 am, ya era tarde para ir al colegio, seguro Diana me había tomado la temperatura y no quería despertarme.

Llamé a Henry, y sin darnos cuenta ya estábamos enfrentados justo arriba de mi cama a punto de besarnos, le comenté que en toda la semana había tratado de olvidarlo, cuando vino a casa la primera vez me daba ganas de matarlo pero al mismo tiempo me daba ganas de abrazarlo, me arrepentí por no haberlo hecho, se apareció otra vez, esta vez me daban ganas de abrazarlo, en ese momento tenía bien en claro, estaba decidida a perdonarlo.

—Gracias, perdón, ayer vine en ese estado y la otra noche también, no soporto pensar en la idea de perderte no lo puedo resistir—expresó Henry.

—Está bien, te entiendo.

—Pamela, tu media hermana, me hizo que la mirara a los ojos, estuve a punto de besarla pero pensé en vos y el hechizo se deshizo, logrando saber lo que ella había intentado conmigo.

—¿Y tu mamá?

Pregunté queriendo saber de ella, estaba ansiosa por conocerla. Al parecer todo era peor de lo que imaginaba. Des maltrataba a su esposa. Henry ayudó a que su mamá estuviera segura en la casa pero sin que Des supiera. Henry parecía más feliz ahora que tenía a su mamá junto a él, al parecer no había hecho todo mal al pedir el deseo.

Me preguntaba cómo era mi papá Federico, según Henry, tenía los mismos ojos, el cabello del mismo color, era alto, oscuro, serio. Siempre hablaba de mi, Henry jamás le dijo a Federico que me conocía, para mi seguridad con Des. Debía hacer el hechizo cuanto antes, era perfecto el plan, con el hechizo todos iban a verme diferente.

—Está bien háganlo, pero Henry cuídala —dijo María.

A partir de ese día con el permiso de Des, el padre de Henry, comencé a trabajar como Vanessa la empleada doméstica, encargada de las tareas del hogar y para ayudar a Rosa que siempre hacía las cosas sola, sin ninguna queja aunque se notaba su cara de cansancio pero siempre era simpática y sonriente a pesar de todo. Con respecto a Vanessa todos me veían como una chica de pelo marrón, con ojos miel, cuerpo delgado, alto pero en realidad era yo y Henry únicamente podía verme como realmente era, por otro lado y muy importante mencionarlo el hechizo duraba solamente del lado de los ángeles de la oscuridad.

Henry por otro lado me estaba volviendo loca, diciéndome que todo era una locura, su mamá tampoco estaba muy de acuerdo con todo, el padre de Henry no sabía nada sobre la ayuda a su madre, lo cual era una ventaja y mucho menos sabía lo de "Vanessa".

—¿Esta es la nueva sirvienta? —dijo Pamela, aquella que era mi media hermana.

La Guerra de Ángeles ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora