7. ¿Qué pasó conmigo?

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"El tocar fondo puede ser la mejor oportunidad en la vida de alguien, cuando todo se ve perdido, cuando el ego se encuentra en una gran crisis es la mejor oportunidad que tiene el ser de surgir, conozco personas que su camino hacia la iluminación lo comenzaron gracias a las crisis más fuertes de su vida..."


Anónimo


Paris

Caminé sin rumbo por la avenida hasta que me paré en seco para observar donde me encontraba, el centro. Mi casa se encontraba un poco alejada de aquí, siempre me gustó la tranquilidad y la privacidad, así que el centro no era mi lugar preferido para estar.

Seguí caminando por lo que parecieron horas, la noche ya había caído. Logré ver a lo lejos un bar y sin pensarlo dos veces me dirigí a ese lugar.

No era un lugar agradable para una chica como yo pero eso no me impidió entrar. Tomé asiento en la barra, llamé al Barman y le pedí lo más fuerte que tenía, quería hundir mis penas en alcohol, aunque sea olvidar mis problemas por un rato. No podía creer lo que había pensado, esa no era yo.

Claro que sí, estas destruida, hundida. Más abajo no puedes llegar.

Es cierto, ¿qué puedo perder?

El Barman se fue y regresó minutos después con una bebida transparente, Vodka Spirytus. Si no me hubiera dicho lo que era, habría pensado que era agua pero luego de darle un trago supe que estaba equivocada, sentí como quemaba cada parte de mis entrañas. Era como si estuviera bebiendo lava, era muy fuerte, demasiado para mí.

Cerré mis ojos repentinamente para disminuir el calor que me había provocado ese trago. Cuando los abrí, me empecé a reír de la nada, de mis problemas, de las personas, de todo lo malo en este mundo. Creó que por fin perdí la cordura completamente.

Estoy feliz, era como sacarme un peso de encima, por fin tirar la mochila que cargaba con tanto peso pero sabía que ese efecto era momentáneo por lo que seguí pidiendo más de esa bebida milagrosa.

No sé cuántos tragos tomé, solo sé que había muchos vasos sobre la barra y empezaba a ver doble.

Uno, dos, tres... Perdí la cuenta después del tercero y mientras me reía como una hiena, alguien tocó mi hombro. Giré tan rápido que pensé que me iba a caer pero la misma persona que llamó mi atención me atrapó por la cintura y me acercó a su cuerpo. Alcé la vista y era él, estaba tan borracha que no podía modular ni una palabra o... ¿Era el miedo que me provocaba su presencia? Claro que era miedo, estaba aterrorizada.

-¿Por qué no vamos a un lugar más privado, como en los viejos tiempos?- Murmuró en mi oído.

Me estremecí en mi lugar y sentí como la sangre no circulaba en mis venas ni tampoco como mi corazón latía. ¿Habré cruzado para el otro lado sin darme cuenta?



-No otra vez, por favor...-Susurré con la voz entre cortada por un sollozo que ansiaba salir, él sonrió con mucha perversidad haciéndome sentir como una niña débil e indefensa, otra vez.

-Harás lo que yo te diga, sino pagaras las consecuencias.- Algo frío tocó mi estómago y cuando bajé la vista, mi corazón empezó a latir de una manera sobrenatural.

Un arma...

Esta vez iba asesinarme si no le hacía caso. Subí mi mirada de vuelta y la fijé en sus ojos, eran oscuros como la noche y reflejaban odio, irá, miedo.

Me obligó a salir del bar, casi no pudiendo caminar por el alcohol que se encontraba en mi sistema y el miedo que me provocaba estar junto a él de nuevo, esa no era una buena combinación aparte de que tenía mi visión nublada por las lágrimas que caían de mis ojos. Casi caigo en la calle, pero él me agarró con fuerza del brazo para evitarlo, tan fuerte que dejé escapar un pequeño grito de dolor.

-Deja de ser tan estúpida por una vez en tu vida.- Gruñó en voz baja.

Me llevó arrastrando hasta un callejón solitario. Estaba muy asustada, demasiado. Una vez más cerré mis ojos con fuerza, tratando que la tierra me tragara pero no era así, me tenía acorralada una vez más, mi destino estaba en sus manos y por lo que vi en sus ojos no tenía pensado dejarme ir sin antes jugar conmigo como lo había hecho la última vez.

Samuel

Estaba durmiendo plácidamente en mi cama cuando percibí un gran dolor en el pecho que me hizo estremecer. Ella estaba en problemas, por un momento pensé que solo era mi imaginación, hasta que después de agudizar el oído, escuché como pedía ayuda. Traté de localizarla rápidamente dónde se encontraba y me di cuenta de que no estaba muy lejos de aquí, tan solo a unas dos cuadras del departamento.

Bajé rápidamente las escaleras y corrí por las oscuras calles en busca de la chica que pedía ayuda desesperadamente. La escuché gritar, otra vez, dentro de un callejón y no perdí mi tiempo, entré a una velocidad sobrenatural, me acerqué y grité que la soltara. Solo espero que él también lo haga, porque por ella, lo haría sin pensarlo.

Él golpeo con su puño su hermoso rostro y fue ahí donde exploté. Me acerqué de forma amenazante a él, echando humo por mis orejas y al sentir mi presencia se separó abruptamente de ella.

Mi princesa no dudó y al tener la oportunidad de escapar, corrió hasta mí y me abrazó por la espalda. Estaba temblando, no sé si por el frío o por el miedo, por lo que giré mi rostro para mirarla de reojo sobre mi hombro, mantenía los ojos cerrados abrazándome con fuerza, como si su vida dependiera de ese extraño que había visto dos veces en la vida, con la esperanza de ser salvada.

Escuché una risa que retumbó en todo el callejón, era el mismo hombre que había golpeado a Paris. Fijé mi vista en dirección al frente y al hacerlo escuché un susurró proveniente de la joven que estaba a mis espaldas.

-Tiene un arma...- Dijo con la voz entrecortada, estrujándome un poco más contra ella.

Era verdad, tenía un arma y estaba apuntando justo a mi cabeza pero no tuve miedo por mí, el simple hecho de que las armar humanas no pueden lastimarme me tranquilizaba, pero temí más por la vida de ella que por la mía.

-Suéltala, ella es mía y no me gusta que toquen mis juguetes.- Dijo entre risas amargas.

Escuché un sollozo en mi espalda y lágrimas que mojaban mi remera, sabía que estaba asustada, lo sentía en cada fibra de mí ser. Tomé sus manos e hice que me soltara, ella por su parte no dejaba de llorar desconsoladamente. Me acerqué a ese tipo y tomé su mano rápidamente para que soltara el arma, ésta cayó al suelo y me apresuré a propinarle un golpe.

Le di unos buenos golpes para que quedara tendido en el suelo y cuando me estaba por dar la vuelta para ir con Paris, el desgraciado me pateó las piernas, haciendo caiga al suelo junto a él. En un rápido movimiento se puso sobré mí y empezó a golpearme con todas sus fuerzas, podía escuchar los gritos de Paris que se encontraba cerca observando todo, suplicaba para que me dejara ir. Sin poder seguir escuchando como ella sufría por mí, cambié de posición dejándolo a él abajo y lo empecé a golpear hasta que quedó inconsciente.

Me levanté y comencé a caminar en su dirección. Cuando vio que me encontraba bien rápidamente me abrazó, tardé un poco en corresponderle hasta que la abracé por su diminuta cintura, lloraba como una niña a la cual le daban miedos los truenos y se aferraba a su muñeco para dejar de llorar.

En un movimiento inesperado dio un salto y enlazó sus piernas en mi cintura, la agarré rápidamente para que no se caiga, olía a alcohol y de inmediato me di cuenta de que estaba completamente borracha.

-Gracias...-Susurró en mi hombro, aún sentía sus lágrimas correr por mi piel.

-No fue nada, te llevaré a mi casa ¿de acuerdo?- Asintió sin despegar su cabeza del hueco de mi cuello.

Caminé tranquilamente las dos cuadras con ella en mis brazos, noté cuando había dejado de llorar y pensé que se había dormido ya que había empezado a respirar con tranquilidad, no emití palabra alguna para no despertarla si ese era el caso.

En Busca De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora