32. Encuéntralo y encuéntrame.

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Paris

-Yaroslav...- Murmuré de vuelta, estremeciéndome un poco más- Por favor, no les hagas nada.- Supliqué mientras unas lágrimas corrían por mis mejillas, sin poder evitarlo.

Él se paró en frente de mí y limpió con sus pulgares mis lágrimas, sus ojos negros me miraban atentos, como si yo fuera lo más preciado del mundo. Podría haber hecho cualquier cosa para alejarlo, hasta matarlo, pero si lo hacía, el podría atacar a mis amigos que aún seguían durmiendo.

-No llores...- Dijo alejándose unos pasos de mí, recuperando su mirada fría y calculadora. Pensó muy bien  sus siguientes palabras, las cuales le parecieron gratas, ya que empezó a sonreírse - Te tengo una propuesta que no vas a poder rechazar ésta vez...

Lo miré esperando a que siguiera, observando cada uno de sus movimientos y esperando cualquier artimaña de su parte para hacerme caer en sus juegos.

-No voy aceptar nada.- Mascullé rápidamente, pero él levantó su mano para callarme. Volvió acercarse a mí y mirarme detenidamente, acomodó un mechón detrás de mi oreja y bajo sus manos a los costados.

-Como decía, no vas a poder rechazar éste trato.- Hizo una pausa, saboreando sus próximas palabras- Si vienes conmigo...

-Jamás me iría contigo, eres un imbécil.- Escupí en su rostro, a lo que él sonrió con malicia y se acercó a mi oído, quise empujarlo pero él me sujetó por las muñecas con fuerza, e hizo que chocara contra su pecho.

-Si vienes conmigo...-Hizo otra pausa para ésta vez besar mi cuello- Haré que dejen libres a tus amigos.

Me dejó ir y me miró con una sonrisa ladeada, yo ,en cambio, lo observaba estupefacta. Busqué cualquier índice de mentira en sus ojos, pero no lo encontré. No debía confiarme, todos los demonios son engañosos y traicioneros, son los únicos que se aprovechan de tus momentos de debilidad para hacerte caer y manejarte a su antojo

Lo consideré por un momento hasta que su voz me sacó de mis pensamientos.

-Vas aceptar.- Dijo muy confiado, pavoneándose de su ventaja-  Así que por qué no llamas a tus amigos para despedirte, no creo que los vayas a ver en micho tiempo, belleza.

-Estás loco.- Contraataqué rápidamente- No voy a poner en riesgo a mis amigos.

-Ya los pusiste en riesgo, mi amor. Al encapricharte con algo imposible... Al enamorarte y querer tener una vida normal.- Atacó, un dolor inmenso se instaló en mi pecho, haciendo que agache la cabeza- Bien, si no los llamas tú, vamos hacer algo más interesante.- Terminó, con una sonrisa de oreja a oreja. Levantó su mano y mi cabeza empezó arder  en llamas, me arrodillé de a poco, hasta terminar en el suelo. Él se puso de cuclillas en frente mío, apreciando mi dolor- Vamos, Paris. Grita para mí.- Me mantuve en silencio y el dolor se aplacó.

El dolor en mi cabeza se había desvaneció y me sentí aliviada por eso, sin embargo, un repentino dolor en mi pecho surgió como un fénix. Sentía las llamas quemar mi corazón, dejando de circular sangre para comenzar a circular fuego. Un grito desgarrador brotó de mi garganta, peor que el de las películas de terror.

-Gracias.- Dijo un Yaroslav risueño, el dolor se desvaneció por completo, pero no me moví por miedo a que volviera a ocurrir. Esa fue la peor sensación del mundo.

-¡Paris!- Gritaron mis amigos al unísono, levanté un poco mi cabeza y miré al príncipe del infierno, que me observaba desde arriba con una sonrisa de autosuficiencia.

-Eres un maldito.- Dije con las fuerzas que me quedaban, levantándome con esfuerzo del suelo y caminando en dirección a Yaroslav, que se estaba carcajeando de mi condición.
En un rápido movimiento, mi espalda quedó pegada a su pecho, y su respiración chocaba contra mi oído. Había inmovilizado mis manos y piernas para que no me moviera.

-Míralos, ellos se preocupan por ti y así les pagas, que egoísta.- Susurró, agarrando mi cara para que los mirará fijamente, se acercó a mi oído y susurró unas palabras que yo sola alcancé a escuchar- Me parece que vas a ser tía en 3...2...1...

-¡Ahh!- Un grito me puso en alerta, Adara se encontraba respirando agitadamente mientras se tomaba su vientre con ambas manos.

-¿Que le hiciste, imbécil?- Grité con pánico, sin quitar mis ojos de mi mejor amiga.

-Yo no tuve nada que ver, digamos que una adivina me comentó cuándo llegarían tus sobrinos.- Dijo soltándome, caí al suelo de rodillas. Samuel intentó acercarse a mí pero en un abrir y cerrar de ojos salió volando por los aires, chocando contra un árbol.

Yaroslav lo mantenía sujetó por el cuello, elevado varios centímetros del suelo, se retorcía bajo el agarre del demonio. Seguramente le estaría cortando el oxigeno, puesto que su rostro se estaba tornando rojo.

-¡Mierda, si que duele!- Lloriqueo otra vez Adara. Nicolas la tenía sentada entre sus piernas mientras la ayudaba a tranquilizarse, haciéndole mimos en el pelo y susurrándole cosas al oído. Emma fue corriendo en busca de las cosas para el parto, al mismo tiempo que Bacarra corría a socorrer a su amigo.

Yo, por mi parte, seguía de rodillas en el suelo sin saber que hacer, las palabras de Yaroslav no paraban de rebotar en mi cabeza.

"Si vienes conmigo... Haré que dejen libres a tus amigos."

Miré de vuelta a Nicolas y Adara, ella se encontraba más calmada pero se notaba que le dolía mucho. Emma llegó a los pocos minutos con mantas, agua caliente y unas tijeras. Giré mi cabeza y Bacarra permanecía inconsciente en el suelo mientras Samuel no le faltaba mucho para seguir el camino de su amigo. Me levanté de golpe y corrí para ayudarlo.

Tomé a Yaroslav del brazo y lo tiré hacia atrás. Él me miró por unos segundos  y se alejó con una mirada de fastidió. Sam cayó al suelo tosiendo desesperadamente, por lo que tomé con ambas manos su rostro y lo obligué a mirarme, una sonrisa triste apareció en mi rostro, sabía muy bien lo que tenía que hacer. Besé suavemente sus labios y me alcé, como un resorte, evitando así que viera mis ojos rojos.

-¡Puja!- Gritó Emma, haciendo que los dos giremos nuestras cabezas en su dirección.

-¡Ah!- Masculló en respuesta Adara. Un llanto inundó el bosque, haciendo que mis ojos se llenaran de lágrimas de felicidad.

-¡Es un niño!- Gritó otra vez Emma emocionada, nos acercamos hasta ellos, y Samuel tomó al niño en sus brazos- Oh, oh.- Dijo en voz baja la sirena, con una mueca de pánico- Em... Adara, voy a necesitar que pujes de vuelta.- Se agachó de vuelta y dos gritos más por parte de Adara fueron acompañados con dos llantos. Así es... ¡Son trillizos!

Miré con una sonrisa, la hermosa escena de amor, Nicolas con una mano sostenía a un niño y con la otra no paraba de acariciar el pelo de Adara, mientras ella tenía a sus otros dos hijos varones.

Levanté mi vista y esta chocó con la de Yaroslav, no se había ido y no se veía muy feliz que digamos.

Estaba apoyado contra un árbol con las manos en los bolsillos de sus pantalones, extendió una mano en mi dirección, invitándome a seguirlo, sin embargo, yo negué con la cabeza mientras retrocedía unos pasos. Sacó su otra mano y me enseñó una bola de fuego, la cual se encontraba en dirección a mis amigos, pero me apresuré a detenerlo con un sólo gesto.
No dijo nada, solo me observó con una ceja levantada y sin bajar la mano que contenía la bola de fuego.

-Iré contigo.- Modulé en voz baja para que nadie me escuchara, pero al parecer no fue así. El demonio sonrió y me estiró su mano para cerrar el trato.

-¿Qué?- Gritó Samuel haciendo llorar a los niños- ¡No te puedes ir con él, Paris!

Cerré mis ojos por un momento y recordé porque lo hacía, no podía dejar que asesinara a mis sobrinos ni a mis amigos, volví abrir mis ojos y dirigí mi mirada a la cara del demonio. Tomé su mano y así fue como firmé mi condena. Me giré y observé a Samuel, triste.

-Bien, haré que no los molesten más. Ni ángeles, ni demonios. Esa era mi parte del trato.- Dijo mirando a mis amigos con desagrado.

-¿De qué demonios hablas?- Gruñó Samuel, como un león preparado para atacar a su presa.

-Si tu querida noviecita venía conmigo, yo haría que nadie los buscara más.- Aclaró el demonio con una sonrisa burlona, apreciando el espectáculo.

-Paris, no puedes hacernos esto.- Dijo mi arcángel mientras se acercaba a mí y me abrazaba- No puedes hacerme esto a mí- Lloriqueo en mi oído.

-Tengo que...- Murmuré sin más, muchas lágrimas caían de mis ojos, otra vez me separan de él.

Me alejé de Samuel hasta ponerme al lado de Yaroslav, el cual tenía una sonrisa de ganador en el rostro.

-¡Te buscaré por mil mundos, durante diez mil vidas hasta encontrarte!- Gritó Samuel a mis espaldas. Giré y lo miré con una sonrisa triste.

-En todos ellos, yo te esperaré.- Dije en voz baja, finalizando mi frase favorita, y yendo detrás del demonio que esperaba impacientemente- Encuéntralo y encuéntrame Sam.- Susurré antes de marcharme, quien sabe por cuanto tiempo.


En Busca De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora