24. Hasta aquí llego.

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"Cuando cambias la forma de ver las cosas, las cosas cambian la forma en que se ven."

Wayne Dyer


Paris

Los demonios levantaron sus manos, haciendo cayéramos de rodillas al suelo, y no era necesario decir que estaban usando sus poderes contra nosotros, pero lo que estos causaban en mí eran terribles.

Sentía como miles de cuchillos se instalaban en mi cuerpo, desgarrándome por dentro, la cabeza me palpitaba y un ruido ensordecedor atacó mis oídos. Con mis manos en mi cabeza, traté de apaciguar el horroroso ruido que lastimaba mis preciados tímpanos.

La adrenalina, rabia, enojo y dolor corrían por mis venas, incrementando las ganas que tenía de acabar con ellos. Estrechando todas esas emociones en una sola, y reuniendo un poco de fuerza, logré ponerme de pie con dificultad. Mi mirada colérica se fijó en los treinta demonios que  se encontraban delante mío, y también en Logan, que observaba todo con una sonrisa de felicidad.

Levanté ambas manos, llamando a todos los cuchillos que habíamos traído, a que se dirigieran en dirección de los quince demonios de mi izquierda. Inmediatamente desaparecieron entre luces para luego reaparecer en las gargantas de estos. El dolor que poseía antes se suavizó un poco, pero ese descanso no duro mucho, una fuerza me hizo retroceder hasta el borde del acantilado.

Logan me sujetaba del cuello, imponiendo no solo fuerza en esa zona, sino que los dolores que sentía antes no se comparaban con los que estaba experimentando en éste mismo instante. No eran cuchillos los que penetraban en mi interior, ahora eran espadas que desgarraban sin piedad, destruyendo todo a su paso. Un fuego me quemaba por dentro, como si estuviese en llamas.

-¿Quién te crees que eres para matar a mis demonios?- Masculló entre dientes con los ojos totalmente negro.

Un gemido de dolor salió de mis labios, no tenía energía para seguir pelear. Poco a poco sentí como me desvanecía, las fuerzas que había conseguido se habían desvanecido, dejándome sola en plena lucha.

-Tú puedes Paris...- Susurró una voz en mi oído- No te puedes dejar vencer tan fácil... Pelea... Pelea como lo haría tu madre.- Dijo una voz conocida en mi cabeza, junto con una brisa de aire fresco que relajó mis músculos.

En ese instante se me vino a la mente el momento en que conocí a mi madre, la agilidad con la que se movía, sus maniobras para inmovilizarme. De ahí saqué las fuerzas necesarias para hacer mi siguiente movimiento. Impulsé con fuerza mis pies hacia abajo para tocaran el suelo, dándome la posibilidad de sujetar mejor a Logan, y con un rápido movimiento giré su muñeca, dejándola atrás de su espalda, llamé un cuchillo y se lo clavé en el hombro.

Pero no era la única que tenía un as bajo la manga, él con un rápido movimiento desapareció, tomándome por sorpresa y apareciendo detrás de mí, donde me propinó una patada en la espalda que me hizo caer al vacío.

Mis alas se desplegaron veloces y fuertes, hasta puedo decir mucho más grandes que antes. Aleteé un par de veces para dejar de caer y con la respiración agitada, me elevé en el cielo rápidamente. Cuando estuve a una distancia prudente de todo el caos, pude detenerme a pensar con mayor claridad mi siguiente movimiento. Dos demonios intentaron sujetar a Adara pero ella inmediatamente los hizo desvanecer con dos bolas de fuegos. Mis amigos seguían rendidos en el suelo sin poder moverse.

Desde donde me encontraba, repetí mi acción anterior, los cuchillos se clavaron en las gargantas de los demonios restantes, degollándolos sin piedad. Descendí con cuidado, al no haber amenaza alguna y ayudé a los chicos a levantarse, junto con Adara.

-Diablos, me las van a pagar todos esos malditos demonios.- Gruñó Bacarra, pero Emma lo sujetó del antebrazo para relajarlo, lo cual surgió efecto.

-Tenemos que irnos.- Dije seria- Más demonios pueden volver y no estamos en condiciones de seguir peleando.- Todos asintieron pero se veían exhaustos, el ataqué de los demonios nos dejó muy abatidos.

-Haré un portal para que podamos salir de aquí, dudo que puedan volar sin caer.- Declaró mi mejor amiga como si pudiera leer mis pensamientos, yo asentí de acuerdo con su decisión.

Me acerqué a Samuel, que apenas podía mantenerse de pie y pasé su brazo por mis hombros para ayudarlo a estabilizarse un poco. Acaricié con mi mano libre su rostro, aprovechando para limpiar una mancha que tenía en su barbilla.

-¿Cómo te encuentras?- Le regale una sonrisa sincera y cálida, mientras él juntaba nuestras frentes, dejando salir un suspiro de alivio. Besé castamente su nariz, para hacerle saber que estábamos bien, por ahora.

-Bien, agotado.- Rio suavemente y besó mi frente con cariño- ¿Sabes? Eres mi guerrera favorita, esos movimientos me gustaron mucho.- Dijo con una sonrisa pícara. Reí por su comentario y lo choqué con mis caderas.

Se alejó un poco de mí para poder mirarme a los ojos. Por mi parte, me aferré a su cintura con fuerza y él los pasó por mis hombros. Nos fundimos en un cálido abrazo, transmitiendo todo el amor que nos tenemos el uno por el otro y el miedo que sufrimos minutos antes.

-Tuve miedo de perderte otra vez...- Susurró en mi oído- No me dejes nunca más, Paris. Nunca... Nunca...- Suplicaba en tono lastimero que logró que mi corazón se comprimiera y miles de lagrimas quisieran escapar.

-También tuve miedo de que algo malo te pasara...- Hice una pausa para sorber mi nariz y continué- Nunca me voy alejaré de ti, eres muy importante en mi vida.- Su abrazó se hizo más fuerte y por un momento sentí algo frío caer en mi hombro pero no le di mucha importancia.

-¡Chicos!- Gritaron, nos separamos un poco para ver a la persona que nos estaba llamando- Es hora de irnos, ya tendrán tiempo de relacionarse en una habitación y no en un descampado.- Ésta vez fue Bacarra el que gritó y ambos reímos por sus ocurrencias, mientras caminábamos hacia ellos.
-Esto lo arreglaremos después.- Murmuró Samuel en mi oído para que yo sola lo escuchara, y así es como señoras y señores, se logra pasar de ser una chica a un tómate.

Todos cruzamos el portal, el cual nos dirigió instantáneamente a la casa de Adara. Nos sentamos en los cómodos sillones que se encontraban en el living de su casa y dejamos escapar un suspiro. Estábamos cansados, lastimados y no sabíamos si ibamos a poder seguir con esto por mucho tiempo.

El ambiente se volvió tenso, éramos un ángeles de luz, una sirena, un ángel oscuro, una hechicera embarazada de un demonio, un Arcángel y un mitad ángel y mitad guerrera, no podremos luchar todo la vida contra ángeles y demonios, había que pensar un plan rápido, no teníamos muchas opciones.

Comencé a caminar de un lado al otro por toda la habitación, demasiado preocupada por toda ésta situación. La  vida de mis amigos corría peligro y se me estaban acabando las ideas, todo me superaba, volví a sentirme como esa niña indefensa que caminaba por las calles desiertas en busca de algo para comer o algún lugar decente para pasar la fría noche.

No era fuerte, ni siquiera me parezco a mi madre, o a mi padre que lucharon por su amor. Era débil y no podía más, sentía como mi vida caía a un pozo sin fondo, donde estaba arrastrando a todos mis amigos en el. Es momento de poner un alto antes de que llegue a mayores.

-Es suficiente.- Dije en alto, recibiendo la atención de todos.- Esto no puede seguir así, ya es suficiente.

Nadie dijo nada y el silencio reino de vuelta, las lágrimas se deslizaban por mis mejillas.

-No puedo más... Lo siento.- Mascullé por lo bajo pero todos lograron oírme.

-Paris...- Samuel intentó abrazarme pero me giré y salí corriendo hacia afuera. No sabía a dónde me dirigía pero necesitaba sacar toda la rabia y el dolor que había en mi interior, por no poder proteger a mis amigos.

Extendí mis alas y me desplacé en el cielo, volando rápidamente entras las nubes y derramando algunas lágrimas.

Descendí en el comienzo del bosque y cuando guardé mis alas, me eché a correr en una dirección, el único lugar en el cual me sentía segura. Donde mi única preocupación era que tema de conversación podía tener.

Me paré en seco cuando divisé el lugar a donde me dirigía. Más lágrimas brotaron de mis ojos, nublando mi campo de visión. Caminé a paso lento hacia la piedra y me detuve cuando me faltaban apenas dos pasos, muchos recuerdos me golpearon. Una pequeña yo sentada debajo del majestuoso árbol, charlando sin parar con un amigo que no podía ver.

Una sonrisa triste apareció en mi rostro al recordar esos momentos, los problemas no me golpeaban tan duro como ahora, era libre y no lo había notado antes.
Me senté una vez más en aquella piedra y descasé mis pies en la laguna, mis lágrimas formaban ondas en el agua tranquila.

-Como te extraño, desearía que estuvieras aquí conmigo para cuidarme como antes...- Mi voz se quebró pero continué hablando- ¿Por qué me dejaste sola?- Dije cerrando mis ojos con la esperanza de que apareciera de vuelta y todo lo que estaba viviendo se volviera una simple pesadilla pero no obtuve respuesta, como siempre.

No abrí mis ojos inmediatamente e intenté calmarme un poco, ya no lloraba desconsoladamente y mi respiración se había regulado.

-Nunca te dejé mi princesa...- Escuché en mi mente, lo que hizo que se me cortara la respiración, esa voz la conocía- Siempre estuve a tu lado protegiéndote, más cerca de lo que crees.- Prosiguió esa voz que conocía a la perfección, ¿Cómo no pude dar cuenta antes?, esa voz que me traía paz en aquellos tiempos, esa persona no estaba tan lejos. Nunca me dejo.

-Samuel...- Susurré más para mí misma que para él. Abrí los ojos y solté el aire que estaba conteniendo. Ahí se encontraba, al otro lado de la laguna, mirándome con amor, como siempre lo había hecho. Todo me resultaba muy familiar como si ya lo hubiera vivido antes.

Se fue acercando hasta que estuvo frente a mí, no dijo nada, solo se limito a observarme fijamente.

Esos ojos, esa mirada que me atravesaba el alma y me hacía temblar. Bajé de la piedra, para acortar un poco más la distancia que había entre nosotros. Suspiró sonoramente y alzó su mano para acariciar mi mejilla, sin cortar con nuestro contacto visual.

-Tengo una pregunta para hacerte...- Susurré, como si fuera un secreto que nadie más pudiera escuchar.

-Adelante princesa, pregúntame lo que tú quieras que yo responderé.- Dijo con una sonrisa tímida.

-¿Quién eres?, siento que te conozco de hace mucho tiempo.- Hice una pausa para luego continuar con lo que estaba diciendo- Tu mirada, tus besos, tus abrazos, tu aroma... De algún lado lo reconozco, pero no lo logro saber de dónde, mi mente se queda en blanco al tratar de recordarte.- Mi voz fue disminuyendo hasta volverse un susurró tímido. Sus ojos se cristalizaron con mis palabras pero una sola tuvo la valentía de caer por su mejilla.

-No me lo creerías si te lo dijera.- Una risa amarga broto de su garganta- Paris... Tú y yo...

En Busca De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora