Capítulo 2.

129 28 7
                                    


-Y-y-y-yo no soy... ¿qué demonios? ¿Por qué no puedes tocarme? ¡¿Por qué?! -Exigió saber el pelinegro, mostrándose en sus ojos la desesperación y confusión que sintió en ese momento.

-¿Cómo puedo yo saberlo? -Cuestionó tranquilo. No era la primera vez que se topaba con un espíritu que no sabía que estaba muerto, pero curiosamente, este chico era el que más pena le causaba. -Debes tranquilizarte, ¿de acuerdo? Te diré todo lo que... -

-¡¿Cómo esperas que me tranquilice, animal?! ¡Soy transparente! ¡Por eso las personas me ignoraban! -Interrumpió, comenzando a caminar en círculos mientras hacía ademanes exagerados con las manos.

-Sé que es difícil, pero estás muerto. Entre más pronto lo asumas, mejor será para todos. -Le dijo, pensando que le había dado un gran consejos, pero el pelinegro siguió mirándolo con rabia.

-No estoy muerto. -Escupió entre dientes. -¡No estoy muerto! -Insistió, tocándose la cara como si tuviera que reconocerse; asegurarse de que ese era él.

-Lo siento. Deberías buscar la luz y pasar al otro lado para ser feliz, ¿mhn? -Le hubiese dado una palmada en el hombro a modo de consuelo, pero no podía tocarlo, una verdadera lástima viendo lo afectado que se veía el pobre. Pero WooHyun no tenía tiempo para esas cosas. Suficiente ridículo ya había hecho hablando con el aire.

-¡Detente ahí! Por... por favor. Tú eres el único que puede verme... tienes que ayudarme. -Pidió con la voz quebrada, provocando que Nam dejara de caminar a tan sólo unos pasos que había dado.

-No lo hagas, Nam WooHyun. -Se dijo a sí mismo.

-Ayúdame, por favor. -Le pidió, y aunque el castaño le daba la espalda, podía deducir que el chico fantasma estaba llorando. Dudó, en serio que dudó, pero sus pies siguieron su camino sin mirar hacia atrás.

A veces la frialdad era la única forma que había para evitar problemas.




-Estúpido idiota... ¡Yah, no te creas tan genial por poder verme! ¡Encontraré a alguien mejor que tu y que sí me ayudará! -Le gritó a la nada, limpiándose los ojos con un poco de brusquedad.

La gente seguía pasando sin detenerse a mirarlo. Ni siquiera lo evitaban cuando se ponía delante de ellos, sólo lo... sólo lo atravesaban, dejándole una horrible sensación de vacío.

No podía estar muerto. No había forma de que estuviera muerto. ¿Por qué él?
Se recargó en una pared, sosteniendo su cabeza con ambas manos al mismo tiempo que se dejaba caer.

-Yo... ¿Cómo puedo estar muerto? ¿Por qué no puedo recordar nada? -Sé preguntó entre burlón y molesto, sintiendo las frías gotas de sus lágrimas resbalando por sus mejillas. Sentía la impotencia recorriendo cada parte de su cuerpo... o bien, lo que fuese que fuera en ese momento.

Extrañamente no podía sentir el frío o el calor, pero sí sentía un hueco en su pecho que fácilmente podía asimilar como dolor.

-¿Cómo me pudo pasar? ¿Por qué? Mis padres deben estar preocupados... -Levantó la mirada, ocultándose de nuevo entre sus brazos segundos después. -Ni siquiera sé cómo son sus caras. -Gimoteó, aferrándose a sus rodillas para hacerse más pequeño en la esquina donde estaba agachado. La noche estaba cayendo y él seguía ahí tirado. Y no podía creerlo. La chica que le dijo que era un fantasma lo tocó; puso su mano sobre su hombro y le dijo un montón de cosas que ni un tonto creería. ¿Entonces por qué el chico de recién no pudo hacerlo?

Aunque... era obvio. La gente no se detenía ni siquiera a dedicarle una mirada cuando estuvo cantando tan fuerte. ¿Cómo no pudo darse cuenta antes?

Miró sus manos, las cuales para él lucían normales, pero para el resto del mundo eran invisibles. Ahora él era invisible.

-Es un mal sueño... Esto, esto es un mal sueño. -Murmuró, ignorando las pesadas lágrimas que nublaban sus ojos.

El maldito insensible que no había mirado hacia atrás ni siquiera regresó arrepentido. Como quien abandona a un cachorro en medio de la nada, esperando que busque un hogar por su cuenta. ¿Acaso no había sido muy cruel? Por eso, ese médium de pacotilla se las pagaría, y con intereses.
Eso se prometió el pelinegro para olvidarse, al menos por un minuto, de la situación en la que estaba.

Además, ¿no era un fantasma? Eso significaba que podía ir y atormentar gente como le diera la gana. Así le haría la vida imposible a aquel que se negaba a ayudarlo.


Oh my g̶h̶o̶s̶t̶! boy!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora