Oh my g̶h̶o̶s̶t̶! boy!

Capítulo 5.

WooHyun aceleró el paso, sin embargo, el chico fantasma no dejaba de seguirlo. ¿Cómo era posible que fuese tan insistente? Debía tener muchos asuntos por concluir.

—Te seguiré hasta que aceptes ayudarme, por si te queda duda. —Aseguró el pelinegro. WooHyun se detuvo y giró para encararlo, viéndose bastante molesto.

—Detente. No me necesitas, sólo ve tras la luz y listo, fin de la discusión. —Gritó una vez que estuvieron lo bastante lejos del mundo que lo juzgaba por hablar solo.

—¡No estoy muerto!

—¡Claro que lo estás! Por algo estás aquí, idiota. —Siseó, pasando una mano sobre sus cabellos para peinarlos. El fantasma frunció los labios y frotó su brazo, como un niño regañado.

—Entonces, si estoy muerto, no tienes problema con que vaya y le robe un par de besos fantasmales a "Su-SungKyu", ¿verdad? —Tan sólo escuchar su mala imitación al decir el nombre de SungKyu, WooHyun enrojeció de la vergüenza y del coraje, pero el otro se quedó como si nada, mirando sus uñas distraídamente.

—¡Tú...! Si no estuvieras muerto te habría ahorcado, ¡en serio! —Se agachó, sosteniendo su cabeza entre sus manos. Debía pensar en la situación. Bien podría soportar que un fantasma lo acosara a él, pero que se metiera con la persona que le gusta era una cosa que no iba a permitir. Es decir, ¡nadie podía robarle besos fantasmales a SungKyu! Ni siquiera él se atrevería si estuviera muerto.

Se levantó de un salto y asintió, mordiéndose la lengua para no soltar palabrotas.

—De acuerdo. Lo tengo. Te ayudaré, así que dime rápido qué quieres que haga. —Dijo, esperando a que el chico hablara.

—¡Te lo expliqué allá adentro! ¿Cómo es posible que no me escuches cuando soy tu único amigo? —Le preguntó indignado. Nam deseó por primera vez, que aquel espíritu fuese un humano para poner sus manos sobre su cuello.

—No eres mi único amigo, ni siquiera eres mi amigo. —Soltó entre dientes, ahorrándose el dolor de garganta por gritar.

—No te he visto con alguien más. —Murmuró. —Sólo con "Su-SungKyu"... —Añadió con tono inocente. Y si el castaño fuera una bomba de tiempo, ya habría estallado.

—¡Muérete una segunda vez!

—No hay nada. —Murmuró resignado. Luego de haber visto más de cinco veces lo que grabó por la mañana, a SungYeol no le quedaban ganas de seguir investigando fantasmas. ¿Cómo era posible que en un vídeo de cuarenta minutos no hubiera ni siquiera un sonido o forma extraña?

«La paciencia es clave» se dijo a sí mismo, cerrando la laptop y desconectando el cable USB para comenzar a guardar sus cosas. Se había perdido dos de sus clases, pero aún quedaba una que debía tomar si no quería repetir el curso.

—Okay, para esta exposición haremos equipos de dos, así la distribución de la tarea será equitativa. —Dijo el maestro, sonriendo al ver las expresiones de fastidio de sus alumnos. Un profesor no era un profesor si no disfrutaba ver el sufrimiento en sus miradas.