Capítulo 3

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Han pasado ya dos semanas y media desde que me desperté. En las cuáles me he sentido muy apoyada por Susana, Carmen, Marta, Ana, Alex y muchos chicos y chicas de mi instituto que han venido para ver cómo estaba, pero en especial por mi abuela. Poco a poco he ido recuperando la memoria y actualmente ya recuerdo todo. Hoy, día 6 de agosto de 2016 me han dado el alta y podré salir de aquí.

Tras la muerte de mi padre pensaba que todo podía ira mejor, pero hace diez días falleció también mi madre. Poco a poco lo estoy superando. Recuerdo que mi madre me decía que yo era una chica muy fuerte y que superaría todo lo que me sucediese, y eso trato de hacer. Para mí está siendo muy complicado y no hay día que no me despierte inundada en lágrimas. Solo espero que todo pase rápido.

Estoy llorando en mi habitación al recordar todo lo acontecido en estas tres semanas tras el accidente, mientras recojo todas las cosas de la habitación del hospital. Tengo cartas, flores y regalos de todos mis amigos y de gente con la que no he hablado en mi vida. Pero me alegro de estar tan apoyada. Sé que ellos nunca me dejaran.

Se abre la puerta y entra mi abuela. Siempre que viene a verme está llorando, cómo yo, pero lo intenta disimular forzando una sonrisa, por lo que yo intento hacer lo mismo. Tengo que ser fuerte.

- Cariño, ¿cómo vas? ¿Necesitas ayuda? – Dice acercándose a mí y dándome un beso en la mejilla.

- No tranquila abuela, ya estoy terminando. – Susurro con una débil sonrisa, pero no soy capaz de evitar que una pequeña lágrima me resbale.

- Ey, tranquila, todo va a ir bien ¿vale? Nos tenemos la una a la otra mi amor no llores. – Dice abrazándome con una voz dulce mientras yo rompo a llorar.

- Abuela, no puedo más. Quiero que todo termine, cambiar de aires. Necesito despejarme, de verdad. He perdido a lo que más quería en muy poco tiempo y ahora me siento sola, vacía, solo me quedas tú.

- Saldremos de esta, juntas. – Me dice mirándome a los ojos y con una voz clara y segura.

Pasan unos minutos y una vez me tranquilizo nos separamos, aunque me hubiese gustado quedarme así para siempre. Termino de recoger las cosas junto a mi abuela.

- Y ahora, ¿Vamos a ir a en autobús hasta casa? – Pregunto.

- No tranquila, vamos para abajo, los padres de Alex se han ofrecido a llevarnos. Ese chico es encantador, me encanta para ti y sus padres son súper agradables.

Eso es verdad. En estas semanas Alex ha venido a verme todos los días. Mientras nuestros amigos se iban a la piscina por el calor, él ha preferido quedarse conmigo desde por la mañana hasta por la noche. Marta, Susana y Carmen venían todos los días también, pero por la mañana solo, Ana en cambio se ha tenido que ir estas semanas a Barcelona para estar con su abuelo que ha sido operado. Pero todo ha ido bien y regresará mañana. David, José, Roberto, Carlos y Mario, los chicos que vi en el parque con nosotras, nuestros amigos, han venido mucho también. Venían una tarde sí y una no, intuyo que para no agobiarme.

Cuando llegamos abajo del hospital vemos en la puerta el coche de Alex y de sus padres. Entre todos meten en un santiamén todas nuestras cosas, pero yo me quedo paralizada. Una vez todo dentro me dicen que suba. No puedo moverme estoy confusa y rompo a llorar. Todos vienen hacia mí.

- ¡Ey! ¿Qué pasa Tam? – Me dice Alex.

- Yo... A mí... Tengo miedo. – Logro decir. Tras lo sucedido tengo miedo de montarme en un coche.

- Tranquila cariño. – Me dice mi abuela. – Te prometo que no pasará nada.

- Tamara, tranquila, es normal. – Dice el padre de Alex. – No correré, lo prometo.

Rumbo hacia mi corazónWhere stories live. Discover now