Capítulo Extra 2

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Y allí está ella sentada en el banco con las rodillas encogidas delante de su abdomen con los brazos rodeándole las rodillas. No puedo evitar fijarme en ella, en todo aquello que desprende su simple presencia. Todo lo que conlleva observar como se coloca un mechón detrás de la oreja de manera armoniosa con un gesto perfecto de la mano. Ella en sí, es la imagen de la perfección. Decido pasar a la acción y acercarme con mi almuerzo a sentarme en el mismo banco. Me mira y me sonríe, no puedo evitar que mi cuerpo tiemble ante la presencia de esa diosa  y su belleza. No puedo decir nada, mi voz me falla igual que mis piernas. Entonces ella me abraza. Me quedo atónito ante ese acto. ¿Que pasa aqui? Sigo sin comprenderlo pero no la suelto ya sea por instinto o porque es lo que he deseado toda la vida y la siento, siento los latidos de su corazón y su agitada respiración. Y no puedo hacer otra cosa más que estrecharla contra mi pecho y esperar a que este momento no acabe nunca, que es lo que de verdad deseo en este momento. Por un momento vacilo y la miro a los ojos, esos ojos azules que me transmiten tristeza, ansiedad, necesidad y apartó mis ojos hacia sus labios que veo que pronuncian:

- No me sueltes nunca, por favor.

Cumpliendo su petición la estrecho contra mi cuerpo hasta convertirnos en un único ser. Es en ese momento sin saber las razones de nada me doy cuenta de cuánto necesitaba sentirla a mi lado, compartiendo el aquí y el ahora. Y me prometo cumplir con la petición de Sheila porque nada me haría más feliz que abrazarla todos los días y no dejarla marchar nunca. Porque ella es mi todo. Y a muchos les parecerá un sentimiento de niños, pero todo lo que estoy sintiendo en el pecho ahora mismo, no pueden ser cosas de niños, tampoco el dolor que siento cuando no estoy con ella.

Es ahí cuando respondo:

-No lo haré porque no podría hacerlo ni aunque me lo pidieras. Sheila, siempre voy a estar para tí. -Suspiré y la abracé con más fuerza-.

Al instante noto como ella tiembla, está llorando contra mí. Oigo sus hipidos. Me siento inútil, no sé que hacer. Simplemente le levanto la cara para que me mire y le voy dejando un rastro de besos por la cara, quitándole todas esas lágrimas que me perforar el alma. Finalmente le beso en la frente y sin decir nada le cojo la mano, me doy cuenta de que mis temblores han desaparecido y lo mismo ha pasado con mis miedos a acercarme a ella, estos se han convertido en miedos a separarme de ella. 

Un antes y un despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora