Érase una vez...
Las blancas partículas de agua solidificada por las gélidas temperaturas de las alturas, copos de nieve como les llaman, descendían en un baile calmado, danzando entre ellas al son del vals del viento en la sala de fiestas del aire, estrellándose trágicamente contra el suelo para finalizar su rítmico movimiento, fundiéndose en una fría alfombra nácar que cubría todo el mundo debajo del cielo, inundando con helada paz y alegría la vida de la Tierra.
Una disforme esfera blanca surcó los cielos y explotó furiosamente contra un rostro de tersa piel al final de su trayecto, dejando sólo partículas como las que del cielo caían y risas. Fulgurantes alaridos de alegría, carcajadas venidas desde el alma misma que se contagiaban como una peste a cualquiera que los oyese.
¡Ah, Navidad! ¡Navidad, Navidad, blanca Navidad! ¡Paraíso de la infancia, edén de las tradiciones, donde la distinción de cualquier clase no importa ya y los rencores se ven sepultados bajo inmensas capas de nieve que emanan las nubes, blancas barbas de Dios! ¡Epílogo del año que transcurre y prefacio del que se aproxima! ¡Navidad, época de amor y nada más, en el nombre del Señor, cuyo hijo ve la luz de la vida y trae salvación a la humanidad! ¡Bendita navidad, ésa que del cielo cae y que a la tierra alegra! Bendito sea el mundo por la Navidad en las épocas de diciembre. Pero no todo es siempre alegría en la Navidad, ¡no! Las artimañas de la vida no cesan bajo circunstancia alguna y llevan desgracia allá a donde se le antoje, inclusive en la Navidad.
Las risas perfumaban el aire y el aroma estruendoso del jengibre se escuchaba por doquier, emblemas de la navidad que transcurría. Las aves no volaban en el cielo y los insectos no reptaban entre los pastos —congelados éstos ya—, pausando así en una temporal perpetuidad la cadena de la vida que ha sido impuesta desde el principio de la nada y el todo, creando un desbalance sin importancia en el ambiente, suspendido en el espacio, en el tiempo, el cual parecía ya no fluir en esa región, pero que la impertinente intervención humana lograba opacar en su totalidad.
Transcurrían entonces los últimos días de diciembre, blancos como la nieve que caía de su cielo, tiñendo así los suelos de las regiones del sur de Europa, más específicamente en la llamada Italia, donde fue desarrollado el pasaje que en las presentes líneas refiero. Corría así el año anterior al presente, el cual yacía escribiendo el epitafio de su lápida en el panteón de la historia, frío, rencoroso, un año que sin duda no será recordado como grato para los habitantes del planeta que tras él cruzaron. Era, entonces, veintitrés de diciembre de dicho año y la dicha, a pesar de las contrariedades que pujaban para amargar la existencia general, reinaba en buena parte del mundo. Empero, en el alma del protagonista del presente relato, la dicha era lo que menos tenía cabida.
Vivía él en una localidad que me ha confiado no revelar —y es que, en realidad, lo único que me ha confiado revelar ha sido este pasaje— y yo daré un nombre cualquiera dentro de los márgenes del territorio italiano. Baranello es, pues, el nombre que le asignaré al poblado por ser el pueblo de mis ancestros y el primero que me ha venido a consideración. En dicha localidad, las relaciones entre los pobladores eran tan estrechas al punto de ser todos —o casi todos— miembros de la misma familia. Esto se debía a que el grupo de personas que se establecieron al pie de aquellas montañas hoy cubiertas de caminos y hogares, en el remoto año de 18..., para fundar el nombrado pueblo eran todos miembros de la misma familia: padre, madre, hijos, nietos, primos..., corriendo hoy día su sangre por las venas de la mayoría de los pobladores que allí permanecían. Empero, esta relación genética que unía a los miembros del poblado no suponía restricciones para cualquier forastero que en él quisiere habitar y, de hecho, un sexto de la población del pueblo pertenecía a personas que no compartían lazos genéticos con el factor común de Baranello, pero que se hubieron compenetrado tanto con los pobladores originales que parecían ya miembros de aquella prolífica familia.
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Cuentos de vida, muerte y sangre
Mystery / Thriller¿Suicidio, canibalismo, monstruos, parafilias? Si buscas historias que relaten sobre las aberraciones más espantosas de la naturaleza humana, estás en la historia correcta. Uno a uno, estos cuentos plasman los horrores (algunas veces no tan horroros...