ACTO TERCERO
ESCENA PRIMERA
Verona, una plaza.
(Entran Mercucio, Benvolio, un Paje y Sirvientes).
BENVOLIO
¡Vámonos, buen Mercucio, te lo ruego!
¡Hace calor! Andan los Capuleto
sueltos, y si con ellos nos hallamos
habrá gresca, porque con estos días
de calor, llega a hervir la sangre loca.
MERCUCIO
Tú me recuerdas a uno de esos valentones que cuando
entran a una taberna blanden la espada sobre la mesa
diciendo: «Dios quiera que no te necesite». Y a la segunda
copa la sacan y amenazan sin motivo alguno al mozo que
les quita el vino.)40(
WILLIAM SHAKESPEARE ROMEO Y JULIETA
© Pehuén Editores, 2001.
BENVOLIO
¿Me crees uno de ésos?
MERCUCIO
Vamos, vamos! En Italia no hay otro tan arrebatado como tú, y
tan pronto te irritas hasta enfurecerte como te enfureces por
haberte irritado.
BENVOLIO
¡Por mi cabeza! ¡Aquí vienen los Capuleto! ¡Por mis talones!
¡Me tienen sin cuidado! (Entran Tybaldo y otros).
TYBALDO
¡Sigan a mi lado! ¡Yo quiero hablar con ellos! ¡Buenas tardes,
señores! ¡Una palabra con uno de ustedes!
MERCUCIO
¿Y una sola palabra con uno de nosotros? ¡Hay que agregarle
algo, digamos una palabra y un golpe!
TYBALDO
¡Estoy listo para eso, si me dan la ocasión!
MERCUCIO
¿Y no puede tomarse la ocasión sin que se la demos?
TYBALDO
Mercucio, tú te has concertado con Romeo.
MERCUCIO
¿Concertado? ¿Nos tomas por musicantes? ¡Si quieres hacer
musicantes de nosotros no vas a oír acordes, sino discordias!
¡Aquí tengo el arco de mi violín! (Se toca la espada). ¡Con
él te haré bailar! ¡Vaya! ¡Qué acordes!
BENVOLIO
¡Aquí hablamos en medio de las gentes, busquemos un lugar más
reservado y razonemos con serenidad sobre nuestros agravios, o
bien, vámonos! ¡Aquí todos los ojos nos observan!
MERCUCIO
Deja que nos observen. Es para eso que tenemos los ojos
en la cara. ¡Yo no me moveré por darles gusto! (Entra Romeo).
TYBALDO
¡Sea la paz contigo! Aquí está mi hombre.