Capítulo 6: Reclutamiento I

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—Estén listos, en cualquier momento podemos volver a atacar, pero esta vez a los romanos, ellos no se salvarán de mi ira —dijo Percy dando órdenes a todo su ejército. Percy parecía el que reinaba en ese lugar y no Caos, él se mantenía al margen ya que esa no era su batalla, el trato que hicieron con Percy no era precisamente que él interfiriera, Caos simplemente le prestaría su castillo y súbditos sin importar cuantos murieran.

—Titanes y gigantes, pronto será su turno para atacar —nadie estaba feliz con que Percy les diera órdenes, pero no podían hacer nada, pero pronto lo matarían según ellos.

Los titanes ni gigantes estaban al tanto del plan de Percy, ni siquiera la mismísima diosa Gea, era algo que se mantenía en secreto entre el resto de primordiales y Percy. Pronto los secretos se aclararían, no por nada fue bendecido con los poderes de todos los primordiales, Percy se convertiría en el dios de todo, pero primero debía deshacerse de Zeus, ahí era donde entraba Caos, lo quería en el tártaro para torturarlo por su arrogancia y el mal que había causado a los humanos.

Un grito proveniente del campo de entrenamiento alertó a todos en la gran sala que se encontraban. Percy se fue corriendo, encontrándose con la sorpresa de que tres monstruos se encontraban con espadas clavadas en su hermanita.

No le afectó.

Y si es que lo hizo, simplemente no lo demostró.

No le sorprendió en lo absoluto pues varios monstruos no sabían que la niña era inmortal, estaba inconsciente, pero con unos días de reposo estaría mejor que nunca.

—¿Qué hicieron? —Ningún monstruo notó su ira hasta que habló. Estaba molesto por el atrevimiento de aquellos idiotas.

Cronos, los demás titanes y gigantes estaban con una sonrisa en la cara, habían encontrado la debilidad del pelinegro.

—Bien, que esto les sirva de lección a todos los monstruos, semidioses, dioses menores, titanes y gigantes, incluso a los primordiales que no estén informados; ahora todos estarán informados. Uno: Lo que yo haga o no con mi hermana no es de su incumbencia. Dos: Mis órdenes deben ser acatadas a menos que el señor Caos no esté de acuerdo. Tres: Mi vida privada fuera del campo de batalla no debe de importarles. Cuatro: Que cuando esté con mi hermana mi expresión se suavice y vuelva a ser el mismo de antes no quiere decir que en el campo de batalla seré suave. Cinco: Vuelvan a hacerle daño a mi hermana y no volverán a ver la luz del día nunca más. Seis: Ni siquiera intenten deshacerse de mi hermana o de mí, somos inmortales, no pueden matarnos.

Talasa cargó a la niña en brazos y la llevó a su habitación para eliminar la sangre de las heridas, lavarla y cambiarle de ropa.

Los monstruos se sorprendieron ante las palabras del pelinegro, no era el mismo chico con el que antes habían luchado. No, ahora era diferente, si antes los había matado, ahora lo haría sin dudarlo ni un minuto, ni siquiera les daría tiempo de respirar.

—Estos tres son el ejemplo de los demás, de lo que les puede pasar si intentan algo de nuevo contra mi hermana —los monstruos no pudieron reaccionar rápido cuando la espada de Percy ya les había cortado la cabeza de una sola estocada a los tres dejando a los demás asustados, no debían de hacerlo enojar si no querían que les pasara lo mismo—. Para los semidioses es lo mismo, no voy a estar siendo bondadoso con nadie, les cortaré la cabeza a todo el que trate de hacerle nuevamente algo a mi hermana. Ni siquiera titanes ni gigantes se salvan, para mí sería fácil deshacerme de los titanes, les corto la cabeza y el cuerpo lo lanzo al tártaro mientras que a la cabeza la hago pedazos.

Percy aplastó con su pie la cabeza de uno de los monstruos que ahí había quedado como "botín de guerra", rompiéndola como si de un cascarón de huevo se tratara.

Hasta el bien se vuelve malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora