Capítulo XVII Levantemos las manos

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"Está un poco estrecho"

Shirota admiró un punto fijo en el techo de la habitación. Si hacia un pequeño esfuerzo podría jurar que había un insecto durmiendo allí. O tal vez solo era una mancha en el pulcro cielo blanco.

"Hace calor"

Lo bueno es que a veces una refrescante brisa entraba por las cortinas corridas de la habitación. Lo malo, es que tan pronto dejaba de sentirse, el calor parecía subir como la espuma, volviéndolo sofocante.

"Quiero moverme..."

Y la causa del por qué estaba aun despierto -más de las dos de la madrugada- y le agobiaba la calor, era porque Kuro lo estaba apretujando nuevamente.

Después que llegaran a la cabaña, Sakuya, Licht y Hyde ya habían llegado y se toparon con una pequeña y desagradable sorpresa.

Las almohadas de sus habitaciones habían sido robadas.

O eso había pensado Shirota cuando Hyde les dijo la mala noticia. Noticia más o menos desmentida cuando Misono y Sendagaya entraban al cuarto. Misono dijo que las almohadas estaban en la lavandería. Algún chistoso las había quitado de su cuarto y ahora estaban todas sumergidas en agua.

¿Quién fue el desconsiderado en hacer aquella broma?

Para Mahiru, solo había un nombre que rondaba en su cabeza con la desfachatez suficiente de hacer aquello: Tsubaki.

Misono no se hizo problema y le había quitado una a su hermano, el resto no. Hyde había ido a los cuartos vacíos buscando algunas y todas estaban desaparecidas. Salvo claro, las que usaban los demás compañeros.

Solo ellos estaban siendo los afectados de dicha broma.

Para Shirota no había problema dormir sin una. Hyde y Licht habían molestado un rato pero al cabo de minutos habían caído rendidos en las sabanas. Así como Sakuya y Sendagaya también.

Eso, hace más de tres horas.

Hasta que había sentido movimiento a su lado y cuando despertó Kuro se había colado a su cama y ahora lo tenía abrazado. Y lo peor, es que el chico lo apretaba como si fuera una especie de objeto sin vida.

¡Quería respirar, maldición! Sabía que Kuro no podía dormir si no abrazaba algo, pero tampoco que lo oprimiera con tanta fuerza. Así que Mahiru quitó las manos del chico de su cuello para darse un poco de aire.

— Kuro, no puedo respirar, al menos quítate un poco.

Y le hablaba porque sabía que estaba despierto. Kuro lo miraba de reojo con aburrimiento, como preguntándose qué le diría Shirota por estar como oso panda abrazado a un bambú. Mahiru a pesar de estar con las mejillas algo rojas, tenía el entrecejo fruncido.

— No puedo dormir si no abrazo algo, MahiMahi.

— Y yo dormiré eternamente como me sigas asfixiando.

Kuro parpadeo graciosamente para la vista del castaño, para después restregar su rostro en el pecho del chico, casi como queriendo ser un minino. Al menos esa era su gracia inicial, pero un quejido de los labios de Shirota le hizo detener el movimiento.

— Duele.

El murmullo de Mahiru le hizo despegar la cabeza y buscar el por qué del dolor en él.

Shirota en un acto reflejo se había llevado la mano al pecho, sobándose con lentitud. Seguía doliéndole la mordida del perezoso, y que Kuro friccionara en ella, le hacia sentir un leve escozor.

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