Capítulo XXIII Un tiempo a tu lado

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—  Así que... era por esto...

Mahiru miró con tristeza y amargura su móvil rojizo. Entre sus dedos, tocaba el pequeño aparato que ante el mínimo movimiento, aun expulsaba agua de sus diminutos orificios. Le había preguntado a Kuro por qué se iba del campamento, y contrariando lo pensado, el perezoso le respondió para reparar su móvil...

— Lo siento.

Según el chico, quizás podrían salvar la memoria y sacar aquello que guardaba Shirota, las fotografías de su madre. Pero dudaban que lo lograran, el celular de Mahiru era bastante antiguo. No había mucho que salvar de éste.

Shirota observo a Kuro. El chico tenía la mirada baja, con arrepentimiento. Sus abatidos ojos le hacían sentir cierta amargura también. No le gustaba esa mirada en Kuro, así que aprovechando la posición de ambos -él sentado en la cama, y Kuro frente suyo- tomó al chico de las manos y lo hizo acercarse bruscamente. Abrazándolo...

— Esta bien, Kuro. No fue tu culpa.

Le diría a Kuro un "no importa" si no es porque estaría mintiendo. Porque igualmente sentía un desconsuelo interior, y una leve impotencia y rabia.

Nunca antes había tenido problemas con sus pares. Al menos, al punto de querer molestarlo de una u otra forma, como descomponer su celular...

Shirota se recostó atrayendo al chico encima, mirando el techo.

Habían algunos contactos que ya simplemente están olvidados, como el número de su antigua profesora de primaria, o los números de los móviles nuevos de Koyuki y Ryusei. Simplemente no se los había aprendido nunca.

Al menos a su tío podría llamarlo de algún teléfono cualquiera. Pero le desconsolaba que unas fotos de su madre las perdió para siempre...

Kuro sintió el abrazo estrecharse más. Y al buscar la mirada de Mahiru, éste bajo la suya y le sonrió. Arqueo una ceja. Mahiru no necesitaba mentir. Si estaba enfadado o triste, podría expresarlo, no necesariamente camuflarlo con esa sonrisa.

Y Shirota si lo estaba, pero no tenía porque hacer sentir mal a Kuro. El celular era solo un objeto. Las fotografías, tiene muchas en casa. Una mas o una menos no le hará daño.

Aunque si pensaba, tener una mas no estaría mal. Obviamente ya no más con su madre, pero ahora tiene a Kuro. Y una idea pasó por su castaña cabeza. Sólo quedaba ese día. Ya con ese tiempo Mikuni no hará más del campamento, estaba seguro. Quizás con Kuro podrían salir y hacer una... cita.

Shirota se sonrojo levemente ante el pensamiento. No había pensado en una cita con Kuro. Y sonrió cuando la mirada del chico se posó en la suya. Como conectados por un pensamiento, Mahiru imaginó lo que Kuro le diría para animarlo; una salida de parejas.

— Kuro, quiero hacerlo — Pero le confundió un grado los ojos abiertos de par en par del perezoso.

— ... ¿Qué? — Y ese balbuceo entrecortado le hizo ladear el rostro como un cachorro a Mahiru.

— Quiero tener una cita contigo, Kuro. Creemos nuevos recuerdos.

— Ah... eso.

Kuro desvió la mirada, y Mahiru confundido, apreció ese rojito en su rostro ante su voz desanimada. Hasta que sus neuronas le hicieron comprender su propia frase. Se abochorno de sobremanera.

— ¿Qu-Qué estabas pensando, gato pervertido?

Kuro soltó un suspiro derrotado.

— Es que MahiMahi no se expresa bien... uno puede confundir tus palabras fácilmente.

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