I

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 —Soy gay. —Dijo Joseph Jones por quincuagésima vez.

—Eso no eliminará el hecho de que me gustas, ¿capichas, Joe? —Claudeen siguió caminando por el largo pasillo, sin mirar atrás para comprobar si Joseph la seguía.

—No capicho, Brooks, simplemente no puedo creer que no te hayas dado por vencida. —Respondió, apresurando el paso para alcanzarla.

—Supongo que tendrías que hacer que te odiara.

—No haría eso, eres mi mejor amiga.

—Y tu mejor amiga está en la friendzone. —Claudeen rio de su suerte.

 ¿Por qué su primer amor tuvo que haber sido un chico gay? Lo que deseó desde pequeña era ser correspondida la primera vez que se enamorara... no era pedir mucho, ¿verdad? Si hubiese pedido un auto último modelo no sería tanto problema. Aunque tampoco lo pediría, su familia no estaba en condiciones de afrontar los gastos de gasolina y mantenimiento, menos el gasto por compra de un objeto tan caro. Claudeen se dijo que era una señal del destino, un recordatorio latente de que su trabajo era estudiar para mantener su beca y conseguir el dinero para completar la semana. Cualquier relación sentimental que tuviese se iría por el tubo por su apretada agenda.

—¿Por qué hay tanto revuelo allí? —Preguntó la pelirroja, señaló una aglomeración en cuyo centro estaban un chico y una chica repartiendo hojas.

—Alguna locura del consejo... una rifa, convocatoria, no sé, alguna de sus locuras habrán puesto en marcha como cada año.

Claudeen recogió una de las hojas en el pasillo, la leyó rápidamente. Se trataba de una encuesta sobre la efectividad del consejo estudiantil y de cada uno de sus miembros, los cuales tenía su propio apartado. 

Un signo de interrogación se dibujó en el rostro de Claudeen, no conocía ninguno de los nombres mencionados.

—¿Quién es este? —Inquirió refiriéndose al nombre que correspondía al presidente estudiantil. Tenía bonita cara, pero no lo recordaba del todo—. ¿Henry Winters? —leyó arqueando una ceja.

—El presidente estudiantil por el que votaste.

—¡¿Ese baboso?! —Exclamó Claudeen, abrió los ojos como platos, los enormes lentes se resbalaron hasta la punta de su nariz—. Yo no voté por ese baboso —rezongó y acomodó el armazón como le gustaba—. Es más, yo voté por todos.

—Eso es anular el voto. —Murmuró Joe lo suficientemente alto para ser escuchado.

—Por eso mismo, todos los candidatos eran una bola de idiotas, daba igual quien quedaba.

 —¿Una bola de qué? —Intervino un joven detrás de ellos, rodeó el hombro de Claudeen como si fueran viejos amigos. 

La chica se limitó a quitar el brazo, después lo miró con unos inescrutables ojos verdes. Henry le devolvió la mirada esperando escuchar una disculpa, en cambio se encontró con el silencio de la chica. Ella ladeó la cabeza ligeramente, un acto que hacia siempre que no reconocía a la persona. Joe rio entre dientes.

—Es Henry...

—No parece un Tudor —dijo Claudeen, habiendo dejado que la historia se le viniera a la cabeza. Simplemente no pudo evitar hacer la comparación—. Oh... no es un Tudor, ¿qué Henry es?

—Winters, ¡lo acabas de leer! ¡Y tenía foto! —Murmuró Joe. Claudeen repitió el apellido varias veces, con la mano en la sien e intentando hacer memoria, claramente. Siempre que la respuesta le llegaba a la cabeza sus ojos chispeaban y dejaba caer un puño en la palma de la mano contraria.

—¡Es demasiado joven para ser el senador Winters! —Exclamó la chica inocentemente.

—Ese es mi padre.

—Otro niño rico. —Dejó salir un corto suspiro, se acomodó su corto cabello detrás de la oreja.

—¿Buscas problemas, Cliché Brooks? —Preguntó, con los ojos afilados. Claudeen negó con tranquilidad—. ¿Entonces?

—Solo decía... ¿qué clase tenemos?

—Lengua. —Respondió Joseph inmediatamente.

—Aburrido... bueno, adiós, Henry Tudor. Ha sido un placer.

Claudeen se ganó miradas celosas por parte de chicas que idolatraban a Henry, otras se sentían ofendidas por el trato que le dio. Presidente estudiantil o presidente del país, Henry Winters hubiera tenido el mismo trato, al igual que las demás personas "sin interés" para la chica. En realidad, los únicos que se libraban eran Joe y... y solo Joe. No se debía a los sentimientos de Claudeen, sino a conocerlo desde antes de los problemas familiares que surgieron en sus primeros años como adolescente. Eso obligo a que se cerrara, dejó de hablar con sus compañeros y se fijó una meta que la acompañaba desde esos días.

Henry siguió repartiendo las encuestas, intentando olvidar los últimos minutos, pero sin lograrlo del todo. Su mente estaba elaborando una pregunta que llevaba bastante tiempo en su mente: ¿por qué le decían Cliché? Quizá era por su apariencia. Una chica de lentes enormes, siempre cargando libros, vestía una enorme sudadera color piel y, por lo que había visto, poseía datos históricos en la primera capa de su cerebro. Claudeen era el modelo perfecto de una niña estudiosa que hablaba con telegramas, definitivamente no era el tipo de chica que le llamaba la atención y menos físicamente, sobre todo por ese cabello zanahoria.

Henry Winters salía con rubias exclusivamente.

Claudeen Brooks no era rubia.

Henry Winters no sería atrapado por los encantos que no mostraba... a menos de que se abriera un poco. ¡Ja! ¡Eso no sucedería!

—Es Winters, Henry Winters —dijo después de largo tiempo, cayendo en cuenta de que la chica había dicho mal su nombre—. No sería mala idea ser el rey, tu rey. A ver si así me tiene respeto. —Pensó.

No sería hasta una semana después cuando Henry Winters cruzaría una puerta que cambiaría más de una vida. Esa tarde, casi noche, no tenía ganas de estar en lugares muy ruidosos, de hecho le dolía la cabeza de tanto papeleo. ¿Qué era mejor que ir a un café cercano para relajarse? Henry no lo supo hasta haber visto a la pelirroja metida en un traje de sirvienta de falda corta, producto de una mala apuesta de la dueña del café. 

Un solo pensamiento se le cruzó por la cabeza, uno demasiado tentador un día en el que nuestra hada madrina estaba dispuesta a hacer un poco de magia.

"Qué sucedería si..." había sido la frase que revoloteó dentro de Henry con tanta fuerza que lo hizo sonreír con malicia.

Cliché no se imaginaba qué cazador iba detrás de ella.

     

SIN EDITAR.

Soy tu cliché personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora