XXI

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Una chica castaña sostenía un vestido largo rojo, el chico a su lado tenía uno azul cielo en una mano y en la otra uno negro con detalles en plateado. Claudeen estaba delante de ellos con los brazos cruzados y sin dar señales de decidirse por uno de los tres vestidos. Negaba con la cabeza una y otra vez. ¿El problema? La falta de tela en diversas partes. Incluso Molly había dado su opinión, de una niña de cinco años, pero al final de cuentas era su opinión. Molly quería el vestido azul cielo.

—¿No puede ser otro vestido? Tiene tremendo hueco en la espalda... —preguntó Claudeen refiriéndose al vestido rojo.

—¿Por qué no te pones un suéter? —cuestionó la pequeña Brooks, ella no le veía gran problema al hueco del vestido rojo, pero por el simple hecho de ser rojo no le gustaba.

—Y un solo tirante —dijo la chica castaña, Susie, imitando la voz de Claudeen.

—Y éste tiene cero tirantes —agregó Oliver Scott, conteniendo una risa.

—¡Exactamente! Si lo saben, ¿por qué insisten? No pienso ponerme eso.

—¿Y quedar como abuelita en la prom? Sueña, Clau —respondió Susie—. Te estoy ahorrando el momento de quedar en ridículo, además conozco un par de chicos que terminarán babeando y arrepintiéndose de lo estúpidos que han sido este año.

—Te recomiendo el rojo pasión —Oliver le guiñó un ojo.

Claudeen resopló.

—Me adelantaré con Molly a la tienda de instrumentos —los ojos verdes de Molly resplandecieron, eso era lo que llevaba tiempo esperando: la tienda de instrumentos—, así ustedes pueden elegir el vestido que crean más adecuado... de otra forma nunca saldremos de aquí.

La energía en la pequeña Molly se disparó al máximo, en tramos corría, otros brincaba. Claudeen sonreía contemplando la felicidad de su hermanita por comprar su primer instrumento, desde seis meses atrás llevaba tomando clases de violín. Su madre, pensando que sería una moda pasajera, no había cedido ante las insistencias de Molly por comprar su propio violín hasta ver que la niña iba en serio con el instrumento. Así que cuando le anunció días atrás que le compraría su propio violín Molly prácticamente estaba en su propia nube de felicidad.

—¡Apúrate! —gritó Molly poniendo sus manos alrededor de su boca, el cabello pelirrojo bailaba gracias al viento que la azotaba por detrás.

—Para una persona antideportiva como yo eso es imposible, Molly.

—¡La última es un huevo podrido!

—¡Espera, Molly! ¡No seré un huevo podrido!

Claudeen estaba demasiado atrás para alcanzar a Molly aun corriendo.

La tienda estaba dividida por instrumentos de viento, percusión, cuerdas e instrumentos eléctricos. Molly se asomó en cada una de las secciones, si supiera leer hubiera comprendido lo que decían los letreros en la entrada de cada sala. Claudeen prefirió que sola aprendiera el camino, después de todo no sería la única vez que iría a la tienda. La siguió muy de cerca, a veces se detenía a ver algo que le llamara la atención. Instrumentos, accesorios, repuestos... se sorprendió al seguir recordando los nombres de los objetos que conoció de pequeña. La música de fondo quedaba opacada por un piano, la melodía era tocada más rápido de lo que marcaba la partitura, pero seguía sonando bien.

Se olvidó un momento de Molly y fue a investigar quién tocaba la canción.

Se trataba de un chico con manos de pianista, pero con una apariencia que desencajaba totalmente. El cabello rubio platinado resaltaba sobre la chaqueta de piel negra, la camisa con el logo de una banda de rock que Claudeen desconocía, jeans oscuros y botas sin amarrar. Claudeen incluso creía posible que tuviera una cadena colgando de las presillas del pantalón. El muchacho no dejó de tocar a pesar de saber que alguien lo observaba, eso sólo decía que estaba acostumbrado.

Soy tu cliché personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora