XIII

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Alcohol y música, algunos dirían que es la mezcla perfecta para olvidar los problemas. Una chica con alcohol en sus venas es propensa a caer en los brazos del hombre equivocado. La música ayuda a perder las horas, pasa una y otra canción, parece no parar. Eventualmente, si está en una fiesta y ha tomado terminará en la pista de baile. Los chicos que la encuentren interesante se acercarán, unos solo para pasar el rato, otros querrán encontrar un lugar en lo oscurito. Entre más borracha estuviera, más fácil sería que ella accediera, aunque la chica fuera seria y negada a tener cualquier contacto físico como Claudeen.

Henry había hecho de guardaespaldas y no permitió que aceptara bebidas sin haber visto que la prepararan.

—Me quedaré a dormir aquí —había dicho Claudeen, dando un bostezo—. Diviértete.

—¿Dónde?

—¿Dónde qué?

—Dormirás —dijo, dando a entender que la respuesta era obvia.

—En el cuarto de Caroline.

Las palabras fueron la sentencia de Claudeen. No dormiría sola en esa habitación hasta haber terminado la fiesta.

La luz se filtró por la diminuta separación entre las cortinas de la habitación de Caroline, derramaron su calor en el rostro de Claudeen, pero no fue ella la que despertó, sino el muchacho que dormía contra la mesa de noche. La vibración del celular guardado en uno de los bolsillos llegó a ser tan molesto que terminó obligándolo a abrir los ojos. Sacó el dispositivo y leyó el nombre en la pantalla. Su madre, maldijo mentalmente. Se limitó a dar una pequeña explicación de su ubicación, ya tenía dieciocho, no era necesario decir todo lo que hacía.

—Mujeres —murmuró poniéndose de pie.

Le llamó la atención revoltijo de manos y piernas en el sofá, tardó en comprender la pintura humana: una chica y un chico con únicamente camisas, se quedaron dormidos como consecuencia de una noche llena de placer. El cabello rubio pertenecía a Caroline, se convenció al ver el tatuaje en forma de mariposa en su clavícula, la única impureza que tuvo mientras estuvieron saliendo. El otro chico lo identificó como Jesse Parker, el portero de su equipo de futbol.

—¿Cómo cariños no me desperté? —se preguntó Henry, rascándose la nuca y regresando al pie de la cama—. Tú tampoco te habrás dado cuenta —agregó, acomodando el mechón detrás de la oreja de Claudeen. La chica apenas se movió—. Y no te puedo dejar aquí...

Una pluma pesaba más que Claudeen, su complexión delgada y ser de huesos que no pesaban mucho la ayudaban mucho. Henry intentó no prestarle mucha atención al aroma que despedía la pelirroja, vainilla y miel mezcladas con alcohol. Ella dormía profundamente, la Bella Durmiente ya se había despertado a ese punto. Tenerla entre sus brazos lo hacía feliz, esa pieza que le faltaba en su interior era colocada en su lugar. Claudeen balbuceó aferrándose a la camisa arrugada de Henry, segundos después su agarre se aflojó.

La casa estaba llena de adolescentes dormidos y con resacas, vómito, cristales rotos y basura de todo tipo. El primer piso supuso que debía de estar peor, así que se decidió por el lugar más seguro para ella, la recamara principal. Los padres de Caroline estaban ausentes seis de cada siete días, cuando estaban no la ocupaban. Año y medio con Caroline fue suficiente para aprender los secretos oscuros de la familia, ya que la chica tenía una lengua que se ejercitaba seguido, no únicamente con besos. Le sorprendía no haber escuchado de Claudeen, si eran tan amigas... ¿por qué nunca hablaba de su mejor amiga?

—¿Planeas seguir evitándome después de ese baile? —susurró, sentándose en la cama con Claudeen en brazos. La acurrucó como a un bebé por un corto tiempo, no quería que despertara y le diera un ataque tan fuerte que terminara con su corazón—. Me has convertido en el príncipe encantador...

Soy tu cliché personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora