Un Café en Medio de Lluvia

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Narra Géminis

Me encontraba en un auto, sola, con Piero Barone.
El silencio reinaba en el auto. Debes en cuando, veía a Piero de reojo. Se veía relajado, como cuando me llevo a mi casa después del concierto.
Recordar ese viaje no me ayudo a calmarme. Pensar en estar en su moto, abrazada a él...
Sin querer mis mejillas tomaron un color rojo, y él lo noto.
- ¿Te encuentras bien? Estas algo ruborizada - me miraba de reojo, sin dejar de concentrarse en el camino.
- Estoy bien - volteé hacia la ventana para que no vea mis mejillas color manzana.
Él prendió la calefacción, y sentía como seguía mirándome de reojo cada vez que podía. Fingía que no lo notaba, en realidad trataba de ignorarlo, pero no lo lograba. Sentía cada vez que movía la caja de cambios a pocos centímetros de mi; si moviera mi pierna... Solo un poco entonces él rozaría mi muslo.
Volví a la realidad gracias a una sacudida que dio el auto, provocando que Piero tuviera que estacionarse.
- ¿Qué paso? - pregunte recién viendolo.
- Es la llanta - dijo Piero poniendo el freno de mano.
- Entonces cambiala - respondí diciendo lo primero que se me ocurrió, entonces vi a Piero poner una sonrisa nerviosa - tienes repuesto ¿verdad?
- Lo use hace unas semanas y no tuve tiempo para comprar otra - se encoge los hombros - llamaré a alguien para que nos recoja.
Suspire. Pensé en salir e ir a tomar el autobús, pero la lluvia había empeorado a tal grado de parecer diluvio. Piero hablaba con alguien por teléfono, cuando me di cuenta que nos encontrabamos frente una cafetería, casi podía sentir el olor del café caliente.
- Vendrán en unos 30 minutos - dijo el italiano al colgar el teléfono - las calles  están congestionadas - yo no lo miraba, seguía pensando en ese café. Piero siguió mi mirada hacia la cafetería. - ¿Quieres un café mientras esperamos? Yo invito.
- No es necesario, podemos esperar aquí.
Él alargó su mano hacia la guantera, la abrió para sacar un paraguas rojo. Sin decirme nada, abrió la puerta del auto, abrió el paraguas y salió. Lo vi rodear el coche hasta llevar a mi puerta que abriste para que yo salga.
- Estaremos más cómodos si esperamos adentro - dijo tendiéndome la mano que sujetaba el paraguas.
Lo pensé por un segundo. ¿Qué era más incómodo? ¿Estar en una cafetería con él o estar sola con él en su auto por media hora? Sin mucho que pensar tome su mano y salí del vehículo. El paraguas no era muy grande así que tuve que apegarme a él para no mojarme.
Puso la alarma al auto y después entramos a la cafetería.

Algo que compartía con los italianos es el amor al café. Tenía que beber uno cada mañana para despertar definitivamente, y bebía otro en la tarde para leer o ver la televisión.
En la cafetería tuvimos la suerte de encontrar una mesa desocupada cerca de la calefacción. Mientras Piero iba por las bebidas, yo entraba en calor y trataba de convencerme que no tendría nada de malo tomar un café con él, no es que fuera una cita o algo así.
- Aquí esta tu café - la voz de Piero me distrajo haciéndome volver a la realidad.
- Gracias - agarre mi café y le di un largo sorbo, era del mejor café que había probado desde hace mucho tiempo.
Piero estaba sentado frente a mi. Mirándome fijamente, casi sin tocar su café. Evitaba sus ojos viendo el resto de la cafetería y me di cuenta la cantidad de parejas que había en este sitio, era obvio que estábamos en el lugar preferido para los novios de la ciudad.
Me encogí en mi asiento demasiado incomoda. ¿Y si un paparazzi nos veía? No quería aparecer en primera plana como la nueva novia del cantante italiano.
- Tal vez deberíamos volver al auto - dije en voz baja.
- ¿Por qué? Aquí estamos cómodos y calientes - nos miramos a los ojos por un par de segundos antes de que él desvíe la mirada - y por lo menos aquí puedo fingir que estoy en una cita contigo - dijo lo último en voz baja, pero lo suficiente para poder escucharlo.
Me sorprendí por su declaración. Me hizo sentir más incómoda de lo que estaba, pero sentí que algo cálido dentro de mí. Una parte dentro mio quería que me siguiera diciendo cosas lindas. Sonreí sin poder ocultarlo y él lo notó.
- Mira, Géminis - me miro a los ojos decido - he estado dándote tiempo para que te sientas cómoda, no quería presionarte ni ir muy rápido pero quiero decírtelo ahora - trago saliva antes de continuar - me gustas y mucho. Me gustas desde que te vi en el concierto, cuando te subí al escenario; no pude sacarte de mis pensamientos desde ese día - fue mi turno de tragar salida, no sabía como reaccionar. - Sólo quiero saber si me dejas tenerte como mi novia ¿aceptas?
Me quede en shock por un par de minutos, quería decir si pero mi boca no me lo dejaba. Al final solo dije:
- No... simplemente no.
Como pude salí de allí a toda prisa, ni siquiera me preocupe por terminar mi café. Sólo quería ir lo más lejos de ese lugar. Seguía lloviendo fuertemente, estaba exhausta y totalmente mojada. Me detuve al lado de un poste para respirar, apoyada cerré los ojos y deje que las gotas frias me devolvieran a la realidad.
- Pescarás un resfriado - abrí los ojos y frente de mi estaba Piero bajo el paraguas.
- ¿Por qué me seguiste? Yo tomaré el autobús - dije rudamente, quería que me dejará sola.
- Sólo quería saber el porqué, ¿por qué no?
-¿Por qué? ¿En serio quieres que te lo diga? - solté un bufido, estaba apunto de quebrarme enfrente de él - Porque soy la chica que la vida le patea el trasero cada vez que puede, porque soy la chica que tocó fondo mil veces, porque prefiero no tener nada para así no poder perder nada - termine quebrandome, llorando en medio de la lluvia.
Me quede quieta sin saber que era lo que resbalaba por mi rostro ¿era lluvia o lágrimas?
Sentí a Piero acercarse lentamente hasta lograr cubrirme con el paraguas, con su mano libre me acerco para poder llorar en su hombro. Podía sentir el calor que irradiaba su cuerpo, era tranquilizador sentirlo.
- Yo haré que no vuelvas a ser esa chica - dijo después de varios minutos - ya no tendrás que llorar otra vez - me levanto la cara y con su pulgar limpio las lágrimas que bajaban por mi mejilla - Sólo tienes que dejarme.
Me miraba a los ojos muy de cerca, me había derrumbado y él quería volverme a arma.
Sin poder hablar simplemente asentí.

Un Grandioso Error (Piero Barone)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora