Capítulo 2

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NICOLE

Son las 23:45 y Bianca camina hacia la puerta de nuestro dormitorio. Viste su habitual ropa negra y siniestra gritando a los cuatro vientos su pasión por lo gótico. Pelo negro cortado a nivel de los hombros con flequillo, sobra de ojos oscura y labios morados. Sí, esa es Bianca. Aunque no soy yo, la chica del pelo gris, quien debería juzgarla.

— Ey... ¿Vas al seminario de Antropología? —pregunto de forma casual recostada sobre mi cama fingiendo leer un libro que creo que está al revés.

Bianca se detiene con su mano a punto de tocar el pomo dorado de la puerta y se gira hacia mí.

— ¿Cómo sabes eso? —pregunta ella con el ceño fruncido y expresión molesta.

Cierro el libro, cuyas letras efectivamente estaban boca abajo, y me incorporo.

— Me he enterado recientemente de que hacen estos seminarios a media noche. Es obvio que es ahí donde vas dos veces por semana.

Bianca se cruza de brazos y golpea el suelo repetidamente con su pie de forma impaciente.

— ¿Algún problema con eso?

— Ninguno. Sólo me preguntaba si podría acompañarte.

— ¿Por qué? Tú ya has cursado esa asignatura —dice ella mirándome de forma sospechosa.

Lo que dice es cierto. Estoy en el cuarto curso de la carrera de Psicología y la asignatura de Antropología se imparte en segundo año que es el que está estudiando Bianca.

— He oído que el nuevo profesor le da un nuevo enfoque —por llamarlo de algún modo —. Estoy muy interesada en escuchar su punto de vista.

Bianca me mira poco convencida así que insisto.

— Por favor, te aseguro que no notarás ni que estoy ahí —prometo juntando mis manos en forma de ruego.

— Bien —resopla —. Pero siéntate lo más lejos de mí que puedas.

— Hecho — sonriendo me levanto rápidamente.

— ¿Vas a ir así? —pregunta ella señalándome antes de salir al pasillo —. Fuera hace bastante frío.

— Cierto —me hago la despistada y vuelvo para coger la chaqueta de cuero negra que descansa sobre la silla junto al escritorio —. Listo. Podemos irnos.

Bianca resopla de nuevo y salimos. Antes solía estar más obsesionada con los pequeños detalles que te hacen parecer humano como por ejemplo: ponerse un abrigo cuando hace frío, quitárselo cuando hace calor... ese tipo de cosas que parecen insignificantes pero que si no las haces, definitivamente llaman la atención. Y eso es algo que un vampiro no quiere.

Diez minutos más tarde cruzamos las pesadas puertas dobles que conducen a uno de los edificios del campus. Es uno de los más pequeños donde se imparten las asignaturas de Psicología y Magisterio.

Por el pasillo nos encontramos con dos chicas más y juntas entramos en una clase minúscula sin ventanas. Varias sillas están dispuestas en semicírculo frente a un escritorio de madera oscura.

Bianca se separa de mí y camina hasta una de las sillas de la primera fila. Se sienta y espera con impaciencia la llegada del profesor. Por el contrario, yo elijo uno de los asientos más alejados en la última línea. A mi alrededor las sillas se van ocupando rápidamente y quedo sorprendida al descubrir que no hay ni un solo chico aquí.

El reloj junto a la puerta marca las doce en punto cuando el profesor por fin llega. Se hace el silencio mientras él camina con actitud confiada hasta el escritorio donde deposita con delicadeza su chaqueta de felpa. Sin decir una palabra rebusca en uno de los cajones y saca una caja de cerillas. Después enciende varias velas y apaga las luces.

Vale, no negaré que me siento nerviosa. Esto está comenzando a parecer mucho más siniestro de lo me esperaba. El ambiente sombrío y la gran cantidad de mujeres en la habitación me llevan a un solo pensamiento que se repite en mi cabeza: "Definitivamente no estoy preparada para participar en una orgía"

¿Quién puede juzgarme por considerarlo en esta situación? El profesor se apoya contra el escritorio frente a todas las chicas que le miran atentas y, tras unos segundos de expectación, comienza el seminario.

— Me alegra ver que cada día somos más. Todas vosotras estáis aquí por una razón. Porque sabéis que el mundo no es tan simple y sencillo como aparenta ser.

Las cabezas a mi alrededor asienten a sus palabras cuyo volumen parece aumentar en el silencio ensordecedor que me rodea.

— Antes de nacer vivimos en un mundo de felicidad, sin luz y sin amenazas. ¡El útero de nuestra madre! —exclama él abriendo sus brazos —. En él nos alimentamos de sangre y al nacer este sustento nos es arrebatado. Pasamos toda nuestra vida intentando llenar ese hueco en nuestro estómago con todo tipo de cosas: comida, ocio, amistades, sexo... Y os diré una cosa, nada de eso realmente sirve.

Me encojo en el asiento y disimuladamente coloco mi puño cerrado contra mi boca ocultando el temblor de mis labios. Menuda sarta de chorradas.

— Sólo a través de la sangre podemos volver a sentir ese estado de calma y felicidad. Esas personas que han sabido encontrar el equilibrio y servirse de la sangre son los que erróneamente en la actualidad se denominan vampiros. Yo soy uno de ellos y os puedo asegurar que ni tengo colmillos ni soy inmortal.

A pesar de mis fuertes intentos por mantenerme calmada y no llamar la atención, mi risa acaba escapándose entre mis dedos. El profesor se detiene y las cabezas se giran en mi dirección. Mierda.

— Entiendo que para algunas personas lo que estoy diciendo puede resultar poco creíble ¿qué parte es la que le ha resultado graciosa? —dice él dirigiéndose hacia mí.

Desde mi posición puedo ver a Bianca fulminándome con la mirada. Probablemente se esté arrepintiendo de haberme traído. El profesor cruza sus brazos y calmadamente espera por mi respuesta. Un vampiro de verdad debatiendo con un vampiro falso... esto puede ser interesante.

— Creo que la parte que no me convence es en la que afirma que usted es un "vampiro" —contesto haciendo comillas con mis dedos.

— Puedo imaginar lo que estás pensando. Probablemente creer que los vampiros son esos seres sobrenaturales que muerden a la gente para alimentarse, lo cual está muy lejos de la verdad.

— Entonces ¿cómo lo hacen? —pregunto curiosa por saber que mentira va inventarse esta vez.

— Una simple gota de vez en cuando es suficiente —dice él levantando un dedo.

¿Una gota? Ojala... Suspiros emocionados y corazones palpitantes son los sonidos que bailan alrededor de sus palabras. Todas a mí alrededor parecen perdidamente enamoradas del farsante frente a mí y es entonces cuando comprendo de donde obtiene esas ansiadas gotas de sangre.

— ¿Está usted casado? —pregunto a pesar de haber visto el anillo en su mano derecha.

— Sí, lo estoy —asiente él sin saber la razón de mi interés.

— Ya... ¿y su mujer sabe que bebe la sangre de sus adoradas alumnas?

Sonrío satisfecha al escuchar los jadeos de sorpresa. Algunas de las chicas desvían la mirada en culpabilidad mientras que otras se indignan por mi acusación. Los labios del profesor se fruncen en descontento y sus puños, a ambos lados de su cuerpo, se aprietan en furia.

— Me temo que voy a tener que pedirle que se vaya —consigue decir él a través de su ira.

— Claro, sin problema —respondo encogiéndome de hombros.

Me levanto y lentamente me pongo la chaqueta frente a las miradas en shock de las asistentes al seminario. Me encamino hacia la salida pero me detengo antes de llegar al pasillo.

— ¿Un consejo? —le ofrezco —. Debería dejar el mal hábito de beber sangre de otras personas. He oído que se transmiten muchas enfermedades a través de ella.

Sus labios se separan para responder pero sin importarme lo que tenga que decir, salgo y le dejo con la palabra en la boca.

¡JA!... Vampiro real 1 – Imitación 0

Starving of BLOODDonde viven las historias. Descúbrelo ahora