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Tres días.

Habían pasado tres días sin ningún intento de contacto.

Blayne dejó el espejo atraniano en su tocador y se dejó caer en la cama de la fastuosa habitación que su hermano le había asignado cuando prácticamente irrumpió en su casa y le imploró-ordenó que lo dejara quedarse y no le dijera nada a los demás en su familia. Dyfan era un poco snob y bulsart, pero por suerte para Blayne su enlazado era ligeramente más amable, pese a ser un sombrío-cara-de-piedra, y lo dejó quedarse sin muchas preguntas.

Se removió incómodo alrededor del suave lecho. Antes habría caído dormido tan pronto como el sol se ocultara en el horizonte, pero desde que había dejado su más bien fea y diminuta casa, no podía dormir bien. Cada vez que cerraba los ojos veía a Gorak o escuchaba su voz. No podía seguir así, necesitaba encontrar los fallos que exasperaron a Gorak para enmendarlos y demostrarle que podía volver. Simplemente no podía vivir con sólo la mitad de su alma.

Y sabía justo por donde comenzar.

Salió de su habitación hacia las escaleras que llevaban a lo que normalmente él creería que era un sótano sombrío y aterrador, pero todos insistían en que era otra planta de la casa y que, por si fuera poco, había un par más por debajo de esa. La oscuridad y escasa decoración no ayudaban a convencerlo de que no era un sótano, pero por una vez realmente estaba feliz al respecto. Se detuvo frente a un sumamente gráfico grabado de la guerra entre cohortes.

Diosas, los sombríos eran retorcidos.

Tomó una respiración profunda del viciado y húmedo aire frío antes de golpear el hacha de un guerrero en el grabado. En medio del campo de batalla lentamente se abrió una brecha que separó a ambos ejércitos hasta que adquirió el tamaño de una puerta. Lamentándose por no haber conseguido una lámpara Blayne se resignó a entrar en la casi penumbra orando por no golpearse con algo.

Escuchó algo como una risita disfrazada de tos proveniente de algún lugar entre las sombras.

― Obtendré iluminación para usted. ― Un momento después una luz tenue, definitivamente no suficiente pero sí útil inundó la habitación. ― ¿Qué puedo hacer por usted? ― Preguntó Réamann.

Blayne tuvo que recordarse que no podía insultar al sombrío si quería su ayuda. Y el estremecerse porque había visto cadáveres más expresivos que su anfitrión definitivamente sería casi tan insultante como sugerirle cómo podría relajarse y con qué.

― Simplemente pensé en venir y hacerle compañía a mi cuñado favorito ¿no puedo?

Réamann arqueó una ceja y reacomodó un poco los papeles en su escritorio. No resopló, pero Blayne podía sentir su intención, incluso podía verla titilar en las pupilas rasgadas de sus inquietantes ojos rubí. Jamás entendería cómo su hermano soportaba ver esos ojos a diario. El elfo unseelie se mantuvo impasible por un momento como si estuviera esperando a que Blayne continuara con lo que tenía que decir.

― Necesita lecciones urgentemente, Blayne. Incluso puedo recomendarte un profesor cualificado. ― Blayne se sobresaltó. ¿El sombrío se estaba divirtiendo a sus costillas? ¿Qué creía que sabía y él no? ― Su técnica de falacia es atroz. ― Aclaró. Sí, estaba divirtiéndose a sus costillas. ― Me temo que no sé tanto de Gnomtharkl como me parece que cree.

― Sólo di lo que sepas. ¿Tienen algo contra los jugueteros?

― Absolutamente no. Sin embargo, es probable que sus juguetes no resulten de su agrado dado su particular sentido de la belleza por lo que tus creaciones podrían ser ligeramente estrambóticas para....

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