Cap. 3

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-Ahí es donde vivía Elvis- dice mientras comenzamos a subir la colina hacia mansiones todavía más impresionantes. Intento ver algo del cuidado jardín que se oculta tras los setos y los altos muros.

El dolor de cabeza parece que ha dado paso a un cosquilleo en el estómago. Me limpio el sudor de la frente y me digo a mí misma que solo son los efectos secundarios de la borrachera.

Seguimos subiendo y de repente Davey sale de la carretera y se detiene frente a unas impresionantes puertas de madera. Unas cámaras nos enfocan impasibles desde pilares de acero a ambos lados del coche. Me siento observada y experimento la repentina necesidad de subir la ventanilla. Davey anuncia nuestra llegada por un interfono y nos segundos después las puertas se abren. Tengo las manos pegajosas.

El camino hacia la casa no es largo, pero a mí se me hace eterno. Al principio los árboles ocultan la casa, pero tras la curva aparece ante nosotros.

Es un diseño moderno y estructurado: dos plantas, hormigón blanco, forma rectangular.

Davey sale del coche y me abre la puerta. Yo me quedo allí, intentando controlar los nervios, mientras saca mi maleta del maletero. La enorme y pesada puerta de madera de la entrada principal se abre y sale una mujer baja y regordeta, sonriente y de aspecto suramericano.

-¡Vaya! ¿Y a quién tenemos aquí? - Su sonrisa es radiante y me cae bien al momento-. Soy Rosa- dice-, y tú debes ser ____.

-Hola...

-¡Vamos, pasa!

Davey se despide de mí y me desea buena suerte, yo sigo a Rosa al interior. La entrada es grande y luminosa. Franqueamos otra puerta y me paro en seco. Los cristales que lo cubren todo, del suelo al techo, ofrecen una panorámica perfecta de la ciudad bajo la luz calinosa de la tarde. Una piscina en la terraza brilla refrescante y azul.

-Espectacular, ¿Verdad? - Rosa sonríe y estudia mi expresión.

-Increíble - Contesto.

Me preguntó dónde estarán ellos.

-Los chicos están de viaje. De repente sintieron la necesidad de salir para componer.- dice Rosa.

Ya.

-No volverán hasta mañana - apostilla-, así que tienes un poco de tiempo para deshacer la maleta e instalarte. O mejor aún descansar un rato en la piscina...- dice mientras me empuja suavemente.

Levanto el asa de la maleta e intento disimular mi decepción mientras sigo a Rosa hasta una gran habitación diáfana, de dos alturas. El moderno equipo estéreo y la enorme televisión plana de la esquina me dicen que estoy en el cuarto de estar. Los escasos muebles que hay son muy modernos y súper chulos.

Estoy impresionada. De hecho. Mi pasotismo inicial comienza a esfumarse, lo que no me ayuda a calmar los nervios.

-La cocina está por aquí- dice Rosa mientras señala hacia una pared curva de cristal esmerilado-. Ahí es donde paso la mayor parte del tiempo. Soy la cocinera- me explica antes de que le pregunte-. Intento que se alimente bien. Si mi trabajo fuera serviles copas, serían mucho más felices.-Dice en broma. Chasquea la lengua cuando llegamos a los pies de una escalera de hormigón pulido.

-¿podrás con eso, cielo?- me pregunta mirando de reojo mi maleta.

-¡Sí, tranquila!

-Deberíamos tener un mayordomo, pero los chicos no quieren llenar la casa de gente- prosigue mientras sube las escaleras delante de mi.- No es que sean tacaños, ¿sabes?, es que les gusta que seamos una pequeña familia. - Da media vuelta-. Tu cuarto está aquí. Los cuartos más grandes son de los chicos, del otro lado, y pasando esas puertas verás las habitaciones de invitados y el estudio de música de los chicos- dice mientras pasamos junto a ella-. Tu despacho está abajo, entre la cocina y la sala de cine.

Perdón, ¿Ha dicho sala de cine?

-Luego te lo enseñaré todo. -añade entre jadeos.

Me cuenta que ella vive con su familia. Así que aparte de los chicos y los de seguridad no vive nadie más.

-Aquí está tu cuarto.

Gira el pomo de acero inoxidable y empuja la pesada puerta de metal. Luego da un paso atrás para dejarme pasar.

Mi habitación es tan luminosa y blanca que me quiero poner las gafas de sol. Las ventanas dan a los frondosos árboles de la parte de atrás y en el centro hay una cama tamaño gigante, cubierta con una colcha de color blanco inmaculado. Un armario lacado en blanco cubre toda una pared, del suelo al techo, y frente a él se abren dos puertas.

Rosa me dice que también tiene una pequeña cocina y un baño con jacuzzi. ¡Este sitio es alucinante! he visto mansiones de súper estrellas en la Tv, pero esto es todavía mejor.

Rosa me deja sola. Me quito los zapatos y me lanzo sobre la impresionante cama sin parar de reír. Me tumbo boca arriba. Asimilo mi nueva vida y decido bajar. Al entrar a la cocina me encuentro con Rosa.

-¡Hola! te estoy preparando una quesadilla. Seguro que te mueres de hambre.

-¿Te ayudo? -Pregunto.

-¡No, no, no! -Dice apartándome. Unos minutos después me sirve el plato terminado, unas tortillas triangulares que rezuman queso derretido. Tiene razón, me muero de hambre.

Rosa me dice que se marcha a las seis y media e insiste en que vaya a la piscina. Diez minutos después estoy en la terraza con el biquini negro que compré para mis últimas vacaciones en Italia con Lucía. El sol todavía calienta, así que me quedo en los escalones de la zona poco profunda y echo la cabeza hacia atrás para que me dé más el sol. La centelleante agua azul está fresca pero no fría y no me impresiona cuando me meto del todo. Nado un par de largo y decido entonces que cada mañana haré cincuenta. En Londres caminaba tanto que mantenerme en forma era fácil, pero aquí todo el mundo se mueve en coche, así que tendré que esforzarme un poco más.

Después de un rato salgo de agua. Paso de las tumbonas y extiendo la toalla sobre las baldosas calientes juntos a la piscina para poder introducir los en el agua. La resaca hace ya rato que ha desaparecido y me siento contenta y feliz mientras escucho el chapoteo del agua que se cuela por el sistema de filtración de la piscina y el canto de las cigarras en el jardín sobre la ciudad, un distante avión deja una estela blanda en el cielo despejado y por el rabillo del ojo veo como unos mirlos vuelan a ras del agua para beber de la piscina.

Me embarga un agradable sopor.

-¿Para eso te pago?

Me espabilo d golpe y veo una figura oscura que se cierne sobre mí y me oculta el sol. El sobresalto es tal que casi me caigo al agua.

-¡Ay, joder!

Intento como puedo sacar la toalla de debajo para taparme, pero acaba en el agua.

-¡Mierda!

Me pongo de pie torpemente mientras caigo en la cuenta de que lo único que he hecho en los últimos segundos es soltar tacos delante de uno de mis jefes.

-Lo siento- balbuceo.

Viviendo con Auryn (Álvaro & tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora