CAPITULO I..... y Alejandro, fue el primer número cinco que hablo con nosotros.

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Todo empieza o todo lo recuerdo, era entonces solo una niña, de las de edad de jugar, de soñar, crecer y creer en imposibles.

Recuerdo la mañana de verano en que mi madre, me llevo aquel lugar tan hermoso, donde yo creí ser una princesa de las de cuento de hadas, mi madre por el contrario no parecía ser feliz en aquella majestuosa casa. Me miro y me dijo lo que ya nunca olvidaría, aunque en ese momento y hasta muchos años después no entendí.

"Begoña, las princesas necesitan sirvientas, siento tener que ser yo la que te muestre el mundo real, despierta y se feliz con lo que tienes." Y así es como a los 15 años entre a ser sirvienta de la casa del Señor McQueen, en Dalt Vila. Ibiza.

La verdad es que solo era el lugar donde esta familia pasaba el verano, de la misma manera en que yo solo trabajaría allí cuando ellos estuvieran de temporada, de esta forma contribuiría a la economía familiar, por lo menos durante el verano, mi padre estaba pasando una situación un tanto delicada, lo que se dice – Una mala época- ...continuada.

Mi padre, del que nunca dude que fuera una bellísima persona, vivía en su mundo; un mundo de amargura. El no era ibicenco, pertenecía a la península, de un pueblo cercano a la Villa, sus padres tenían tierras, lo que no significa riqueza, sino un trabajo duro en las viñas. Eran siete hermanos y él era el tercero, cuando cumplió dieciocho años, y se tuvo que ir a Zaragoza a cumplir con el servicio militar, hizo amistad con un chico de la provincia de Jaén, al cual yo le llamo Tío Paco, mi padrino. El, al igual que mi padre compartían una historia parecida, muchos hermanos, casa pequeña, pan duro pero en vez de la vid, la oliva. Mi tío, le contó lo que parecía ser todo un sueño, Ibiza. Era la década de los años 70, y aquí el negocio eran los turistas extranjeros, con mucho dinero para malgastar, había trabajo.

Una hermana de mi tío ya estaba aquí desde hacía un par de años, les busco trabajo de camarero en un hotel de la playa. El salario duplicaba lo que ganaba en la tierra y luego estaba el tema de las propinas, mi padre era el rico de la familia Vinuesa, enviaba dinero a la abuela Cándida, y le sobraba, invirtió, se compro un apartamento en la propia Ibiza, cerca del puerto, la zona nueva. Era feliz nadie le decía que hacer con su dinero, como malgastarlo; había muchas mujeres hermosas de mentalidad abierta. Esos años eran un sueño para cualquier joven que había vivido de sol a sol en unas tierras poco agradecidas, no podía ni imaginarse lo fácil que era tenerlo todo, pero cada vez quería más y más, no había suficiente con lo que ganaba, paso a no ser tan caritativo con los del pueblo aunque seguía enviando su asignación mensual, no por caridad sino para demostrar que él, no era un paletó de pueblo, si no gente con pasta. Se monto su propio chiringuito, pero tenía que trabajar mucho y eso querida amiga no era de su gusto, empezó a contratar a camareros y él se quedaba detrás de la barra, sirviendo cócteles, aquí entra mi madre, Vicenta San Juan, de Santa Eulalia, mi padre la contrato de camarera, ella creyó ver en él a un inversionista, gente con dinero, cegándose de tal forma, que se abrió de piernas a la primera de cambio, y aquí vine yo. Y cuando mi abuelo Vicente, se enterode mi futura existencia la tiro de casa, pero lo peor es que mi padre tampoco quiso hacerse cargo de nosotras y fue la hermana de mi tío Paco, la tía Rocío quien se apiado de ella recogiéndola en su casa. Le busco trabajo en un hotel, limpiando habitaciones.

Así, viviendo los dos años y medio primero con mi tía Roció y luego hasta los tres años con mi tío Paco y su Mujer Marta pasó mi primera y más tierna infancia, de la que no guardo ningún recuerdo, por ser demasiado pequeña, aunque no dubo que seria una niña muy feliz y hasta un pelin malcriada por mis tios.

Luego conocí a mi abuela Lucia, a quien le debo mi segundo apellido "San Juan". Mi madre era su única hija, la quería mucho y tengo que decir que a mí, desde el primer momento en que me vio, me adoro. Consiguió que mi abuelo entrara en razón, mi madre se rebajo a pedirle perdón (dice que no soportaba ver a su madre llorar) de esta forma nos volvimos a trasladar de casa de mi Tío Paco a casa de mis Abuelos.

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