CAPITULO VIIeso tú ves jugando con la miel, que otras se comerán el tarro.

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Llegue a Denia un domingo a las nueve de la noche, y no sé que hubiese hecho de no ser por Alex, digo esto porque desde que pise el suelo de la península por primera vez me cuido como si se tratara de su hermana.

Nos dieron permiso para bajar del barco, se había formado una cola de pasajeros en la puerta de salida, todos teníamos prisa por salir, estábamos cansados de tantas horas de viaje. Estuve observando al resto de viajeros durante la travesía, intentando averiguar los motivos de su embarque, algunos parecían ser turistas que habrían acabado sus vacaciones, otros eran trabajadores temporales que iban a la isla por el volumen de trabajo que se generaba en verano y al acabar el periodo estival regresaban, pero sobre todo eran choferes que embarcaban sus camiones en el barco para hacer la ruta de la península a la isla. En fin, esta especie de juego no era otra cosa que el intentar descubrir si alguien en aquel barco estaba tan nerviosa como yo lo estaba, trataba de no pensar, en todo lo que iba a ser, era la incertidumbre, el miedo a la universidad, si regresaría habiendo fracasado, ese mi mayor temor, todos habían confiado en mí, mis abuelos me habían pagado el billete del barco y dado algo de dinero, todos trataron de proporcionarme cualquier cantidad económica, no era mucho pero había supuesto un gran esfuerzo para mi humilde familia, que yo trataría de rentabilizar.

Llegue a la puerta de salida, y al final de la pasarela estaba él. Me sonrío, más que sonreír, se estaba burlando de mi aspecto, llevaba a rastras dos maletas enormes y a la espalda una mochila, además del bolso de todos los días, era totalmente una odisea el salir por aquella puerta tan estrecha. Me pregunte si Alex alguna vez había ofrecido semejante aspecto, pero aún así me alegre mucho de verlo, si él no hubiese venido hubiera tenido que ir de Denia a Gandía en autobús y de Gandía a Valencia en tren, eso sí que hubiese sido una odisea, y más para mí.

Me ayudo a bajar de la pasarela, y me beso como hacía de costumbre.

- ¿Qué tal ha ido el viaje? – me dijo mientras cogía mi mochila y una de las maletas.

- No hace falta que me ayudes puedo sola.

Pero el no me hizo caso, se puso andar en dirección al coche, estaba cerca. Abrió el maletero del coche y guardo las maletas, las que cabían las otras las dejo en los asientos de atrás, no hizo ningún comentario más, pero yo pensé, cuando dejo la maleta en el asiento de atrás de su Porsche, los limpio que estaban los asientos y mis maletas lo viejecitas que eran, además de estar llenas de barro a causa del trayecto desde el piso de Jose al barco, la noche anterior había llovido, me dio un poco de vergüenza, el haber sido tan descuidada y no haberlas limpiado un poco, durante el trayecto que tiempo tuve de sobra.

- Venga Begoña, te voy a invitar a tu primera cenar en la península. ¿Qué te apetece cenar?

- No te preocupes por mí Alejandro, no tengo mucha hambre.- por supuesto que tenía hambre, pero no quería que me invitara a cenar, no quería que tuviese lastima de mi, cuando se trataba de dinero yo siempre trataba de mantener una cierta distancia, es más duro recibir que dar.

- No me tomes el pelo, y vamos a cenar, no querrás que cene solo, además quiero que recuerdes la primera cena en la península, así siempre te acordaras de mi.

Y así termino la discusión, nos fuimos a un restaurante pequeño que había cerca del puerto, yo estaba muy a gusto con el allí, estuvimos hablando de Larisa, me comento que ella tardaría un par de días en venir, tenía que asistir a una serie de fiestas, compromisos sociales.

Se nos hizo tarde, sin darnos cuenta, fuimos dando un paseo por el puerto hasta llegar al coche, empezaba hacer frió, pero la noche era tranquila se oían las olas que chocaban contra las rocas del puerto, el baile de los barcos que dormían allí, estaba muy cansada, y el debió darse cuenta.

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