CAPITULO XVIVolví a ver a la niña de blanco, estaba sentada, sobre mi cama

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Fue más duro de lo que me imaginaba, tener que hablar con mi madre, decirle lo que había pasado, jamás le dije el nombre del padre, sobraban los nombre, ella sabía de quien era, pero no quería nombrarlo. No me tiro de casa, como hicieron mis abuelos con ella, pero nuestra relación madre e hija se enfrió, la había decepcionado, o tal vez se culpaba de no haberme retenido más, era como si buscara el fallo, donde había fallado, que no me había explicado. Era como si una maldición nos siguiera, primero ella, y luego yo. La vida no sería fácil para mí ahora, como tampoco lo fue en su día para mi madre.

Recuerdo el día en que regreso mi padre después de haberla abandonado, en que pensé, ¿cómo podía mi madre perdonarlo y volverlo a querer?, que derecho tenía yo para juzgarla entonces, ahora entendía muchas cosas que eran inexplicable, yo seguía queriendo a Alex.

Fue mi madre quien hablo con mi padre, el quiso solucionar el problema a su manera, para él la solución era hablar con el padre y obligarlo a casarse conmigo, desde luego no le dije de quien se trataba, con lo que él se enfado más aún, incluso amenazo en tirarme de casa si no le decía el nombre del padre. En aquella ocasión fue mi madre quien salió en mi defensa, ella en el fondo culpaba a mi padre, por no haberme prestado más atención, el había sido siempre un mal ejemplo para mí, no podía atreverse a exigirme que le diera el nombre del padre, el fue el que nos abandono cuando se entero que iba a ser padre, ahora no podía exigirme nada a mí. Ella le dijo que no dejaría que su hija pasara, por donde ella tuvo que pasar, no me pensaba abandonar, y lo único que iba a hacer era darme su apoyo en todo. Pese a estas palabras de amor y comprensión que supo decir para defenderme ante José, ella seguía siendo silenciosa y taciturna conmigo, por las noches la oía llorar. Nunca pude perdonarme sus llantos, pero tampoco podía culpar a Alex, ya que él no sabía que yo estaba embarazada, y también me quedaba la duda de que es lo que hubiera hecho de haberlo sabido, pero no podía decírselo, aunque a decir verdad mentiría si dijese que nunca tuve la intención de decírselo, pero cuanto más lo pensaba más segura estaba de no querer decirle la verdad. El estaba haciendo su vida, en la prensa, hablaban de su boda, se le veía feliz, y no quería obligar a nadie a estar a mi lado por mi embarazo, ni a tener que obligarlo a decidir entre su vida y yo, el error había sido de ambos pero lo asumiría sola, ya que el siempre había sido franco, y nunca me había prometido nada que supiera que no iba a cumplir, no podía hacer nada más que asumir las consecuencias, aposte por lo que me decía mi corazón, y perdí. Pero conforme iban pasando los días me iba acercando más a la realidad, iba a ser mama. Al principio me costaba salir a la calle, me avergonzaba, no sabía cómo decirles a mis amigos que estaba embarazada, pero luego, fue una alegre sorpresa para ellos, estaban ilusionados. Me daban su apoyo.

Pasaban los días y tenía que encontrar trabajo, nadie quería contratar a una mujer embarazada, tenia recogido algún dinero de los meses que estuve trabajando, pero no era demasiado, puesto que la vida en Madrid era cara, así que necesitaba encontrar trabajo. Una tarde mientras paseaba por el puerto, me cruce con Toni, el ya conocía mi estado, en Ibiza era un poco difícil guardar secretos por mucho tiempo, y quiso ayudarme, el tampoco era muy feliz en aquel momento, mucha gente que conocía le había dado de lado. Y me estaba agradecido por todo lo que hice aquella noche antes de irme a Madrid, hablar con él, ser su amiga. Gracia a él, me dieron trabajo en una tintorería de Santa Eulalia, no era un gran trabajo pero de momento era a lo único que podía aspirar.

Las condiciones eran pésimas, trabajábamos en un almacén bajo techo de uralita, y nuestro calor solo era sofocado por unos ventiladores, llenos de polvo, la plantilla la formábamos unas treinta mujeres bajo las misma condiciones, nos encargábamos de planchar, almidonar y tintar las diferentes piezas, sobre todo era la ropa de los hoteles, sabanas, mantelerías y poco más, nos llegaban las remesas por la tarde y las que eran urgente debíamos acabarlas antes de las seis de la madrugada, para que estuviesen lista para entregar al clientes, el resto no tan urgente teníamos que entregarlo en el plazo de un día, se trabajaba a destajo, por el día mucho calor y por la noche mucho frio. Pero por lo menos estábamos aseguradas aunque era por horas efectivas de trabajo.

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