CAPITULO IX Gracias por dejarme navegar con mi hermana.

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El domingo por la mañana llegamos a Madrid, fuimos a su apartamento, lamentaba no haberme podido llevar a su casa familiar pero en ella se encontraba la señora Isabel.

- Siento no poder pasar el domingo contigo, pero tengo una reunión, con unos clientes, han venido desde Francia, seguramente me quedare a comer con ellos, te cuento esto porque no llegare hasta después de las cinco,- me dejo encima de la mesa dinero- coge el dinero y date un capricho, - él sabía que era rehacía a cogerlo. Así que sin dejarme hablar, se acerco a la mesa tomo el dinero y me lo puso en el bolsillo del pantalón - es mi manera de compensarte por dejarte sola. Solo quiero que te des algunos caprichos,

Salimos juntos a la calle, el llevaba puesto un traje, y yo unos pantalones vaqueros y un suéter de lana, hacia mucho frió, el suelo se resbalaba, y es que había zonas donde había hielo. Paró a un taxi, me subí con él. Le dio unas indicaciones.

- Te voy a llevar al centro, allí están casi todas la tienda abiertas, cómprate algo que te abrigue más,- saco del bolsillo de la camisa de su chaqueta una tarjeta y su Mont blanc, escribió por detrás de la tarjeta una dirección - cuando te canses de hacer tus compras, coges un taxi y le das esta dirección, te llevaran al apartamento, de todas formas si te pasa cualquier cosa me llamas. Acudiré tan pronto me sea posible.

Paro el taxi, y baje mientras el continuaba su viaje. Pese a ser domingo había mucha gente haciendo compras, faltaban dos semanas para navidades, lo primero que hice fue entrar en unos grandes almacenes, para comprarme un abrigo y un gorro, nunca me había puesto un gorro, ni en Ibiza, ni en valencia, nunca antes me había hecho falta realmente además me hacía sentir un tanto ridícula, de donde yo venía, nadie llevaba gorro. Pase por la planta de caballeros, y quise comprarle algo a Alex, un dependiente me atendió, no había pensado en que le podría regalar, me pregunto, que tipo de relación mantenía con él, le mentí, le dije que era mi novio, me encanto decirle aquella mentira, aquí nadie me conocía, podía permitirme el lujo de mentir, para sentirme que era parte de él. Decir la verdad, que lo quería, y además podía hasta mentir y decir que el sentimiento era mutuo, yo solo era una desconocida en unos grandes almacenes.

- ¿Es hombre de negocios?

- si lo es,

- Bueno señorita, como la veo muy enamorada, le sugeriría, que le comprara una estilográfica, además tengo una que será perfecta, viene con una funda de raso para evitar que se manche la camisa, - la saco de la vitrina, me la mostró, era muy elegante, luego el dependiente, se la coloco en el bolsillo de su camisa, dejando a la vista el enganche dorado de la estilográfica - Se da cuenta de lo elegante que hace, además así la llevara a usted cerca de su corazón. Y si lo desea podemos grabarle cualquier cosita. Como el nombre de usted, o incluso un Te quiero.

- no gracias, así será suficiente

El precio de aquella estilográfica, era incluso mayor al del abrigo que me había comprado, me sentí muy contenta con aquel regalo, pero cuando me lo envolvieron, continúe mirando por aquella sección, solo quería compararla con la que había comprado, entonces vi un aparador, que estaba más protegido que el resto, y justo al lado de la vitrina había un cartón, de los que se utilizan como reclamo publicitario, donde se anunciaba en grandes letras "estas navidades regale un brillante, los hombres también tienen derecho" me acerque para ver qué era lo que había, era un Mont blanc, que llevaba incrustado en la parte posterior un brillante, nada más verlo lo reconocí, era el mismo que él había sacado de su bolsillo, apenas hacia una hora. Bueno, estaba claro que no le daría la que terminaba de comprar, era ridícula en comparación de la que él tenía.

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