En el zoo.

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Capítulo 6

Narra Alicia:

Abraham me puso una mano en la mejilla: Alicia, no se como decírtelo...

Le sonreí: Solo dilo.

Me sonrió: Alicia, yo te qui¡RING-RING!

Abrí los ojos molesta y apagué el despertador de mi madre. ¿Por qué?  Ahora que tocaba la mejor parte... va y suena el despertador. Me levanté de la cama y fui a la cocina, cogí una cuchara, un bol, unos cereales y los mojé con leche. Me senté en el sofá y metí la cuchara en mi boca, así hasta que me los terminé.

Me lavé los dientes y entré en la ducha. Diez minutos después, estaba con el armario abierto y con una toalla enrollada por encima de mi cuerpo.

No sabía qué ponerme y llamé a Cristina: Mamá, ¿qué me puedo poner para ir al zoo?

Desde la cocina me habló: Ponte unos pantalones y calzado cerrado.

Miré el armario y encontré una camiseta de tirantes gris , unos shorts y una chaqueta vaquera sin mangas. Me puse unas Vans blancas, un brazalete, unas gafas de sol (por si acaso) y un bolso marrón, donde guardé las llaves, mi móvil y un monedero con dinero.

Entré al baño y me hice una coleta alta. Miré la hora, 11:32, le eché un último vistazo al espejo: Allá voy.

Abrí la puerta y me encontré a Abraham con la mano hecha un puño para tocar a la puerta: Hola.

Me sonrió y bajó la mano. Le devolví la sonrisa: Hola.

Cerré la puerta y llegamos al ascensor, apreté el botón de la planta baja y me apoyé en la pared: Estás preciosa.

Abrí los ojos por la sorpresa y noté como un calor se ponía en mis mejillas. Fui bajando la vista al suelo para que no viese lo roja que estaba: Gracias, tu también estas lindo.

Al salir me cogió de la mano, creía que no podía estar más roja. Tuve valor y entrelacé nuestros dedos mientras me acercaba más a él, levanté un poco la vista y vi que estaba sonriendo.

*           *            *

No podía apartar mi vista de su rostro, tan perfecto... : Entonces, ¿qué quieres ver primero?

Volví a la realrealidad y me sonrojé, seguramente creerá que soy una acosadora: Tu sonrisa.

En sus preciosos labios se dibujó una sonrisa y pensé en lo que dije. O dios, me tapé la boca y me giré. No podía estar más avergonzada: Lo que quería decir era ... me gustaría ver primero los tigres.

Le encaré y le sonreí con una sonrisa inocente. Antes de que él dijese algo, comencé a caminar-correr, más que caminar era correr, en dirección a donde se encontraban los tigres. Me pegué en la frente como tres veces y Abraham se posicionó a mi lado cuando llegué a la zona de tigres.

Pensé en cómo decirselo: Abraham , lo siento por lo de antes. Estaba pensando en... (miré mi alrededor y vi a unos felinos) mi gatito... Kitty, exacto, es muy extraño porque siempre me sonríe.

Me apoyé en la barandilla y le observé: Tranquila.

Me vino una idea: ¿Hacemos una carrera?

Me observó con interés y seguí: Quien llegue antes a la zona de los pingüinos el perdedor le compra un granizado al ganardor. ¿Trato hecho?

Alargué mi brazo y él estrujó mi mano con la suya, y una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo : Trato hecho. A la de tres, uno ... (me preparé) dos... (empezó a correr) ¡Tres!

Empecé a correr detrás de él: ¡Tramposo!

Empezó a reír y su paso se ralentizó, corrí más rápido y logré superarle: ¡Oye!

Me quedaba solo dos o tres metros para entrar en el hábitat de los pingüinos, pero me cogió de las caderas y no me dejó: ¡Suelta!  Me vas a tener que comprar ese granizado (risa malvada).

Nos paramos y me giré sobre mis talones, pero hice mal, su rostro lo tenía a muy pocos centímetros. Estas situaciones me ponen muy nerviosa. Se empezó a acercar y me alarmé, dije lo primero que pasó por mi mente: ¡Mira, un pingüino volador!

Miró hacia donde señalaba y me soltó. Aproveché y salí corriendo: ¡Me vas a comprar el granizado!

Me senté en el suelo para tranquilizar mi ritmo cardiaco que estaba por las nubes. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en la pared. Noté una presencia a mi lado y abrí los ojos: Eso no vale.

Sonreí vencedora: Lo que no vale es empezar antes y retenerme a la fuerza. Tampoco pasa nada... ¡Yo que digo! Has perdido CARIÑO (me levanté). Y yo he ganado un granizado gratis.

Empecé a hacer un baile muy ridículo mientras saltaba de felicidad, y alguna que otra risa se le escapaba a Abraham. Caminamos hasta una heladería y nos sentamos en una de las mesas que ponen fuera.

Nos trajeron los granizados y Abraham pagó: ¿Cuántos días te quedan?

Le miré y vi que su sonrisa se esfumó: Me voy pasado mañana.

Mi voz sonó triste, no me apetecía irme, ahora no. Nos terminamos el granizado en silencio. Miré la hora, 13:02 : Creo que es hora de irme.

Me levanté del asiento y Abraham también: No, ven a mi casa a comer. Te lo devo.

Dudé, no quería separarme de él: Vale, le mando un mensaje a mi madre.

*           *            *

Llegamos a su casa y entré al salón donde se encontraba Susana: Hola cariño.

Se levantó y me dio dos besos, después a Abraham: Hola Susana.

Entró en la cocina y la seguimos: ¿Te quedas a comer?

Miré a Abraham y sonreí: Sí, gracias.

Comimos y les di las gracias. Abraham me condujo hasta su cuarto y lo observé. Una ventana, una cama, una estantería con premios y libros, un escritorio con su silla y un armario. Me senté en la cama. Y miré que Abraham cogia la guitarra y se posicionaba delante de mí, ¡delante de mí!

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¿A que sabes que es lo que va a suceder?

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BESOS

With you forever? (Editando)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora