Capítulo 2

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La alarma de mi móvil hizo que despertase. Al principio permanecí en mi cama pero luego reuní fuerzas para levantarme. Fui a la cocina para tomarme el desayuno y cuando llegué vi que mi padre ya estaba vestido y le estaba dando un sorbo a su taza de café. Lo miré con desdén y con una cara que mostraba que no me iba a gustar nada el día de hoy.

- Hey, no me mires así, yo tampoco tengo ganas de nada hoy, ahora, desayuna y vístete, en media hora nos vamos.

Seguido pasó por mi lado, dándome un pequeño empujón para que le dejase paso. Cuando estuve detrás de él le enseñé el dedo del medio y fui a desayunar. Diez minutos después me estaba vistiendo, me peiné, me lavé los dientes y cargué mis maletas en el coche. Este día iba a ser un asco, la típica sonrisa que tenía siempre me había desaparecido, ahora tenía un rostro neutral y una mirada cadente de cualquier sentimiento. Subí al asiento del copiloto, mi padre arrancó el coche y nos dirigimos hacia el cementerio. Cuando llegamos estaba toda mi familia y mis tres mejores amigas, habían venido, eso no me lo esperaba. Pasaron las horas y llegó el momento de que dijera algunas palabras de "despedida" para mi madre. Fui delante del público, quedando así al lado de la tumba donde ya no estaba mi madre, solo había un cuerpo sin vida. Con mucha dificultad hablé, cogí aire y empecé a dar el pequeño discurso que había preparado.

- ... te echaré de menos...

Esas fueron las últimas palabras que pude pronunciar, estaba llorando, un mar de lágrimas invadía mi cara y el resto de familiares y amigas estaban llorando también. Volví a mi sitio original, donde estaban mis amigas, pero debido a que estaba llorando demasiado, miré a mi padre, el cual era el único que no lloraba y le hice una señal indicándole que iba a salir afuera, este asintió dándome a entender que había captado el mensaje y salí de ese lugar acompañada con mis amigas. Al salir seguía llorando y estas trataban de consolarme y darme ánimos, cosa que no consiguieron. Por fin terminó el entierro, dejé unas flores y me fui, despidiéndome de mis amigas para siempre, era obvio que mi padre no me iba a traer aquí de vuelta, aunque cuando fuera mayor volvería para vivir aquí. Antes de que subiera al coche María me impidió que me sentara, mi padre la miró impaciente, nos teníamos que ir ya. María me alejó de allí y me llevó a un lugar un tanto más alejado.

- ¿Qué es lo que pasa? Sabes perfectamente que mi padre está con un humor de perros.

- Ya, y tu padre es un asesino.

- ¿¡Qué mi padre es un qu...!?

Me puso la mano en la boca, haciendo que callase instantáneamente. No estábamos tan lejos del coche de mi padre y este nos miró extrañado.

- Cállate, ¿Si?

Asentí extrañada y un tanto asustada. María nunca me había mentido, además de que era muy seria, esto no era una broma.

- Toma -dijo dándome lo que parecía un informe policial- aquí lo entenderás, mantente en contacto conmigo, te lo explicaré todo por teléfono ¿Ok?

- Vale, ya me lo explicarás.

- Solo una cosa, que no lea eso -dijo señalando los papeles que me había dado- podría hacerte daño con tal de destruirlos, adiós enana.

Nos dimos un abrazo y subí al coche, guardando los papeles en mi mochila mientras me sentaba. Él arrancó el coche y nos dirigimos a Lliria.

- ¿Qué es lo que te ha dado tu amiguita? -dijo sin despegar la vista de la carretera.

- ¿Cómo que qué me ha dado? -dije tratando de evitar su pregunta, esperando a que se refiriera a otra cosa que no fueran esos papeles.

- No te hagas la tonta, lo he visto, los papeles digo.

Me puse nerviosa, mi corazón latía a 100% pero no tartamudeé al darle una respuesta.

- Unos recuerdos, ya sabes, fotos y cartas que me han escrito para que no las olvide.

Me calmé, buena excusa se me había ocurrido en el momento más adecuado.

- Deberías olvidarlas, son parte del pasado también, tendrás que hacer nuevas amigas y amigos.

- No son parte del pasado, y no quiero otros amigos ni otras amigas.

Dije cabreada, ¿Cuál es su problema?

- Vas a hacer lo que yo diga.

- Que no, no soy un perro como para obedecerte.

- Soy tu padre, deberías hacerme caso, es por...

Le interrumpí.

- Déjame adivinar, es por el bien, ¿Cierto? Pues deberías replantearte por el bien de quien, porque yo no te he apoyado en esto de la mudanza en ningún momento.

- Da igual por el bien de quien sea, es mejor dejar el pasado atrás.

- ¡Pero no a las amigas!

Mi padre no contestó, me ignoró por completo y yo hice lo mismo, me giré hacia la ventana dispuesta a estar en silencio durante lo que quedase de viaje. Tenía curiosidad por ver que eran esos papeles que me había dado a escondidas María ¿Y si realmente mi padre era un asesino? Sacudí mi cabeza ¿Cómo iba a ser eso posible? Pero María no era bromista, ni mucho menos jugaría conmigo de esa forma, haciéndome creer tal disparate. Después de darle muchas vueltas a este asunto decidí que era mejor olvidarlo y pensar de ello cuando llegase a casa.

Noté como mi padre estaba aparcando el coche y abrí los ojos, cegada por la luz del sol. Me limpié un poco de saliva que caía de mi boca, con mucha pereza bajé del coche. Estaba medio dormida aun así que no le hice caso a mi padre, el cual me había dicho una cosa que no había logrado oír. Entré a lo que venía siendo nuestro nuevo hogar, tenía sueño todavía pero es no impidió que una pregunta se formulara en mi cabeza: ¿De dónde había sacado mi padre el dinero para comprar esta casa? 

Era muy grande, un chalet de dos pisos, ni más ni menos. Lo que le hacía falta era una limpieza. Pasé mi mano por encima de la barandilla y al levantarla vi que había mucho polvo. Ignoré el hecho de que luego la tendría que limpiar y me dirigí a la segunda planta. había tres habitaciones, así que me decidí por la más espaciosa. Al entrar dejé mis maletas tiradas por el suelo, no tenía ganas de nada, la habitación era azul, mi color favorito, a parte tenía una cama bastante grande y un escritorio. Un armario y un baño solo para mí. Tenía que reconocerlo, la habitación era genial. Mi padre me dijo que bajara y así hice. Me dijo que no hiciese locuras ni nada de eso y que se iba a trabajar. Al parecer aquí también tenía trabajo. Lo que hice fue asentir y cuando se fue me puse a leer los papeles que me había dado María.

¿Por qué tenía que pasarme esto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora