53 - Guerra De Los Muertos

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El poder se lo hace a todos. Nos corrompe o al menos a nosotros que lo tenemos.

Aunque nadamos solamente para arrastrarnos por las negras aguas de la nigromancia, no nos es fácil mantenernos a flote. Nuestra humanidad es la costa, las palmeras, la misma arena.

Colocas tu humanidad lado a lado con el derecho de que eres un hechicero del infierno, junto a la infinita expansión del océano, y decides que ser un hechicero es mas divertido.

Te llama la atención. No puedes alejarte de ello, así que nadas mar adentro para tener una probada mas grande. Para sentirlo por todo tu cuerpo, en lugar de solo observarlo y remojar tus dedos allí.

La primera vez que nadas en el océano de los muertos, el agua es eléctrica para tu alma. Te electrocutan, te muestran cosas que no puedes comprender, pero que eventualmente si llegas a comprender. Pero sucede que un día simplemente decides que estas cansado de nadar, y tratas de regresar, pero la costa ya no esta.

Ya no nadas de regreso. La marea te sigue llevando. Te lleva a los tiburones y a un abismo desconocido debajo de ti. El único lugar al que puedes ir es hacia abajo, un lugar donde ningún hombre ha estado antes.

Ese es el conflicto de mi familia, y a lo largo de los años han inventado una sociedad y un código. Si tengo al hombre indicado, entonces el hombre enfrente de mi ha arrollado a nuestros ideales hasta el piso. Nuestras tradiciones, nuestras leyes, nuestra comunidad.

La verdad es que nosotros los necromanticos no le tenemos miedo a los muertos, sino a nosotros mismos. Sabemos que en algún momento alguno de nosotros se volverá demasiado potente porque nos cruzamos con el demonio correcto con el poder apropiado, o porque le sacrificamos un espíritu particularmente poderoso al inframundo.

Sabemos que un día, uno de nosotros tratara de levantarse e intentara ensamblar un ejercito de los muertos en la tierra.

Los Chomhairle creen que este es el hombre que impone esa precisa amenaza. Me mandaron a buscarlo luego de que encontramos su diario. Cuando mi padre supo que su hermano había desertado del aquelarre y que le había dado una piedra de sangre a un niño cualquiera, todo por un desacuerdo, automáticamente puso una sentencia de muerte a ese niño que ahora es un hombre.

No podiamos empezar a buscarlo hasta que dejara su piedra de sangre, hasta que dejara una muestra de poder a la cual nos pudiéramos aferrar, que pudiéramos seguir.

El hombre me mueve para pasar al orinal con un murmuro. "Disculpe", y le da pena mirarme a los ojos. Parece cansado y agotado. Esto es un buen inicio. Podría ser el.

Me tomo mi tiempo en el lavabo, me lavo y enjuago las manos, esperando que el termine justo a tiempo para que pueda ver su rostro por el espejo. Para iniciar una insignificante conversación de 10 segundos. Lo que sea.

Tengo que saber. No puedo salir de este lugar, incluso si esto significa que estoy a punto de morir. Tal vez tenga que quedarme aquí un rato. El esta tan pero tan familiarizado con el mundo de los espíritus, que puede que el lo conozcan tan íntimamente en este preciso momento que lo que yo lo podre conocer alguna vez en mi vida.

Si esta persona es el, entonces su aspecto engañoso es mas fuerte que cualquiera en nuestra historia. Sabemos algo de lo que el es capaz. Algo, pero no todo.

Espero que un minuto en este baño sea la conclusión de la mas larga cacería de gansos salvajes en la historia de Chomhairle. Si esta persona es el, me iniciaran como un miembro del concilio. Si no lo es, entonces estaré fuera por lo menos otros 100 años. Mis ambiciones dentro del concilio no son nada en comparación con mi sed de poder.

El baño es pulcro, de cinco estrellas y de la nueva era. Por supuesto esta en el centro de Soho. Una letrina de rebeldía juvenil. La luz verde de este lugar es muy fuerte. Esa es la pista numero uno de que tengo al hombre indicado. Déjame decírtelo.

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