70 - La Casa Nro. 435

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No es fácil explicar el sentimiento que recorrió el alma de Andrés cuando pasó por esa vieja casa de adobe y piedra ubicada entre la avenida Valdivia y el callejón San Mateo. Él sintió un nerviosismo y una inexplicable tensión, se trataba de esas angustias que agobian el corazón dejando un enorme vacío. En ocasiones esto sucede cuando distingues en el rostro de un desconocido una seña de familiaridad o cuando te encuentras en una situación que sabes que has vivido antes. Andrés había tenido esta misma sensación porque esa casa, tan desconocida para él, había sido el objeto de sus pesadillas desde que era un niño.

Esta casa se encontraba en lo que se denomina el "Casco Viejo" de la ciudad. Estas son aproximadamente 5 o 6 manzanas distribuidaas alrededor de la plaza principal. Todas construidas, al menos en sus primeras edificaciones, durante la época de la colonia española. Muchas de estas edificaciones tienen más de 400 años de antigüedad y en antaño eran utilizadas por los principales personajes de la ciudad quienes las habitaban orgullosos cerca de la plaza junto a la casa del Gobernador, la Catedral y la alcaldía rodeados de los primeros y lujosos clubes que, en los primeros años de la ciudad, constituían el centro de la vida social de todas estas personas.

Paulatinamente la modernidad y la tecnología habían hecho acto de presencia en esta parte de la ciudad y a pesar de conservar su fachada y estructura antigua, muchas de las casas del "Casco Viejo" habían sido acondicionadas para ser utilizadas en tiendas y restaurantes. La antigua y solemne apariencia de estos resabios de la colonia, ahora se veían cubierta de cables, antenas de televisión, latas de conserva utilizadas improvisadamente como macetas y otro centenar de artilugios y basura que los nuevos días traían consigo.

Andrés había pasado por la casa Nro. 435, ubicada en la intersección de la calle Valdivia con el callejón San Mateo, durante varios meses era parte de su ruta de regreso a casa después de trabajar; pero nunca había puesto atención a esa casa en particular. Sin embargo, un día después de que Andrés tomara el autobús para ir a almorzar, él pasó por esa vieja casa y casualmente posó su mirada sobre ella. Cuando la vio notó una puerta que siempre se encontraba abierta dando paso a una pequeña tienda, curiosamente, ese día se encontraba cerrada. El fugaz vistazo de esa puerta, negra con el mismo tosco acabado, con las mismas bisagras y el mismo candado con el que fue construido medio siglo atrás y con el que había soñado durante tanto tiempo, lo impactó. Una desagradable sensación lo invadió, un sentimiento de descubrir por primera vez un lugar que se escondía en lo más recóndito de su subconsciente. Él nunca había entrado a esa vieja tienda, no obstante sentía que ya había estado ahí, un aire de una recóndita familiaridad lo atraía a ese lugar.

Andrés no quedó tranquilo después de esa experiencia y se dispuso a visitar el lugar para aclarar su cabeza. Escogió una mañana de sábado, en la que no tenía nada que hacer, para ir a explorar esa zona. El autobús lo dejo en la misma acera en la que se encontraba la casa, pero Andrés decidió investigar los alrededores de esta para intentar dilucidar por qué ese lugar había pasado desapercibido para él por tanto tiempo.

La amplia avenida Valdivia era una de las más concurridas de la ciudad pero en esa mañana eran muy pocos los autos que pasaban. El callejón San Mateo, la calle contigua, había recibido ese nombre por un seminario ubicado al final de la calle. Esta parte de la ciudad tenía una historia diferente, era un barrio con mala fama. El callejón tenia las casas más derruidas de la zona, las cuales servían de librerías y tienda de antigüedades que en la noche se convertían en bares y cafés nocturnos. Existía la creencia de que pasar por estos lugares por la madrugada traía mala suerte.

Al lado de la casa Nro. 435, había una clínica espiritual a la cual Andrés nunca había entrado pero desde la calle se podía apreciar un letrero en blanco y negro con la imagen de una mujer, una vieja curandera que se ganaba la vida de médium y curando enfermedades con la ayuda de espíritus. Andrés lo pensó por un rato y no pudo recordar una época en la que esa clínica no estuviera ahí, parecía tan vieja como las mismas edificaciones. Después de un corto recorrido por la periferia Andrés puso su atención en la casa Nro. 435 y en la puerta que tanto lo había asombrado hace unos días.

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