Siete.

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La atracción física entre Eros y Beatrice era obvia, se notaba en las miradas que se dedicaban o las reacciones del dios ante las insinuaciones "en juego" de la más joven. A veces aprovechaban cualquier situación para rozar sus manos o brazos, incluso para estar más cerca del otro.

Era como un juego para ver quién caía primero, Bea quería dejar en claro que ella podía ser más fuerte que ese "viejo" en cuerpo de joven.

—Entonces tu eternidad se basa en ir por ahí lanzando flechitas solo vistiendo un pañal, muy triste.

—No visto un pañal, rubia —rodó los ojos exasperado.

Lucy caminaba en el medio de ellos riendo por cada pelea que tenían, terminó ahí cuando Beatrice la tomó del brazo y la arrastró. Los tres iban rumbo a un lugar que resonaba en la ciudad, apenas se estaba abriendo y solo por ese día aceptarían a todo público. Después se volvería solo para socios.

Graunt llevaba un bolso con muda de ropa y un bikini, ansiosa por ingresar a la piscina climatizada. Lucy no planeaba meterse, solo iría a mirar el lugar y asegurarse de que no ocurra algo malo.

Eros iba para ver el bikini de Bea.

—Entonces... ¿lo haces en tanga?

— ¡Beatrice!

Ante el chillido de él la rubia suelta una risita divertida. Al fin llegaban al lugar, para su suerte aún no había gran cantidad de personas, así que podrían disfrutar durante un rato.

Primero tuvieron un paseo por todo el recinto, pasando por las canchas de tenis, básquet, fútbol y vóleibol. Su guía no dejaba de resaltar que era el mejor lugar para practicar deportes, y que no dudaran a la hora de acoplarse como socios. Bea asentía distraída mientras observaba el verde pasto del campo de golf.

En eso Eros se le acerca, y rozando su mentón en el hombro de ella le habla al oído.

— ¿Ahora estás maravillada con el césped? ¿Me dirás que nunca viste algo así?

Ella rueda los ojos y sonríe sin voltearse, ignorando el estremecimiento que abarcaba toda su espalda gracias al aliento cálido del dios en su cuello.

—Te estás burlando de mi antigua prisión.

— ¡Oh! Pobre rubia, eras como Rapunzel, atrapada en su enorme torre —sigue murmurando mientras la rodea para llegar al otro hombro y rozar sus narices—. ¡Rapunzel, Rapunzel! ¡Deja tu cabello caer!

Lo último lo dice más fuerte, llamando la atención de varios, entre ellos la mirada de advertencia de Lucy. Bea enrojece y le golpea para apartarlo.

—Cierra la boca, maldito viejo en pañales.

Más tarde al fin llegaron a la zona de piscinas, y todo era más maravilloso de lo que había pensado. Se asemejaba a un gran parque acuático, y Bea deseó tener el dinero suficiente para ser socia del lugar y volver todos los días. De inmediato salió disparada hacia los vestidores con Lucy tras ella, se despojó de sus ropas para poder ponerse el bikini que trajo.

Y se quedó quieta ante el espejo, mirándose y notando que ese era el bikini que se puso el día en que todo cambió, cuando aquel rayo impactó en Marlee y ambas terminaron sumergiéndose en el mar. De pronto sintió una opresión en el pecho, como si estuviese viviendo eso otra vez, se le cerró la garganta.

¿Qué hubiese pasado si ninguna de las dos pasaba por eso y se enteraba de la verdad? ¿Todo habría sido mejor? ¿Serian más felices? Se preguntó si en tal caso no habría escapado de casa.

Una vez se recompuso y salió dedicándole una sonrisa a Lucy para luego saltar hacia la zona de recreación.

Ahí solo habían niños y jóvenes riendo y jugando. Bea se subió a todos los toboganes, sonriendo como una niña pequeña emocionada. En esos momentos siquiera se le cruzó por la cabeza ligar con los chicos guapos si camisa en el borde de la piscina, solo quería sumergirse y nadar imaginando que estaba en la playa de California otra vez.

Entonces vio a Eros en traje de baño, dedicarle una pequeña mirada antes de ingresar al lugar donde se encontraba la piscina climatizada. Bea no pudo evitar asegurarse de que Lucy estuviese concentrada en otra cosa antes de salir y seguirlo.

Se sorprendió al notar que el lugar estaba vacío una vez entró, imaginaba que encontraría a alguna persona por ahí disfrutando del agua, pero no. Siquiera vio a Eros hasta que él salió del agua sonriendo satisfecho por tenerla ahí.

—Lindo bikini, rubia.

—Lo sé, me queda perfecto —dice sin modestia y camina alrededor de la piscina.

Bea sabía que tenía un gran trasero que llamaba la atención, y estaba segura de que en ese momento Eros tenía toda su atención en él.

Tomó su tiempo para entrar al agua y luego dedicarse a nadar como si estuviese sola. Pasaron apenas dos minutos antes de que él se le plantara en frente con sus ojos rojos, usualmente los mantenía de un tono normal pero ahora ya poco le importaba. Y para su sorpresa Bea no sintió miedo al ver la realidad, siquiera titubeo al devolverle la mirada con cierto desafío.

—Odio a tu padre, ¿sabes? Porque también tiene esa mirada que tú muestras ahora. Como si con solo pestañear pudiese hacer que todos se rediman ante él.

—Claro, dime más —farfulla algo molesta—. No hace falta que me lo repitas mil veces, él no es mi favorito, ¿sabes? Dañas el ambiente.

Se cruza de brazos y gira la cabeza apretando los labios, él tenía esa jodida costumbre de compararla con Apolo. Y siempre en esos momentos tenía ganas de golpearlo con fuerza con una roca.

Las manos de Eros se posan en su espalda y la atraen hacia él hasta que sus pechos se pegan. Bea vuelve a mirarle alzando las cejas, él se relame los labios al ver los de ella.

—Mil disculpas —murmura—, déjame arreglarlo.

Iba a hacer otro comentario burlón pero él terminó atacando sus labios con rapidez y fiereza. Bea casi no puede creerlo, y al salir de su sorpresa lo hace todo para intentar dominar el beso también. Pone sus manos en los hombros de él y se impulsa para poder rodearle la cintura con sus piernas.

—Ayúdame —le regaña al separarse unos segundos.

Eros le mira un poco confundido y atontado con el anterior beso.

Y ante eso ella misma toma sus manos y las baja hasta su trasero con los ojos brillando travieso.

—Me caigo —finge excusarse.

Una sonrisa aparece en el rostro de él antes de sujetar con más firmeza su trasero y volver a besarla. No había una pizca de ternura en eso, o delicadeza, lo hacían por el simple hecho de satisfacer sus deseos del otro, que eran meramente físicos.

Bea detuvo todo cuando estaban yendo muy lejos, se separó dándole golpecitos en la cabeza y salió del agua dejándolo ahí, con el ceño fruncido.

— ¿Por qué te vas justo ahora?

—Porque no soy estúpida y no quiero... Bueno, seguir los pasos de mi madre y traer otro bebé al mundo —es su respuesta, en tono obvio.

Luego abandona el lugar, aunque ambos sabían que querían más. Un "más" seguro, claro, con protección.

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⏰ Última actualización: Feb 05, 2017 ⏰

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Lo que quiero es libertad (SSG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora