El sonido conocido y horrible de mi alarma del celular estampó contra mi oído y no sé el cómo logré arrastrar mi cuerpo para tomar una ducha como cualquier mañana ordinal.
Los azulejos del cuarto de baño estaban helados y agradecí el pequeño escalofrío que me hizo despertar lo suficiente para intentar bañarme. Bostezos fueron liberados y maldije mentalmente el porqué había tomado el turno matutino de la preparatoria. Tenía que lidiar con ello durante el último año.
Dormí tarde la noche anterior y valió la pena para no tener que pedir los deberes de Estadística a Sophie y tener que terminarlos con caligrafía horrible y una enorme jaqueca para cuando Figgins vieniese en camino. A decir verdad, estoy orgullosa de mí.
Una vez más, eligiendo ropa limpia que me fuese posible tomar y un intento de arreglar mi gran rostro lleno de círculos oscuros debajo de mis ojos, bajé para poder ganarle al tiempo y tomar el desayuno.
—Buenos días, papá.
El señor de gafas anticuadas ya estaba observando el periódico y bebiendo de una gran taza llena de café negro humeante. Alzó sus cejas en forma de saludo y volvió su vista al periódico.
Misma historia de siempre.
Un gran bowl de cereal fue víctima de mi hambruna violenta y frente a papá comencé a desayunar. Le observé leer una y otra vez la misma página del periódico y me hizo dudar sobre sí leía la serie de noticias o estaba tratando de resolver el sudoku mentalmente.
—¿Qué hay de nuevo por ahí, papá? —me lanzó una mirada de disgusto notable y casi escupo las bolitas del nesquik.
—Nada —frunció el ceño como siempre lo hacía—, sólo habla de los aumentos que están por venir.
Suspiró.
Ahí estaba el problema.
Dinero.
—¿Algo que pueda hacer para ayudar en los gastos? —hablé lo más educada posible con la boca llena.
Mi papá negó varias veces.
—¿Estás seguro?
—Diría que podemos eliminar los gastos del intern-
—¡No, nunca! ¿Papá, estás loco? —alcé la voz sin pensar y sentí su mirada asesina—. Lo siento pero el Internet nunca, ¿sabes lo difícil que es ir a la biblioteca y encontrar toneladas de libros anticuados?
Pausé golpeando mi cerebro mentalmente porque amaba leer pero no para éste tipo de cosas, es algo exhausto.
—Quiero decir, me encanta leer pero no —mi voz se apagó—, puedo conseguir un empleo de medio tiempo y así ayudarte.
Una sonrisa ladeada fue pintada en el rostro de papá.
—No es necesario —tomó sorbos de su café—. Ahora lo que necesito es que termines de desayunar y vayas de camino a estudiar.
Lancé un quejido como respuesta a sus órdenes y me vi obligada a llevar mi bowl sucio al trastero y lavar mis dientes con pequeñas luchas para no derramar pasta.
—De regreso no olvides hacer tus —papá se detuvo cuando lo observé con cansancio—, bueno, ya sabes qué hacer.
Asentí repetidas veces, ignorando el hecho de que aún seguía bebiendo café como si no hubiese un mañana y me despedí de él con un movimiento de mano; nada de beso, abrazo u otra cosa que suele hacer la gente cariñosa.
El cariño se perdió desde que mamá engañó a papá y creo que es la principal razón de nuestras actitudes hacia los demás. Papá la encontró en pleno acto cuando regresó del trabajo, ni siquiera tengo el valor de poder borrar la imagen que se forma al recordarlo sin haberlo visto en persona. Fue un momento que ocurrió tan rápido como un rayo de luz sin cadenas; mamá había sido echada de casa y desde ése día no hemos vuelto a saber de ella.
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hearts don't break around here ➸ (c.h)
ContoLo odiaba. Lo odiaba desde que mordía mi brazo como un hambriento durante el preescolar. Lo odiaba desde que lanzaba bolas de papel babosas y empapaba mis apuntes coloridos en tercer grado. Lo odiaba desde que nació para ser la peor pesadilla que...