El sonido de la puerta principal cerrándose fue lo que me despertó en segundos. Aquello me dijo que papá ya habría salido de nuevo aún más temprano de lo que yo debería. Maldije el haberme dormido tan tarde a causa de mis constantes mensajes con Ashton sobre mí vecina de casilleros y sin mencionar sus intenciones de que yo asistiese al partido de béisbol que tendrían el día de hoy.
Era demasiado tarde y me fue imposible no pegar un salto y salir de entre las sábanas desordenadas como consecuencia de mis movimientos exorcizados por las noches, en segundos me encontraba dentro de la ducha. Pasé por mi mente lo que tendría qué utilizar para el día de hoy a causa del partido de béisbol de mi queridísima Stenfield High School y donde Ashton debutaría como posición en la tercera base. Blusa roja, jeans oscuros, una chaqueta de mezclilla y la vieja gorra roja de los Indios, que solía utilizar mi papá hace años, fueron mi objetivo.
Aún tienes tiempo, Amelie.
Me recordé a mí misma cuando el sándwich que papá había dejado sobre la mesa del comedor recibía un gran mordizco de mi parte. A pasos apresurados —por no decir correr— salí de casa en busca de algún autobús que me encaminase a la preparatoria.
Maldita sea, necesito un auto.
Sí quiero llegar a la Universidad sin tener que hacer estos recorridos cuando soy incapaz de escuchar el despertador quiere decir que tengo que conseguir un trabajo y por fin tener mi deseado Beetle rosado, pero por ahora mi compañía hacia mis últimos años de la preparatoria será el autobús desaliñado y el chofer canoso que siempre saluda con ánimos que ni yo sería capaz de dar a éstas tempranas horas de la mañana.
Encontré mi camino hacia la entrada principal de la preparatoria y para mí sorpresa se encontraba del todo despejada de gorilas adolescentes y me sentí con alivio al instante. Yo sólo oraba porque no me encontrase con el demente prefecto diabólico de los pasillos.
Mi casillero fue la primera víctima en mí lista de insultos mañaneros al intentar lograr abrirlo. Constantes miradas hacia el fondo del pasillo en busca de indicios del prefecto Leighton y su estúpida libreta de notas dónde aparecen aquellos que se meten en problemas y acuden inmediatamente a detención por tres horas de la tarde sin ninguna salvación posible.
Detención.
Sólo de mencionarla sentí escalofríos.
Nunca he estado en detención.
Y no quiero estarlo.
Sophie ha estado ahí más de cuatro veces, quiero creer que lo ha estado por tener malos hábitos en estúpidos chicos -por no mencionar a Theo-, dormir tarde a causa de Netflix y tener un hermanastro-intruso-de-alarmas y molesto como Michael Clifford.
Pero es Sophie Daniels. La popular y discreta Sophie Daniels.
—Vamos, estúpido locker —murmuré entre dientes, intentando girar el candado viejo—. Ábrete, no quiero ir a detención por tu culpa —hice sonar el aluminio del casillero en constantes golpes furiosos después de millones de intentos para abrirle— ¡Bien, muchas gracias! ¡No voy a gastar mis fuerzas contigo!
Suspiré pesadamente al observar el casillero sin color, aburrido y triste que he tenido durante los tres años en Stenfield High School y desesperadamente recordé el por qué de mí problema con éste estúpido casillero.
Los pasillos gravemente son víctimas de peleas entre chicos y chicas con decepciones amorosas, calificaciones bajas a costa de los proyectos en el año y un sinfín de problemas, inclusive mi casillero es el único y protagonista entre aquellos en un estado eufórico y de ira. Constantemente es golpeado por las espaldas de aquellos gorilas sin mentalidad y creo que ha sufrido incluso más que Sophie y yo juntas en ésta preparatoria.
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hearts don't break around here ➸ (c.h)
Short StoryLo odiaba. Lo odiaba desde que mordía mi brazo como un hambriento durante el preescolar. Lo odiaba desde que lanzaba bolas de papel babosas y empapaba mis apuntes coloridos en tercer grado. Lo odiaba desde que nació para ser la peor pesadilla que...