Esteban, mi hermano, y yo estábamos en el museo.
Como las primeras exposiciones eran aburridas fuimos a recorrer el resto del museo. Luego de un rato llegamos a una parte que nunca habíamos visto, más allá de la última exposición. Esteban se detuvo y preguntó:
—¿Estás asustada? ¿Querés volver?
—No, ¿asustada? ¿Por qué lo estaría?
—Estamos en la parte más extraña del museo y mamá dijo que no nos alejáramos de los lugares conocidos. Y por allá hay una exposición que no se menciona en el folleto, llamada "El fantasma de la puerta".
—Pero hay varias personas. Vamos—dije con confianza.
Al acercarnos vimos una puerta, una señora dándonos la espalda y otras tres personas además de ella y de nosotros dos.
La señora era la encargada de dar el recorrido, aunque no había mucho para recorrer. Comenzó diciendo:
—Se dice que detrás de esta puerta hay un espacio donde se encuentra suelto un fantasma.
Esteban golpeó mi brazo ligeramente y susurró:
—¡Ja! No me lo creo.
—Callate, quiero escuchar y los tres de allá también.
—Esa vieja es rara, todavía sigue de espaldas.
—Callate—repetí
La anciana- parecía algo vieja por detrás- continuó hablando:
—Abriré la puerta para que lo comprueben con sus propios ojos.
—Hágalo —dijimos los presentes al unísono.
—Se cuenta que el fantasma mata a toda persona que lo vea—siguió mientras giraba la llave y abría la puerta—pero yo no lo creo, tampoco confío en que el fantasma esté allí.
De aquella puerta vimos a un fantasma salir. La señora dijo:
—Yo nunca lo vi... — hizo una pausa mientras se daba a vuelta—. Porque estoy ciega.
La observamos, ella no tenía ojos, solo el hueco donde alguna vez pudo tenerlos.
Asustados intentamos alejarnos, pero tropezamos con las tres personas que ahora yacían en el suelo. Levantamos lentamente la vista y vimos al fantasma venir hacia nosotros.