Cada vez que comía naranja mi mamá me decía que no me comiera las semillas.
"¿Qué es lo peor que podría pasar?" me preguntaba yo cada vez que lo mencionaba.
"Te hará mal, hijo" decía.
Nunca le hice caso, ni una vez.
No tenía sentido aquello, ¿cómo una cosa tan pequeña como lo es una semilla podría afectarme?
"Cuando sea padre no molestaré a mis hijos como lo hace mi mamá" pensaba yo "Y jamás les prohibiré tragarse las semillas".
Me equivoqué, ahora tengo dos hijos y les repito una y otra vez que no se coman las semillas de las frutas. En especial cuando comen naranjas del árbol de mi estómago.