Capítulo Cuatro

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El olor a sexo, sudor y un fuerte aroma de Manzana, Fresas y Kiwi se percibía en toda la habitación y fuera de ella. La destellante luz de la luna iluminaba la habitación, mismos que bañaban la piel desnuda de ambos amantes.

Ambos cuerpos yacían en la enorme cama, las sábanas apenas y cubrían las partes necesarias, Yugi montado en el regazo del Alfa corpulento sus piernas abiertas puestas a los costados de la cintura del mayor, Atem devoraba los labios de Yugi sin dar tregua alguna a los hinchados y rojizos labios, un delicioso vaivén frenético que ambos cuerpos llevaban.
Las grandes manos del Alfa recorrían la desnuda espalda de Yugi de arriba abajo y viceversa era una imagen de lo más erótica, cualquiera que los viera podría tener un orgasmo con sólo escuchar el choque de sus cuerpo al unirse o el sonido obsceno que sus bocas hacían por los húmedos besos que se daban.

El cuello de Yugi era el lugar favorito del Alfa, aquel punto erógeno que portaba en la curvatura del mismo la marca de pertenencia.
Ese chico era suyo, ese cuerpo que lo montaba en una delirante y tortuosa danza de placer y al mismo tiempo vocalizaba su placer a base de gemidos que no hacían más que enloquecerlo, hacerle perder la cordura si es que aún tenía.

El destino le había dado a la mejor pareja que pudo haber idealizado y estaba agradecido por ello.
Yugi era suyo, ya era demasiado tarde para él pues Yugi era lo único que lo mantenía vivo, su alma estaba atada a su pareja.
Con él por fin tendría un motivo para acabar con su eterna existencia.                                                        El hermoso muchacho era su fortaleza pero por desgracia también su perdición.                        Atem sonrió, disfrutando de las sensaciones experimentadas de la mano de ese hermoso ser.

Hacía rato que se entregaron a sus instintos, eran una pareja enlazada, disfrutando de las millones de sensaciones que provocan uno al otro.
El sexo les tenía en el nirvana en el que no había nadie más que ellos y la naciente y cada vez más fuerte necesidad de uno por el otro, les tenía ardiendo en una fiebre elevada así como su deseo y picor por sentir completamente la piel ajena rozando entre sí, sus cuerpos tocándose mutuamente, de memorizar todos y cada uno de los lugares del cuerpo contrario, de sentir sus manos por todos los lugares, sin restricciones, sin impedimentos, simplemente amándose, volviendo a ser uno.

El silencio de la habitación se ha evaporado en el aire en su lugar se escuchan los gemidos de placer, las embestidas son cada vez más rápidas, vertiginosas, están apuntó de alcanzar la cúspide del orgasmo, llegado este punto el Alfa muerde el cuello expuesto de su pareja logrando sangrarlo, Yugi sólo puede soportar el abrumador momento en que su miembro descarga su semen entre el cuerpo de su hombre y el suyo mismo, el nudo se ha formado impidiendo la salida del semen del Alfa, quedarán atrapados por un buen rato. Las respiraciones agitadas, el latido frenético de sus corazones bombeando sangre, la bruma por fin cesa, el cansancio clama por ambos cuerpos.

--Duerme, ha sido agotador mi amor y debes recuperar fuerza pues aún falta mucho para que volvamos a poner un pie fuera de la cama.-- El Alfa besa la frente de Yugi los cobija a ambos para así dormir junto a su pareja.

Él es suyo.

Solamente Suyo.

(...)

Narra Yugi

Abro los ojos, desconociendo al instante el lugar donde me encuentro, seguidamente mi mente comienza a llenarse de imágenes vividas de lo que acababa de suceder tiempo atrás.  Mi cuerpo se estremece, millones de corrientes eléctricas recorren por el   bajo las finas sábanas de lino que lo cubren, me siento satisfecho, completo como si hubiera encontrado lo que tanto hubiese buscado sin darme cuenta, la luz de la luna plateada entra por el gran ventanal de la habitación.
Consigo moverme apenas pues un leve jalón en mi parte baja me recuerda que aún estoy unido al hombre dormido a mi lado, está aferrado a mi cintura como si temiera que fuera a desaparecer.

SOLAMENTE MÍODonde viven las historias. Descúbrelo ahora