CAPÍTULO TRES: PARTE II

40 5 1
                                    

El resto de la semana no estuvo mejor. Tener que pretender que no estaba enloqueciendo fue difícil, pero no tanto como lo había sido durante el último mes y medio bajo la constante vigilancia de mis padres.
Cuando regresaron de su viaje dos días después yo aún me sentía miserable, como un pedazo de mierda inservible. Había ocupado mi tiempo en un montón de cosas inútiles en un intento de callar mis pensamientos confusos. Eso había funcionado solo hasta cierto punto así que mentí, mentí, mentí. Fui con la excusa de mi síndrome premenstrual, me escondí en mi habitación lo mejor que pude y evité tantas de sus preguntas que no quería contestar como fui capaz. Me escabullí de la casa varias veces diciendo que iría a visitar a Ruby o Bianca, y a ellas les seguía dando excusa tras excusa sobre estar ocupada; sobre mis padres siendo molestos queriendo pasar tiempo de calidad; o simplemente me excusaba tras citas falsas a rehabilitación.

Tener que mentir no era realmente la parte difícil, no; lo complicado era mantener la mentira.
Varias veces creí que iba a ser atrapada, que cometería un error y alguien lo notaría. Y una parte de mí sentía alivio ante ese pensamiento, aún cuando el resto de mí estaba aterrado de la posibilidad. Pensaba que quizás finalmente podría dejar de fingir; pensaba que tal vez debería dejar de ser una tonta y simplemente aceptar la ayuda. Lo había considerado más de una vez, ¿por qué necesitaba tantas mentiras? Sin embargo no podía ir con la verdad. Porque si buscase ayuda, si dejase de esconderme tendría que aceptar que verdaderamente había algo mal en mí. Y eso, más que cualquier otra cosa, me aterraba profundamente.
Yo simplemente no podía hacerlo.

Falté a mi reunión con el Dr. Lane la siguiente semana también. Su consultorio había dejado otro mensaje en el contestador preguntando la razón de mi ausencia a las últimas citas y si deseaba reprogramar. No respondí; necesitaba pensar, necesitaba recuperar el control de mí misma. Y agradecí que ellos no tuvieran el contacto personal de ninguno de mis padres.
Debía volver ahí en algún momento, así fuese únicamente para decirles que ya no iría nunca más. Pero no ahora; no podía enfrentarme a él, no cuando estaba tan vulnerable.
Yo era buena mintiendole a todos a mi alrededor, mejor que buena, pero por alguna razón estaba asustada de tener que enfrentarme a él. Si fuese completamente honesta conmigo misma hubiese admitido la verdadera razón detrás de ese miedo. Yo temía que Christofer Lane me miraría con esos ojos inteligentes y simplemente lo sabría; o yo terminaría por confesarle todos mis pecados.
Ciertamente me sentía cada vez más al borde de romperme. Así que no fui, o llamé. No podía.

Al día siguiente, era viernes por la tarde y las chicas no estaban dejando que me escabullera más; ellas incluso podrían haber lanzado un par de amenazas sobre secuestrarme. Luego de siete años de amistad yo no creía que ellas estuviesen bromeando, así que finalmente me rendí y quedamos para vernos en la casa de Ruby esta vez.

Una hora más tarde las tres estábamos recostadas cómodamente sobre la enorme cama de Ruby.

Su cuarto es impresionante. Los padres de Bianca y los míos están bien económicamente pero los padres de Ruby son personas de dinero viejo, de mucho, montones de dinero viejo, y ella es ciertamente una consentida. Si lo quiere es suyo, así de simple. Y este cuarto es su pequeño pedazo de cielo. No se puede negar que la chica tiene buen gusto.

Habíamos estado hablando sobre el último enamoramiento de Ruby, un chico mono que conoció el fin de semana pasado en un café, cuando me distraje en mis pensamientos. Bianca debió notarlo porque me da una patada en el costado de la cadera y casi caigo de la cama, nada elegante por cierto.

—Tú, perra —siseo mirándola cuando me recupero, un ceño en su dirección mientras ambas ríen como focas.

—Te perdimos por un minuto ahí Vi, solo estaba haciéndote un favor, devolviendote a la tierra de los vivos —se excusa, restándole importancia con un encogimiento de hombros y una sonrisa inocente que para nada me compro. Ella no tiene futuro si decide que quiere ser actriz mañana. O tal vez no le importa que vea a través de su mentira. De todas formas el sarcasmo es claro cuando respondo:

—Oh, debería agradecerte entonces.

Pero ella solo me guiña un ojo.

—Y bien, Vi, ¿estás dentro? —pregunta Ruby, sentándose de golpe en la cama, una emoción casi infantil tiñe su tono.

Uh. Yo completamente me lo perdí. Nota la confusión en mi cara así que aclara:

—Vamos a ir a ese bar esta noche y voy a golpear totalmente la mente de este tipo. Y luego quizás golpee su sexy cuerpo también —se ríe ante eso último.

—Oh, ¿lo harás? —pregunto, todavía algo perdida.

—Lo haremos. Bianca y tú están viniendo también.

—¿Lo estamos?

—¿Podrías dejar de responder solo con preguntas? Claro que sí, Violet, las necesito allí para actuar como apoyo moral. Yo ciertamente no voy a ir a este lugar sola y Bianca no vendrá si tu no vienes, la conoces, prefiere tomar cualquier excusa que le permita quedarse en casa con sus amados libros. No estoy juzgando —se excusa rápidamente tras echar un vistazo a la cara de Bianca al otro lado de la cama antes de volverse nuevamente hacia mí—. Así que tienes que venir, Vi. Dijiste que estás mucho mejor; ya no llevas las muletas y, en realidad no tienes que bailar.

—¿A qué se supone que iré entonces?

—Por mí, por todo el amor que me tienes —parpadea un par de veces esos ojos azules en mi dirección, toda dulce e inocente.

Echo un vistazo hacia Bianca al otro lado de la cama. No ha dicho nada hasta el momento.

—¿Tú realmente irás?

—Contrario a la creencia popular, disfruto salir a bailar y beber también. Así que sí, por qué demonios no, démosle a la chica lo que quiere.

Ruby se lanza chillando hacia Bianca en un abrazo efusivo; ella solo le da un par de golpecitos en la espalda antes de quitársela de encima pero está sonriendo también.

—¿Vi? —pregunta Ruby volviéndose a mi, esperanzada.

Pienso en ello. Mi pierna ciertamente está mucho mejor y no tengo que bailar aunque de verdad estoy deseando hacerlo. En realidad podría usar esto...

—Por qué demonios no —contesto finalmente antes de ser derribada por un abrazo también.

Le envio un mensaje de texto a mis padres sobre el cambio de planes: esta noche me quedo en lo de Ruby. Dejo de lado la parte de nosotras saliendo de fiesta. No creo que ellos puedan manejarlo aún pero lo estoy haciendo de todas formas. Es por eso que omito esa parte por completo.

Pasamos las siguientes horas revisando el guardarropas de Ruby, la chica decididamente tiene buen gusto. Las tres somos más o menos del mismo talle así que eso no es un gran problema.
Finalmente me decido por un vestido ceñido, de color negro y que baja hasta mis rodillas abrazando mi cuerpo sin ser realmente vulgar. Lo combino con un par de botas también negras, nada de tacones altos para mí aún; lo que es una pena porque Ruby tiene los mejores zapatos.

Una vez vestidas, nos observo. Ciertamente somos un trío bastante peculiar y llamativo. Ruby con su pelo cobrizo, su figura de infarto en esos jeans y esa blusa; Bianca, quién también eligió un vestido aunque en color azul profundo que hace resaltar su piel pálida y todo ese pelo negro. Y por último me observo a mí misma; no estoy mal tampoco y el vestido es precioso.

El chico de Ruby no tiene oportunidad.

Mentiras agridulcesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora