CAPÍTULO TRES: PARTE III

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Las luces parpadean brillantes sobre el techo; cientos de cuerpos siguiendo el ritmo de la canción sonando a través de los altavoces y el mío no es la excepción. No debería bailar, realmente no debería, pero quiero tanto hacerlo; es una malditamente buena canción y yo puede que esté un poco borracha ahora mismo.

Llegamos hace apenas unas dos horas y yo ya había ido por mi quinto shot de tequila hace veinte minutos. No suelo beber, ni siquiera un vaso de vino para acompañar alguna comida ocasional como he visto a mis padres hacer. Pero en las raras veces en que decido tomar, voy a por ello. Nada de tragos vainilla y pasar la noche entera bebiendo jarra tras otra de líquidos con sabor a mierda solo para al final terminar apenas achispada. No, si voy a tomar, mejor hacerlo de verdad y de una vez. A todo o nada, ese es mi lema. Y es por eso mismo que rara vez bebo.

El sitio, Mulvaney's, se supone que solo permite la entrada a mayores de veintiuno. Ninguna de nosotras tiene veintiuno aún, no por otro par de años; pero Ruby guarda algunos contactos interesantes entre sus números y un par meses atrás nos había conseguido identificaciones falsas. Nunca se sabe cuándo podríamos necesitarlas, había dicho.

Desde entonces solo las habíamos usado una vez: un bar nuevo había abierto recientemente en la ciudad y todos los amigos del hermano de Bianca estaban hablando sobre ello; alguna perra incluso se había burlado de ella por no poder ir; algo sobre ser demasiado pequeña. La chica en realidad solo estaba siendo especialmente molesta porque el chico que quería no dejaba de coquetear con Bianca. Así que nuestra amiga decidió que quería vivir la experiencia. O eso había dicho, pero en realidad ella simplemente quería hacer un punto: nadie se mete con Bianca Müller.

Fuimos al bar el fin de semana siguiente y ella simplemente besó al tipo justo en frente de todos para que esta chica lo viera. Nos reímos de su cara durante todo el día después. Bianca ciertamente puede ser una perra cuando alguien la molesta. La chica tiene una vena vengativa difícil de aplacar.

Luego de eso no había habido razón para usar nuestras identificaciones falsas, hasta hoy. La tarjeta había sido prácticamente olvidada en uno de los bolsillos de mi billetera, pero ahora estaba feliz de que Ruby las hubiese conseguido.

La música fuerte y las luces parpadeantes se suman al alcohol corriendo en mi interior haciéndome sentirme liviana, libre, vacía; feliz.
No debería estar bebiendo, yo realmente no debería; pero esta noche simplemente no pude evitarlo. No con la semana que había tenido y no cuando sabía que él estaba aquí. Connor.
Me limité a ignorarlo; eso es lo que las chicas habían dicho que hiciera cuando lo vimos sentado en una mesa al fondo de la habitación con sus amigos. Él no hizo amago de acercarse; pero aún a pesar de la música alta y el mar de cuerpos entre nosotros, aún a través de la habitación apenas iluminada y llena de personas, podía sentir su mirada fija en mí.
Bastardo hijo de puta.

Tomo mi siguiente trago en un solo movimiento, haciendo una mueca ante el ardor en mi garganta. Parece que esta noche la barra es mi mejor aliada y estoy tomando su amistad líquida sin importar que mañana pueda sentirme como una mierda por ello.
Esta noche voy a disfrutarlo.

Bianca fue al baño hace un segundo y puedo ver a Ruby bailar con su chico desde donde estoy. Él de verdad parece ser un tipo agradable con ella y yo realmente espero que lo sea, por su bien.

Agito mis hombros, moviéndome al ritmo de la música sonando en la pista; no estoy segura de estar haciendo un buen trabajo en ello tampoco, no cuando mi cabeza se siente pesada y mi visión se ha vuelto ligeramente borrosa en los bordes. El alcohol finalmente está haciendo efecto.

Bailo un poco más alrededor, sin alejarme realmente de la barra. Me siento bien, más que bien, o eso hasta que tropiezo con el tipo a mi lado perdiendo el control de mis piernas. De no ser por un par de manos sobre mis hombros sujetándome en el momento justo ahora mismo estaría besando el suelo con mi cara.

Mentiras agridulcesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora