Estoy bien, estoy genial, de verdad lo estoy. Se lo sigo diciendo a todo el mundo pero no parece que alguien este realmente escuchando y estoy empezando a cansarme de tener que repetirme a mi misma una y otra vez. Nada esta mal, toda la situación no es mas que un mal entendido, un accidente tonto que todos están tomando demasiado en serio. Yo no debería estar aquí.
—¿Estás lista para hablar sobre lo que pasó esa tarde?
No, no lo estoy. Aunque no se lo digo. Ya hemos tenido esta conversación antes y le he contado todo lo sucedido. Fue un accidente, un accidente tonto. El problema es que nadie parece querer dejarlo estar.
—Bien, comencemos con algo más sencillo entonces. Dime, ¿cómo te sientes hoy?
Cansada, pienso. Puedo sentir los analgésicos en mi sistema empezando a surtir efecto. La pesadez envolviendo en mis extremidades y el ligero adormecimiento mental; tan ligero y aún así tan bienvenido que suelto un suspiro.
«Tan vacía», es lo segundo que viene a mi mente. Pero no puedo decirle eso. No quiero.
Hace una semana y media mis padres habían decidido que debería hablar con alguien sobre lo ocurrido. No creo que entiendas lo preocupados que estamos, había sido su replica cuando me negué. Porque yo no necesitaba hablar de lo sucedido con nadie. No podía, y ellos no tenían idea en realidad de mis razones. Pero no iban a dejarlo ir e insistieron tanto en ello, que finalmente tuve que ceder solo para evitar disgustarlos más.
La voz del Dr. Lane me devuelve al presente.
—Puedo entender tu reticencia Violet, pero tenemos toda una hora por delante. Bien podríamos comenzar ahora o luego pero en algún momento tendrás que hablar conmigo.
Tiene razón, todavía quedan otros cuarenta y ocho minutos de sesión, he estado contando los segundos desde que entré, pero eso todavía no hace que quiera hablar con él. ¿Es que no lo entiende acaso? ¿por qué nadie lo hace? Todo lo que quiero es olvidar que "el accidente" alguna vez sucedió. No quiero hablar sobre lo que pasó, y no quiero hablarlo con él.
—Violet—intenta otra vez—, no necesitas afrontar todo tu sola, lo sabes, ¿cierto? Si hay algo que esté molestándote, puedes hablarlo conmigo. Estoy aquí para escucharte, no tienes que guardar todo dentro de ti. No es malo buscar ayuda de vez en cuando...
Estoy empezando a desear guardar mi puño en su boca, tal vez así podría conseguir que deje de hablar. Pero ese pensamiento me lleva a realmente prestarle atención a esa parte de él. De hecho, su boca es algo linda cuando no está haciendo todo tipo de preguntas que no quiero responder, eso es...
El Dr. Lane no es lo que esperaba encontrar al entrar por la puerta de su consultorio hace una semana, aunque supongo que yo solo estaba estereotipando a los de su clase... tal vez en la mitad de sus veinte, definitivamente no es un anciano canoso. De hecho, él luce bastante bien a pesar de su aspecto ligeramente desaliñado y las ojeras bajo sus ojos. Su cara parece haber sido tallada en mármol con una expresión permanente de profesionalidad, tanto que estoy tentada a coquetearle aunque solo sea para molestarlo, pero descarto esa idea al instante. Él podría ser devastadoramente atractivo pero yo no debería olvidar nuestros papeles; él es el enemigo.
En su lugar, me limito a observarlo, poniendo una mueca aburrida en mi cara y esperando que la falta de respuestas por mi parte lo irrite lo suficiente como para echarme de aquí. ¿Infantil? Tal vez, pero una chica debe hacer lo que una chica debe hacer; aunque no puedo decir que esa estrategia en realidad esté funcionando. El Dr. Lane parece ser una persona irritantemente molesta y persistente.
Sigue hablando y, en contra de mi mejor juicio, soy atraída hacia su boca una vez más. Sus labios se mueven; su voz potente, profunda y educada, aún cuando desconecto de lo que está diciendo. Mis ojos se enganchan a su mandíbula afilada, viajando por esos pómulos altos hacia sus párpados bajos. Tan concentrado en su tarea...
Su frente se frunce un poco bajo mi escrutinio, apenas un ligero cambio en su semblante que solo noto porque estoy observándolo fijamente. Estoy avergonzada por haber sido atrapada pero no aparto mis ojos de él. Dos pueden jugar este juego. Aunque no anticipo su reacción. Deja de hablar y su mirada se traba en la mía un momento antes de deslizarla por mis rasgos. Él también esta viéndome ahora, realmente viéndome. Y hay tanta inteligencia en esa mirada, tras esos ojos oscuros, que logra que me encoja un poco más profundo dentro de mi chaqueta de lana gris. Ser el foco de su atención se siente como si pudiese ver a través de mí y lo odio.
No soy fea, supongo que de hecho soy bastante aceptable a la vista. Algunos dirían que hay suficiente de mí para considerarse bonita al juntarlo, aunque nada como una belleza de algún tipo. Pero más allá de lo superficial, me hace preguntarme qué ve él cuando me mira. Si puede ver detrás de toda la actitud despreocupada, a lo que escondo, lo que no quiero que nadie vea.
Soy la primera en admitir que este juego fue una pésima idea y cuando sus ojos finalmente abandonan los míos suelto el aire que no sabía que estaba conteniendo.
Se siente como horas hasta que vuelve a hablar, aunque es probable que solo hayan sido un par de minutos.
—De acuerdo... te propongo lo siguiente —dice, levantándose de su silla, ya dándome la espalda—. Hablaré con tus padres y les diré que internarte por un tiempo es una opción a considerar. Quizás el estar rodeada por un ambiente continúo de contención te ayude a abrirte. También podría arreglar transferirte con alguno de mis colegas si eso hará que te sientas más cómoda de algún modo. Puedo ver que no soy enteramente de tu agrado.
¿Qué? ¿De qué está..? Él no está...
Me siento más recta en mi lugar. Todo lo que puedo hacer es mirarlo mientras habla, esta vez con creciente pánico. No. Él no puede estar hablando en serio sobre internarme. No es justo. No...Lo llamo por al menos seis nombres para nada apreciativos en mi cabeza, antes de poder sentir que recupero el control de mí misma. Tranquila, él solo intenta hacerte hablar, me digo. El pánico descendiendo lento como bilis por mi garganta.
Me obligo a relajarme.
La mirada en la cara del Dr. Lane dice que él sabe que me tiene, aunque no está jactándose, esa fue una carta sucia para jugar.
Un latido de corazón pasa, luego dos, hasta que finalmente me encuentro respondiendo:
—Fue un accidente, lo juro.
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Mentiras agridulces
Roman pour AdolescentsViolet está bien. Tiene dos padres amorosos que la adoran, un par de amigas increíbles con las que siempre puede contar y acaba de terminar sus estudios secundarios. Su vida es básicamente todo lo que una chica podría desear. Excepto que Violet es u...