Capítulo 4

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-¿Qué pasó? - Pregunté.

- Es mi madre, necesita ayuda. Podéis quedaros si queréis.

Decidimos que nos iríamos cada uno a su casa, no pintábamos nada en una casa ajena. Lo que pasó fue que al abrir a la puerta para salir...- Está lloviendo - Dijo Sergio.

- Yo iré andando, la casa de mi madre no queda lejos. -Contestó Sonia.

-Puedo acompañarte, tengo un paraguas . -le ofreció él.

-No, acompaña a Naomi , ¿No ves como va?- No, si con una blusa a ver a donde iba yo lloviendo. No lo entiendo, cuando salí de casa hacía un sol reluciente.

-No hace falta , yo también puedo ir sin nada.

-¿Tú eres tonta? Yo aquí solo tengo un paraguas y la casa de mis padres está calle abajo, pero la tuya es más lejos. Vete con Sergio.

- A mi no me importa acompañarte, te vas a empapar si no. - Se ofreció él.

- Bueno, pues entonces vale.- Accedí.
Sonia me dejó una chaqueta para que no pasase tanto frío, ya que eramos más o menos de la misma talla. Ella marchó corriendo y nosotros después de ella.

Caminábamos pegados, hombro con hombro, ya que la acera era pequeña, y además, solo había un paraguas.

Andábamos callados,la verdad es que era muy incómoda la situación. Al fin, después de lo que pareció un paseo interminable, llegamos. -Gracias por acompañarme. -Le agradecí cuando ya estábamos en la puerta de mi casa.

-No hay de que, te hubieras empapado con esa blusita de nada.

-¿Enserio? ¿Por que siempre estropeas los buenos momentos?-
Dió un paso hacia delante. Estábamos a pocos centímetros.

-¿Te pareció un buen momento? - Dijo con esos ojos burlones y sonriendo. Oh mierda.

-Mira, mejor me voy. - Me di la vuelta y abrí la puerta.

Estaba entrando cuando me cogió del brazo, sin hacer apenas fuerza, tiró hacia atrás y me dio la vuelta. Me puso contra el. Tuve que mirar hacia arriba , como siempre, para verle a los ojos. Se agachó, y me susurró al oído: -Sé que soy experto en cagarla, pero también en arreglarlo.

Y después de esto, me besó. No era apasionado, pero sí tierno y cariñoso. Después del corto beso, se separó y habló en voz baja: - Lo compensaré, lo prometo.

Para mi ya había compensado y arreglado todo y más, pero me quede allí, sin decir nada, rígida y roja como un tomate sin saber que decir. Él sonrió, se volvió y se fue alejando encaminado hacia su casa, diciendo : - Nos vemos, niñita de mamá.

Ese beso... ¿Significó lo mismo para él que para mi? ¿O solo lo había echo para que no me cabrease? En fin, no quería pensar en estas cosas. No cuando él no me gusta, y me trae sin cuidado. Asi que sin darle más vueltas esperé a que se alejase en el horizonte, me metí en casa y me fui a la cama.

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Que bien se siente uno metido en cama, durmiendo. Estás tranquilo, sin que nadie te moleste, con tu amadísima cama y almohada, sin olvidar a la manta calentita encima de la sábana. Tienes una paz interior y exterior, verdaderamente indescriptible. Bien, yo no solía tener estos momentos de tranquilidad, y hoy no iba a ser una excepción. Mi madre me despertó a gritos, menos mal que no utilizaba mi apellido, si no, sería un mal asunto.

Bajé hasta el lugar de donde creía que provenían los gritos de mi madre, el recibidor. Allí estaban mi madre, Sergio con cara seria, y Sonia, llorando.

Mi punto débilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora