Perspectiva

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     Todo depende de ella. No todos poseen la misma. Se divide infinitamente en millones y millones, cada cual a la persona que le corresponde, vista desde un punto infinitamente diferente al que tenga la persona de al lado, por muy absurdo e irreal que suene.

     Y es cierto. ¿Cuántas veces no has tenido tú, como persona, ligeras, profundas o medianamente conflictivas diferencias en ciertos temas? y, además, ¿Cuántas veces has coincidido en alguno de ellos con tu contendor?

      Entonces, ¿cuál es mi perspectiva al escribir esta historia? Te puedo asegurar, simplemente, que es muy diferente a la tuya, cuando lo leas. Es así, en esto se basa, ese es el negocio.

     Nadie nunca verá las cosas como tú. 

     Y hace un momento mencioné la palabra coincidir. Y es que es así. Tu perspectiva, visión, forma de asimilar un hecho o momento, jamás será completamente igual a la de otro, ni por un instante. Lo más que pueden lograr, es parecerse.

      Es así, si tú lo ves de una manera, habrá alguien que lo vea de otra, y alguien, que lo vea de manera parecida a ti, y como somos tan banales y cortos de entendimiento, creeremos que lo ve exactamente igual que nosotros. Pero no.

     Incluso ahora estoy cometiendo un acto de banalidad y poco entendimiento, al querer explicarles mi punto de vista desde este montón de palabras, escritas a mi parecer con suficiente ahínco para hacer entender exactamente lo que yo deseo que se entienda.

     Pero como todos, me equivoco.

     Porque para mí, esto es defendible al cien por ciento, pero en realidad no. Al escribirlo lo veo de una manera, a mí manera, y es exactamente como lo quiero. Pero Dios creó el libre albedrío, y por lo tanto la libre interpretación. O eso dicen.

     ¿Y, por qué "eso dicen"? Porque me parece que todo esto simplemente han sido un montón de excusas inventadas por los humanos, para poder salirse con la suya en más de una ocasión, extorsionando y distorsionando todas y cada una de las cosas que se supone servirían para nuestra libertad, convirtiéndolas en nuestras prisiones, volviéndolas en nuestra contra, como siempre.

     No, no creo en las religiones. Sean católicas, judías, musulmanas. Lo que quieran, no les creo. Son sólo medios para mover masas hacia el lugar donde requieren exactamente a la gente. Sólo idiotizan y mantienen en una línea recta, para "mantener un orden mundial". Pero es sólo una excusa, pues, irónica y satíricamente, la mayoría de las veces que se ha alterado el orden mundial, ¿Adivinen quienes estaban metidos? Acertaste, campeón. Las religiones.

     ¿El no creer en una religión me convierte en ateo? ¿No creo en un Dios? No, te equivocas. No creo en las religiones y en sus palabras vacías, no creo en la gente que sigue una doctrina como imbéciles. Tampoco creo en los ateos, que la mayoría no están completamente convencidos de los que apoyan, y algunos ni saben cómo ni por qué lo apoyan.

      Pero sí creo en un Dios. O, quizás no en un Dios, sólo en algo superior, porque al fin y al cabo, algo debió crearnos. En ello creo, y para creer, no requiero de una doctrina o mensaje populista impartido por gente que tan sólo se llena los bolsillos con un montón de becerros arreados por el pastor.

     Disculpar, me he terminado por desviar más de lo debido. Pero necesitaba expresar mi punto de vista. Al final, esto es mío, y escribo lo que me salga del huevo izquierdo, con todo respeto al derecho. Y hemos vuelto al punto de la perspectiva. Aquellos que lean esto, lo tomarán de alguna u otra forma. Quizás nadie lo vea como yo.

     No, no quizás, nadie lo hará, mil disculpas. El único que lo verá como yo, soy yo, lógica y obviamente. El resto sólo lo verá de una manera parecida, o totalmente contraria a la mía.

     Considero que estoy perdiendo el tiempo intentando explicar algo que al final nadie entenderá, nadie asumirá, nadie leerá y a nadie le importará.

     Así que alé, váyanse todos a la mierda. Y bien directo, hijos de puta, no siempre estaré explicando mi perspectiva en letras. Alguna vez verán lo que es el mundo, a mi perspectiva. Yo lo haré perfecto.

     Yo los haré perfectos.

     Benjamín frunció el ceño al llegar al pie de la hoja. Había estado leyendo aquella nota, o carta, o lo que fuera, durante cinco largos minutos, y aún no lograba entender o analizar ni un ápice de sentido en aquél pedazo de papel tintado.

     Le resultaba imposible creer que alguien como su abuelo, al que siempre había visto como una persona admirable, un héroe de guerra, un señor benevolente y sabio, hubiese siquiera podido intentar escribir algo así. Tenía que ser alguna especie de broma.

     Giró la cabeza a ambos lados del pasillo, concurrido por médicos y enfermeras, visitantes y algunos pacientes, que caminaban de un lado a otro. Le costó un minuto enterarse de todo el ruido que había a su alrededor. Se había aislado de tal forma al leer aquellas palabras, que se sentía confundido.

     -Señor, ¿está usted bien? -Le preguntó una enfermera, rubia y bastante atractiva, de unos 20 y tantos años, que se le había acercado tras notarle durante mucho rato allí parado.

     -Eeeh, sí, sí. Estoy bien, muchas gracias por preocuparse. -Respondió Benjamín, volviendo a la realidad de golpe.

     -Vale, vale. Es que parecía petrificado. Tenga un buen día. -Respondió, risueña, y se alejó en dirección del ascensor.

     El muchacho suspiró, estresado, y se pasó una mano por el cabello alborotado, antes de entrar en la habitación en la que yacía su abuelo. Su héroe.

     El trámite de desconectar las máquinas fue rápido. Su abuelo, aquel día, dejó de existir.

     -Ese hombre si que estaba loco. -Le escuchó Benjamín susurrar a un enfermero, que pasaba a su lado, llevando algunas cosas a otra habitación.

      Tuvo que contenerse para no intentar golpearlo. En su lugar, simplemente dobló y guardó aquella carta en su bolsillo, antes de dirigirse a la salida. Luego se preocuparía por todo lo demás que debía acontecer a su abuelo.

     Las siguientes semanas, el entierro, todo, fueron tediosas y largas, llenas de lágrimas, lamentaciones y el típico luto.

     Pero había algo, durante todas las noches, susurrándole a Benjamín palabras y palabras. No podía dejar de releer aquella nota, aquella carta, escrita por Amadeus Fredericksen.

     Hasta que por fin, una noche, logró entender el significado de aquella, logró ver la razón de todo. Encontró la perspectiva. Supo cómo hacer el mundo hermoso, a las personas hermosas.

     Fue entonces cuando saltó por la ventana.

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